Democracias policiales

Aunque el término Democracia policial parezca un oxímoron, ésa es la realidad que hemos visto alcanzar su clímax con las denuncias de Assange y Snowden y por las que la ley actual busca castigarlos.
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Viniendo de Cuba, a estas alturas no me extraña que ningún gobierno espíe a sus ciudadanos; en nombre de la Patria y de la Seguridad Nacional se han cometido, y a diario se comenten, violaciones de Derechos Humanos en todas sus gradaciones, desde las más simples, casi desapercibidas, hasta las más crueles. No es lo mismo escuchar ilegalmente las llamadas telefónicas que asesinar a un opositor político, pero ambos hechos contribuyen a la impunidad de las agencias de seguridad contra la ciudadanía.

Cuando joven, sin acceso a mucha información en la isla -e idealista como todo joven debe ser- fui de los que creyó en la democracia como un sistema sin vigilancia, por lo menos no al estilo totalitario de la antigua Unión Soviética. En los años setenta el filósofo francés Michel Foucault escribió un libro titulado Vigilar y castigar (1975), donde narró cómo las sociedades modernas han controlado a sus poblaciones institucional y discursivamente lo mismo mediante la confesión religiosa que a través de la creación de cárceles masivas.

Muchas películas de Hollywood y la televisión, por mencionar un par de plataformas mediáticas populares, glorifican tanto la vigilancia gubernamental y corporativa como su violación como parte de los derechos constitucionales y si observamos detenidamente la mentalidad policial está incorporada a la vida cotidiana a través de los prejuicios raciales, las normas sexuales y las diferencias de clase social...

¿Por qué nos asombra entonces que, una vez más, se haya denunciado una política de vigilancia, en este caso de la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense (NSA por sus siglas en inglés)?

Lo cierto es que el encanto de internet pasaba por la ficción de la privacidad de su uso. Una utopía que se ha estallado contra los intereses económicos y la realidad política. ¿Se puede hacer ganancias sin algoritmos invasivos de los deseos personales, las suposiciones y la sospecha de los consumos? ¿Se pueden crear mercados sin intentar adelantarse a las intenciones de la población y la evolución de sus gustos? ¿Se pueden evitar ataques terroristas sin monitorear las redes sociales?

Por mucho que nos sorprenda reconocerlo, la existencia y desarrollo de la tecnología, en este caso de internet, requiere de niveles de invasión de la privacidad que nunca hubiésemos imaginado y de los cuales debemos estar al tanto si queremos evitar supersticiones comerciales y políticas. Si alguien lo duda les recomiendo leer un libro como The Numerati (2009), de Stephen Baker. ¿Alguien puede creer que toda esta información no se utiliza para propósitos de Seguridad?

Aunque el término Democracia policial parezca un oxímoron, ésa es la realidad que hemos visto alcanzar su clímax con las denuncias de Assange y Snowden y por las que la ley actual busca castigarlos. Si tenemos que convivir con niveles de riesgo de invasión de nuestra privacidad, lo menos que podemos exigir es que exista un estricto protocolo sobre el tema y que el personal implicado en el uso de esa información no abuse de lo que tiene en sus manos y que sus actos sean sistemáticamente regulados para evitar impunidad y deterioro de la confianza pública.

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