Contra la desidia y los <em>desidianos</em>

El 17 de julio de 1990, el Congreso de los Estados Unidos y el entonces presidente, George Bush, declararon a la década de 1990 como la "década del cerebro", reflejando con ello el interés y la importancia de las neurociencias en el estudio de la cognición y la conducta que, a su vez, abrió paso al desarrollo humano en un contexto globalizado.
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cerebrogetty

El 17 de julio de 1990, el Congreso de los Estados Unidos y el entonces presidente, George Bush, declararon a la década de 1990 como la "década del cerebro", reflejando con ello el interés y la importancia de las neurociencias en el estudio de la cognición y la conducta que, a su vez, abrió paso al desarrollo humano en un contexto globalizado (1).

Si me tocase catalogar la década del 2010, emplearía el absoluto inverso. Los diversos movimientos sociales, económicos y culturales han dado fundamento a la actitud asumida en la actualidad, la "década de la lobotomía".

En principio, ese cerebro que debe nutrirse, en realidad está siendo mutilado: la universidad, que debe ser la voz que mantiene vivos los debates actúa como la mano que calla el debate, impide el proceso intelectual y lamentablemente, responde a intereses capitalistas.

En Puerto Rico, no hemos escapado a esta lógica. Una lógica alimentada por la desidia que, a su vez, apunta hacia la definición de una nueva era; una era que, hasta el momento, ostenta una serie de adjetivos despectivos cuya denigrante gama es resultado de las acciones de la generación actual. Una generación semejante a la 'ni-ni' (2), acrónimo de «ni estudio, ni trabajo»; dependientes hasta mediados de sus treinta, tránsfugas de la literatura, evasores del argumento sofisticado, conformistas del orden social quebrantado y negadores -por negligencia- de visiones vanguardistas.

De alguna forma, esa indolencia del nini se ha transferido al aula. En varios sectores de Puerto Rico, se percibe una tendencia similar en teoría pero diferenciada en práctica. Se crea o adopta un imaginario de vida insolidario, casi antisocial. Dentro de ese imaginario no hay espacio para la convergencia de ideales; la discrepancia es suprimida y el apareamiento sólo ocurre entre sujetos de matriz similar que finaliza en la creación de claques [in]culturales. En la política, dicho proceso de conformidad, se denomina partidismo; en la religión, fanatismo; en la educación, denominémosla desidismo (sí, con s y no, no tiene que ver con decisión). Este estado desídico limita la calidad y el alcance no sólo del esfuerzo pedagógico sino también de la motivación, ideas y propuestas de los pocos que tienen interés en resaltar.

Dentro de la claque estudiantil que va de salón en salón se da siempre la misma plática vacía que usualmente se perfila como: una queja de razones equivocadas, el festejo de un curso aprobado con notas suficientes pero deficientes, el plagio excelentemente empleado en su más reciente trabajo, el repudio hacia el desarrollo del pensamiento crítico y, finalmente, la Carta Extraoficial de Derechos Estudiantiles en la que el artículo fundacional establece que el profesor, por obligación de la institución, tiene que aprobar al estudiante.

Una vez cuestioné esta política institucional al decanato de mi facultad y la respuesta fue la siguiente: "debemos cumplir con el 'open admissions policy...'". Deberían llamarlo "open failure, we-take-your-money policy" o, traducido: una política de tolero tu fracaso luego de haber tomado tu dinero. A pesar de que no estoy en contra del "open admissions" estoy en contra de que no exista el compromiso por parte de la institución de suplir lo que le falta a esos alumnos que llegan con carencias, sin importar la razón.

Tratando de entender el proceso de manifestación de un pensamiento y una voz, el Dr. Luis Ortiz López, profesor de la Universidad de Puerto Rico y destacado investigador lingüístico, establece que: "[Los humanos] venimos con la 'arquitectura' (capacidad) para el lenguaje, pero éste no se manifiesta si no hay un 'input' por parte del medio. Debe haber un estímulo social. Dependiendo de ese estímulo así será nuestra lengua y hasta nuestra forma particular de expresarla."

Capacidad, hay; estímulo, hay, pero no hay conexión; la fusión entre ambos hemisferios es inexistente, por tanto, no existe esa manifestación del lenguaje; y mucho menos de un discurso crítico. Por razones ideológicas, el colectivo juvenil es programado con la función de no discutir o cuestionar a la autoridad, de no romper con los esquemas y otros órdenes autoritarios e irracionales. Como consecuencia, estos traumas abren paso al trato comercial del estudiante, sobre todo, en el sistema privado.

La presencia de una voz disidente no será aplaudida por el poder, pero sí incitará al discurso crítico que tanta falta les hace a las universidades. Su importancia recae en la creación de ciudadanos que se desarrollen fuera de regímenes individualistas, ciudadanos con criterios, juicio y un alto sentido de solidaridad. Honestamente, en algún punto del pasado, yo también asumí ese estado lobotómico, pero el ver el grado de indolencia que se desarrollaba a mi alrededor causó una disfunción en el proceso quirúrgico.

Recuerde, la falta de liderazgo y de voces disidentes es directamente proporcional al crecimiento de lobotomizados en masa. Aquella sociedad que se resiste a crecer es el componente perfecto para que este régimen de elitistas lobotomizadores continúe operando. Lo importante es no mostrar debilidad (aún estando en convalecencia), continuar con la expansión cerebral (a pesar de la reducción ya efectuada) y no dar continuidad al crecimiento de este horrendo proceso extirpador. Los que causamos cortocircuito en el sistema reclamamos que usted se someta inmediatamente a una autoevaluación de los síntomas.

Citas:
1. Grande-García, I.. "Neurociencia social: El maridaje entre la psicología social y las neurociencias cognitivas. Revisión e introducción a un nueva disciplina." Anales de Psicología, Norteamérica, 25 de julio de 2009.

2. Barbería, José L., "Generación 'ni-ni': ni estudia ni trabaja", El País, 22 de junio de 2009. http://elpais.com/diario/2009/06/22/sociedad/1245621601_850215.html

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