La elección de José Mario Bergoglio, hoy Papa Francisco, marca un rompimiento en la historia papal y, por supuesto, en el catolicismo. Hubo que esperar para este estallido de la tradición veinte siglos y la existencia de 265 pontífices anteriores.
El hecho de ser un latinoamericano fragmenta la tradición papal europea, pero no es menos cierto que muchos esperaban ya la elección de un representante de esta región del mundo, la más influenciadas por la iglesia católica.
Latinoamérica es un baluarte del catolicismo que comenzó a fomentarse hace más de cinco siglos con la llegada de Cristóbal Colon al nuevo mundo. El legado religioso español dejo una huella indeleble en las naciones del sur americano. Eso nadie lo duda y mucho menos El Vaticano.
La elección de Bergoglio echa abajo una tradición milenaria pero reconoce de manera explicita y oportuna el espíritu religioso de millones de personas en las que, de una manera u otra, la fe católica siempre influye a la hora de tomar decisiones en cualquier aspecto la vida.
Sin embargo, sin menoscabar la importancia de ser latinoamericano, considero que el verdadero rompimiento esta en el hecho de ser Bergoglio un miembro de la Orden de Jesús, los llamados jesuitas. Lo digo porque en este punto se rompen esquemas conceptuales en El Vaticano y siempre es más difícil desgarrar un esquema de concepto que uno de tradición geográfica.
Los jesuitas, al igual que los miembros de otras órdenes católicas como los dominicos o los franciscanos, son diferentes al resto del clero, de hecho los jesuitas es la orden más controvertida de la iglesia católica.
Dice James Martin, sacerdote jesuita y autor del libro The Jesuit Guide, que "en muchas ocasiones la labor de los jesuitas es vista con recelo en ciertas partes de El Vaticano". "Muchos allí son del criterio que el trabajo con los pobres y marginados es demasiado radical y peligroso porque cuando trabajas en los limites a veces los rebasas".
2- Recordemos que los jesuitas son la base de la denominada teología de la liberación en América Latina, lo cual, para muchos de los más conservadores, ya es "rebasar los límites".
Los jesuitas tienen una manera diferente de enfrentar la evangelización. Ante todo hacen voto de pobreza, castidad y obediencia, viven en las comunidades, no se enclaustran en parroquias, van al creyente, no esperan que los creyentes vayan a ellos; conocen su comunidad mejor que cualquier sacerdote diocesano, enfrentan los problemas de la pobreza y son regidos, que es lo fundamental, por una disciplina férrea de total subordinación a Jesús y a su ejemplo de humildad.
Más que por sus parroquias, son conocidos y reconocidos por sus instituciones de enseñanza, incluidas preparatorias y hasta universidades.
Todo hace de los jesuitas una orden con conceptos diferentes que enfrenta los pensamientos más conservadores de El Vaticano, en donde, dicho sea de paso, son los dominantes.
¿Por qué, entonces, un Jesuita? ¿Por qué los cardenales, salidos casi todos de filas diocesanas, eligen a un Jesuita? Encontrar la respuesta a esta pregunta es tema para expertos, lo que sí todos
aludimos es la tambaleante credibilidad y transparencia del estado Vaticano, consecuencia de continuos escándalos de corrupción y abusos sexuales que han estremecido las raíces más profundas de la iglesia católica romana, en la vida acomodada y llena de lujos de sus grandes jerarcas.
Quizás allí está la respuesta a ambas preguntas. Quizás allí está la respuesta a la austeridad, humildad y vocación de servicio que el Papa Francisco está inyectando a su aún insipiente
papado.
Lo más positivo de todo es que, al parecer, el colegio de cardenales ha tomado conciencia de estos retos y prefirió poner a su milenaria iglesia en manos de un jesuita fervientemente convencido de sus ideales, antes que mantener una tradición que bien pudiera dar al traste hasta con el propio concepto de estado de El Vaticano.
El papa Francisco hizo historia desde su nombramiento, es un jesuita que rompe con la tradición papal europea, esta además rompiendo día a día con el protocolo vaticano pero lo más heroico aun le queda por delante. Habemus Papa!