¿Qué es lo que está en juego en Venezuela?

El oficialismo venezolano ya no convence a nadie de su retórica socialista como ya nadie duda de que en Cuba el capitalismo regresa a paso agigantados.
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La pregunta me viene rondando en la cabeza desde que el pasado 12 de febrero cuando un manifestante antigubernamental muriera a manos de las fuerzas paramilitares oficialistas en ese país. Una vía de responderla sería, como dice el refrán, following the money (rastrar el dinero) o en otras palabras, cuáles son los intereses económicos detrás de la situación en el país suramericano. Y hay que empezar por tener en cuenta que ningún interés económico y financiero hoy día es puramente nacional y que en el entramado global toda acción tiene repercusiones inmediatas y a largo paso, así como visibles e invisibles para la población.

Luego, lo primero que viene a la mente es el petróleo, materia prima de la cual no hay que dudar su importancia y que Venezuela exporta a Estados Unidos, estando entre los primeros cinco países que más vende al vecino del norte. ¿Cortará el gobierno de Maduro sus lazos petroleros con Estados Unidos? No lo creo. Manifestará su descontento, eso sí, expulsando a funcionarios de la embajada estadounidense y rompiendo relaciones con naciones menos influyentes como Panamá, pero el crudo seguirá zarpando de los puertos venezolanos y las arcas oficiales continuarán llenándose con el dinero del enemigo.

Un dinero que como mismo entra, sale a Cuba, Nicaragua, Bolivia y otros programas de intercambio entre los países del ALBA a costa del deterioro, en primer lugar, de los servicios y la calidad de vida de los venezolanos.

Si bien Estados Unidos tiene garantizada su cuota de petróleo con cualquier gobierno en Venezuela, no sucede lo mismo con otros países latinoamericanos y de ahí su alarmante silencio con respecto a lo que sucede allí. Y aquí entra otro elemento que tendríamos que considerar en juego: el dinero que fluye de Venezuela alimenta la ingeniería económica de otros sitios, su burocracia, sus poblaciones y sus posibilidades de mantenerse en el poder mientras se produce la transferencia masiva de capitales de los antiguos dueños a la nueva clase "revolucionaria".

El oficialismo venezolano ya no convence a nadie de su retórica socialista como ya nadie duda de que en Cuba el capitalismo regresa a paso agigantado. En ese sentido Venezuela pretende ser el espejo de Cuba con la "pequeña" diferencia de que la población suramericana está en la calle y su acallamiento tendrá un costo político oficial que hará cualquier ganancia indeseable.

Lo que está en juego entonces en Venezuela es lo mismo que estuvo en juego hace 15 años cuando el pueblo eligió a un militar exgolpista, redimido por la vocación nacionalista en una nación con un alto nivel de pobreza a pesar del petróleo y otros recursos naturales, vilipendiada por la manipulación mediática y por gobiernos corruptos y sin posibilidades de futuro: la democracia. Es cierto que las consecuencias de 500 años de feudalismo y capitalismo periférico no se erradican en unos pocos años, pero también lo es que la población no tiene por que aceptar la ineficiencia y represión social que ya conocen y que buscaban eliminar cuando votaron por Chávez.

La crítica principal al oficialismo en Venezuela no es su ideología, si no su incapacidad para convivir con quienes piensan diferente, su afán totalizante y su desdén por los reclamos populares. Una democracia no gobierna sólo para los ganadores en una elecciones, sino para la población en su conjunto, sobre todo, como es el caso, cuando el bando ganador lo hizo con alrededor del 1% de diferencia. Lo que está en juego en ese país es el tipo de democracia que se quiere en las Américas, una que evolucione a partir de la experiencia en otros sitios y avance el equilibrio social, en diálogo con las fuerzas vivas de la sociedad y con el válido objetivo de impulsar parejamente un país con todos y para el bien de todos.

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