El derecho a la indignación pacífica

A pesar de las malas noticias siempre he sido un optimista de la condición humana; los saltos cualitativos en la historia se han producido desde la indignación contra las injusticias y a favor de la expansión de los derechos de la diferencia.
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milan italy september 06 ...
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A pesar de las malas noticias siempre he sido un optimista de la condición humana; los saltos cualitativos en la historia se han producido desde la indignación contra las injusticias y a favor de la expansión de los derechos de la diferencia.

Del status quo nos ha llegado la perpetuación de los abusos, la decadencia de los avances de antaño y el obstáculo para el desarrollo.

Ninguna sociedad está a salvo de quedarse detrás si no evoluciona, destruyendo sus viejas normas de convivencia y estableciendo otras sobre la base de una visión del futuro capaz de integrar lo mejor de su experiencia con la persona en el centro de sus preocupaciones sociales.

Podemos decir que los últimos cuatro años a nivel mundial ha sido de un fuerte involucramiento de los individuos, especialmente los jóvenes, con sentido de responsabilidad en la esfera pública de sus países y regiones; del Medio Oriente a Latino América y de Europa a Estados Unidos.

En estos mismos momentos, España, donde estoy por un par de semanas más, es un hervidero de indignación a casi todos los niveles y no pasan muchos días sin que exista algún tipo de protesta reclamando la corrección de las reformas del ajuste económico. En Egipto hemos visto como las movilizaciones populares han cambiado dos gobiernos en menos de dos años y así, en un buen número de sitios, un aliento de cambio profundo se respira en las calles.

La capacidad de indignarnos ante las injusticias es saludable porque nos devuelve coherencia existencial, abre nuestro corazón al dolor de los otros y nos ayuda a reconocernos completamente humanos. En otras palabras, aminora las voces del individualismo y crea un lazo con el contexto histórico al que pertenecemos.

No es un secreto para nadie el que vivimos en sociedades que han logrado desarrollar grandes conglomerados tecnológicos, de servicios y de entretenimiento, pero que no han sido capaces de impulsar una visión masiva de la solidaridad y la compasión hacia la comunidad, valores en la mayoría de las veces reservados sólo para el entorno familiar o grupos e identidades específicas como la etnicidad o los partidos políticos. La entrada tumultuosa en el siglo XXI requiere una forma más amplia de construir las relaciones sociales y el derecho a indignarnos pacíficamente contra las injusticias está llamado a ser el pivote de esta nueva era.

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