En vez de las armas y las letras, son en Cuba el deporte y la danza, especialmente el ballet, los que alcanzan cotos de mayor realeza. El único ejército mítico que ha tenido la isla fue el que organizaron los mambises para luchar por la independencia en el siglo XIX y los mejores escritores que jamás ha dado el país completaron la mayor parte de su obra antes de 1959.
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lorena

En vez de las armas y las letras, son en Cuba el deporte y la danza, especialmente el ballet, los que alcanzan cotos de mayor realeza. El único ejército mítico que ha tenido la isla fue el que organizaron los mambises para luchar por la independencia en el siglo XIX y los mejores escritores que jamás ha dado el país completaron la mayor parte de su obra antes de 1959. Pero los deportistas más importantes de su historia y el renombre de su ballet han llegado sólo en los últimos cincuenta años. Del deporte cubano, entre los primeros del mundo olímpico, se habla bastante, sin embargo, de la excelencia del ballet conocen sólo los amante de ese arte. Es por ello que el libro Cuban ballet (2010) del crítico Octavio Roca constituye un aporte relevante.

No puedo decir que sea un balletómano, como tampoco soy un fanático de ningún deporte, pero como todo cubano de mi generación, crecí leyendo las noticias sobre los triunfos de Alicia Alonso y el Ballet Nacional de Cuba e incluso asistiendo a una o dos funciones al año. Podemos decir que el ballet clásico es parte de la educación sentimental cubana, así como el deporte es el espacio de nuestras simbologías políticas. Recuerdo en particular que en la época navideña - que en Cuba no se celebró oficialmente hasta 1998- siempre se ponía en el Teatro García Lorca una función de Cascanueces, el famoso ballet ruso con música de Tchaikovsky, algo que, ojalá, se siga haciendo hoy.

El libro de Roca, crítico que ha dedicado su carrera al estudio de la tradición del ballet en la isla caribeña, incluye fotos inéditas de las figuras principales de la compañía cubana, así como memorias e historia de sus coreografías más conocidas. El prólogo es de la mismísima Alicia Alonso, y del bailarín ruso Mikhail Baryshnikov, conocedor del ballet cubano desde la década de los sesenta. Los críticos y especialistas reconocen en la compañía cubana una escuela con estilo propio. Ritmo y perfeccionismo se alían en los cuerpos y los gestos de las bailarinas y bailarines cubanos, dándole un carácter distintivo en relación con el resto de las compañías internacionales.

El epítome de ese carácter sería la famosa Carmen de Alicia Alonso en la cual la prima ballerina assoluta desborda el escenario para, a través de sus movimientos, hablar de la historia y la cultura transatlánticas: Carmen, una obra francesa sobre una joven española bailada por una cubana de la época revolucionaria.

El capítulo que he leído con mayor interés y fruición ha sido el dedicado a las hermanas Lorena y Lorna Feijoo. Son ellas el punto brillante de la grandeza y la tragedia de los bailarines de las generaciones más recientes, quienes, casi en masa, se ha visto obligados a abandonar la compañía que los formó y lanzó internacionalmente para convertirse en primeras figuras de compañías de otros países. Lorena está en el San Francisco Ballet, la compañía más antigua de los Estados Unidos, y una de las más prestigiosas, y Lorna baila, junto a su esposo, el también bailarín cubano Nelson Madrigal, en el Boston Ballet.

Casi destinadas a la danza -su mamá es profesora de ballet- las hermanas Feijoo nacieron dentro del estilo cubano y junto a otros jóvenes de su generación como José Manuel Carrero, Carlos Acosta y Rolando Sanabria han pasado buena parte de la madurez de su carrera fuera de su país de origen. Esto no sería un problema si el arte, y el ballet en particular, no estuviese tan politizado en Cuba y su público natural -el de la isla- no hubiese perdido la oportunidad de verlos bailar frecuentemente. Lorena y Lorna no han vuelto a presentarse para los cubanos desde su partida en 1990 y 2001 respectivamente.

Cuban ballet (2010) de Octavio Roca, cumple, por otra parte, la tarea de dar a conocer a los lectores en inglés la riqueza de una tradición que hoy es tan estadounidense como hispana y ofrece un lado de nuestra cultura latina que no siempre tiene visibilidad en los espacios estelares en las librerías. Junto a la experiencia particular de los bailarines cubanos está también la historia de jóvenes que hicieron de la disciplina, el estudio y la perseverancia el centro de sus vidas, creciendo ellos mismos hasta los más altos niveles de calidad en la carrera que escogieron. Un libro entonces que habla mucho más que de Cuba, ofreciendo un espejo para el desarrollo de la educación en la comunidad latina, un aspecto de nuestra vida hoy en día que necesita atención particular con vista al siglo XXI.

Alicia Alonso Carmen 1- Entree y Habanera:

Lorna Feijoo by Erik Tomasson

Ballet de Cuba

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