Amo de su destino, capitán de su alma

Madiba logró lo imposible: construir un presente, garantizando el futuro de todos sus compatriotas, incluidos aquellos que fueron sus enemigos.
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En Sudáfrica, la patria de Nelson Mandela, los ciudadanos celebran el fallecimiento del líder también con alegría por lo que les deja: una nación democrática, imperfecta como cualquier otra, pero asentada sobre las columnas del perdón y la reconciliación que trascienden lo local para convertirse en un ideal global. Madiba logró lo imposible: construir un presente, garantizando el futuro de todos sus compatriotas, incluidos aquellos que fueron sus enemigos.

A su salida de la cárcel después de 27 años, él y su organización -el Congreso Nacional Africano- tenían garantizado el poder político y con ello el de todas las instituciones. La experiencia de muchos otros procesos liberadores demostraba que el abuso y la venganza eran un peligro. Las antiguas filiaciones ideológicas de Mandela abrían un espacio potencial para la violencia, sin embargo, no fue eso lo que sucedió. El hombre, ahora libre, que había sido vejado, humillado y encarcelado por defender la libertad de la mayoría oprimida, perdonó y llamó a la reconciliación nacional en vez de al pase de cuentas y la perpetuación del odio.

En el discurso de toma de posesión en 1994 Mandela dijo:

Hemos triunfado en nuestro esfuerzo en asentar la esperanza en los corazones de millones de compatriotas. Hemos firmado un pacto por el que construiremos la sociedad en la que todos los sudafricanos, blancos y negros por igual, podrán caminar con orgullo, sin miedo en sus corazones, seguros de su derecho inalienable a la dignidad humana - una nación arcoiris, en paz consigo misma y con el mundo.

En el momento crítico internacional en que vivimos, esta lección de Madiba nos enseña que no existe situación social y política que no pueda ser resuelta bajo el principio de la convivencia y el respeto mutuo. No hay conflicto que por histórico que se presente no pueda hallar vías de implementación de la paz, especialmente, si otros países, sectores y ciudadanos se involucran en la solución de los mismos. Mandela ha ascendido a la estatura del ejemplo y su legado está sólo empezando.

El poema Invicto, del poeta inglés William Ernest Henley (1849-1903) inspiró a Mandela durante sus años de cárcel, un aspecto de su biografía que fue incluido en la película del mismo nombre protagonizada por Morgan Freeman.

Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.

En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.

Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el horror de la sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.

No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.

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