Gracias a Gabo los latinoamericanos hoy estamos menos solos

Algunos padecemos de la superstición de no creer en la muerte de aquellos de quienes hemos aprendido algo para toda la vida, ya sean familiares, amigos o, como en este caso, grandes escritores.
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Colombian writer Gabriel Garcia Marquez applauds during a tribute for the Colombian novelist and poet Alvaro Mutis at the International Book Fair in Guadalajara, Mexico, Sunday, Nov. 25, 2007. (AP Photo/Guillermo Arias)
Colombian writer Gabriel Garcia Marquez applauds during a tribute for the Colombian novelist and poet Alvaro Mutis at the International Book Fair in Guadalajara, Mexico, Sunday, Nov. 25, 2007. (AP Photo/Guillermo Arias)

Leí la noticia con un nudo en la garganta. Algunos padecemos de la superstición de no creer en la muerte de aquellos de quienes hemos aprendido algo para toda la vida, ya sean familiares, amigos o, como en este caso, grandes escritores.

No puedo decir que Gabriel García Márquez haya sido mi escritor favorito ni que alguna de sus obras sea la que más haya disfrutado. Sin embargo, fueron sus historias las que, como a muchos en Cuba durante los años ochenta, me incitaron a la lectura.

Recorrí las páginas Cien años de soledad varias veces, aprendí a ejercer el periodismo inspirado en su famosa frase de que es "el mejor oficio del mundo", y descubrí una forma diferente de entender la historia con El otoño del patriarca y El coronel no tiene quien le escriba.

La literatura de García Márquez es una nación en sí misma, el sueño de cualquier político, el deseo de los amantes más fogosos y atrevidos y el pensamiento más sofisticado y justo de cuantos ha producido la región latinoamericana.

El autor colombiano logró también ver la industrialización de su estilo, su decadencia y la perpetuación de sus enseñanzas en otros idiomas y culturas: es el escritor iberoamericano más publicado - más de un millón de ejemplares- y más traducido - a más de 40 idiomas.

En su famoso discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura en 1982, García Márquez se lamentó de la falta de comprensión a la que América Latina se enfrentaba en el mundo occidental, un hecho al que entonces llamó la soledad del continente. (Leer y escuchar el discurso)

De un tirón expuso el dilema de casi cinco siglos de relaciones transatlánticas, de problemas de familia, podría decirse, y de ditirambos filosóficos para justificar la falta de sensibilidad europea hacia la región.

No obstante, los progresos de la navegación que han reducido tantas distancias entre nuestras Américas y Europa, parecen haber aumentado en cambio nuestra distancia cultural. ¿Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda clase de suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cambio social? ¿Por qué pensar que la justicia social que los europeos de avanzada tratan de imponer en sus países no puede ser también un objetivo latinoamericano con métodos distintos en condiciones diferentes? No: la violencia y el dolor desmesurados de nuestra historia son el resultado de injusticias seculares y amarguras sin cuento, y no una confabulación urdida a 3 mil leguas de nuestra casa. Pero muchos dirigentes y pensadores europeos lo han creído, con el infantilismo de los abuelos que olvidaron las locuras fructíferas de su juventud, como si no fuera posible otro destino que vivir a merced de los dos grandes dueños del mundo. Este es, amigos, el tamaño de nuestra soledad.

Y en el mismo discurso igualmente ofreció el camino para no aceptar tales designios

Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos, nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra.

Gracias a Gabo, los latinoamericanos hoy estamos menos solos.

La primera portada de Cien años de Soledad

Portadas de 'Cien años de soledad'

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