No quiero que se me mal interprete: soy un defensor incondicional de la ecología, del respeto a los animales y puedo decir abiertamente que sí, me opongo a las corridas de toros por considerarlas abuso animal. Pienso que no todas las tradiciones deben mantenerse y en el caso de esta en particular, soy partidario de eliminar las corridas como espectáculo y dejarlas en un número mínimo como celebración simbólica una vez al año en las localidades donde sea relevante. Muchas de las Plazas de Toros podrían reutilizarse en centros de interés cultural, comercial o ambos y así darles un uso social más humanitario.
Tampoco apoyo deportes como el boxeo por considerarlo una degradación física de la persona humana.
Pero no es de toros o boxeo de lo que quería hablar sino de leones. Se sobreentenderá que tampoco me gusta la caza deportiva y que la acepto sólo cuando ayude a controlar población de fauna en sitios altamente poblados por humanos o, en el caso de algunas comunidades indígenas, se use para la alimentación o para algún culto dentro de los límites del respeto a la fauna y como práctica reducida.
Que el humano sea el "rey de la creación" - y lo digo en sentido metafórico- no debe autorizarlo a ejercer la violencia contra los animales con los cuales, además, compartimos el planeta y tanto nos ayudan a equilibrar la naturaleza en su conjunto.
Dicho esto, me ha parecido excesiva, sin embargo, la reacción mediática a la caza del león Cecil en Zimbawe. Un acto repudiable, sin dudas, pero que en nada se compara con los miles, millones de personas que en África padecen la violencia tribal, política y religiosa de sus congéneres.
Este león del país africano ha traído más atención a esta empobrecida nación que los problemas sociales que esta confronta. Algo funciona mal cuando un miembro del reino animal recibe más atención que los miles de situaciones de infinita más importancia que el desafortunado resultado de una caza en África.