El Salvador, signos de esperanza

No todo es pandillas y violencia. tanto residentes como inmigrantes aquí en Estados Unidos tienen razones para sentirse optimistas.
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High school students wearing traditional Salvadorean clothes participate in the inauguration ceremony of the month of the Central American independence, in downtown San Salvador, on September 2, 2013. The Salvadorean government inaugurated the celebrations of the 192th anniversary of the Central American independece from Spain, declared on September 15, 1821. AFP PHOTO/ Jose CABEZAS (Photo credit should read Jose CABEZAS/AFP/Getty Images)
High school students wearing traditional Salvadorean clothes participate in the inauguration ceremony of the month of the Central American independence, in downtown San Salvador, on September 2, 2013. The Salvadorean government inaugurated the celebrations of the 192th anniversary of the Central American independece from Spain, declared on September 15, 1821. AFP PHOTO/ Jose CABEZAS (Photo credit should read Jose CABEZAS/AFP/Getty Images)

No todo es pandillas y violencia en El Salvador. Acabo de pasar una semana en el país centroamericano y así lo ve un número creciente de salvadoreños, tanto residentes como inmigrantes aquí en los Estados Unidos que visitan durante las fiestas de fin y nuevo año. Tienen razones para sentirse optimistas.

En el área de educación, donde durante años, si no siglos, ha existido un déficit entre los sectores más empobrecidos, los gobiernos de los últimos cinco años han creado modestas becas sociales que permiten a los estudiantes mantenerse asistiendo a la escuela, sobre todo la primaria, la secundaria y la preparatoria. A nivel universitario el problema principal está en la falta de opciones públicas y en el costo de las instituciones privadas.

Si habláramos de precios para la universidad en comparación con los que tenemos acá, sería de risa en cuanto a matrícula y manutención, pero se trata de un país entre los más pobres del continente, sanando los traumas de una brutal guerra civil y con pocas opciones de empleos para los jóvenes. Por eso, estas ayudas representan un alivio sin precedentes en la historia reciente de esta nación.

En los últimos años también se ha estado apoyando particularmente a proyectos de ayuda a las mujeres. Se han creado oficinas especializadas en todo el país para empoderar a madres que perdieron sus hijos en la guerra, a manos de las pandillas o en el camino de la emigración al norte. Muchas familias están compuestas sólo de mujeres al los hombres y jóvenes irse en busca de trabajo.

El Salvador tiene uno de los índices más altos de emigración en la región y cada vez más políticos y privados se preguntan si las remesas que envían quienes llegan a los países receptores justifican el drenaje del capital humano nacional. Hablé con algunos estudiantes de la Universidad Nacional que han preferido quedarse en sus comunidades e intentar mejorarlas bajo las nuevas condiciones políticas creadas en las recientes elecciones.

Es cierto, sin embargo, que la violencia entre pandillas es una realidad en zonas de la capital y en algunas rurales, pero en la solución del problema, el enfoque moralista pierde terrero y se impone una visión más objetiva que indaga entre maras y pobreza, entre glorificación de la violencia y la falta de opciones laborales para la juventud, entre un país que todavía sana de las heridas de la guerra y la corrupción política de una parte de sus clases dirigentes.

Cuando conocemos estos problemas siempre nos preguntamos ¿cómo podemos ayudar? Mi sugerencia sería visiten El Salvador, especialmente con programas de inmersión cultural que les muestren la vida cotidiana de los miles de familias que tratan de llevar una vida horada en medio de las peores condiciones de pobreza.

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