Caminar hacia adelante

El ser humano y todas las instituciones de la sociedad viven en medio del orden o del caos. Vivir en orden significa ser capaz de marchar al ritmo de la vida, enfrentar cada uno de los desafíos, tener la disposición de asumir los cambios que sean necesarios; es, sencillamente, ser consecuentes con el presente.
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El ser humano y todas las instituciones de la sociedad viven en medio del orden o del caos. Vivir en orden significa ser capaz de marchar al ritmo de la vida, enfrentar cada uno de los desafíos, tener la disposición de asumir los cambios que sean necesarios; es, sencillamente, ser consecuentes con el presente.

El caos impera cuando, por el contrario, somos incapaces de seguir los pasos de la vida. Unas veces, por incapacidad, y otras, las peores, por la testaruda imagen de un pasado ajeno a toda idea de desarrollo que pretende detener el tiempo.

Querer vivir hoy con ideas de ayer, es vivir en el caos. El mundo se nos convierte en una madeja indescifrable, si sus vueltas transcurren con mayor rapidez que nuestros pensamientos, decisiones y acciones. Estos son los tres escalones básicos que sustentan el cambio y permiten disfrutar el placer de la renovación. ¡No cambiar es no aceptar el reto de la vida!

A raíz de la elección de Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco, expresé que la iglesia católica había roto con la tradición papal europea. El nuevo papa nos sorprende cada día con declaraciones quizás insólitas para un Sumo Pontífice. Pero que no son más que una prueba del espíritu de cambio que recorre los pasillos del Vaticano, a pesar de la reticencias de algunos. Estos últimos no tienen en cuenta que mirar solo al pasado detiene el presente y pone en peligro el futuro. El cambio trae consigo muchas veces la melancolía.

Los puntos de vista de la sociedad actual son muy diferentes a los de apenas diez años atrás. Junto a la tecnología, el ser humano, socialmente, también evoluciona a una velocidad vertiginosa. Muchas cosas de hoy en nada se parecen a las de ayer. Hay que tener inteligencia y disposición para acoplarse al desarrollo, a veces galopante, que impone la modernidad.

Hace diez años, pocos habrían imaginado a un papa calificando un adelanto tecnológico --en este caso, la internet-- como "un don de Dios". Y mucho menos definiéndose como un pecador, o criticando a su propia institución por haber "crucificado" --según sus propias palabras-- "a los homosexuales por su condición, cuando lo que se debe valorar son las personas".

Anuncios de más renovación en la curia romana para 2014, reformas económicas, la necesidad de elevar el papel de la mujer y los jóvenes en el sostenimiento de la Iglesia, la regulación en el número de sacerdotes que pueden recibir el título de monseñor, los reemplazos de trono, habitación y transporte papales y una mayor austeridad en la vida vaticana, son algunas de las decisiones de Francisco que ya estremecen, para bien, a la cumbre católica.

Desde el mismo momento de su elección como papa, ha dicho a los sacerdotes que cuiden su relación con los fieles, en vez de centrarse en los propósitos de ascender en la Iglesia.

La Iglesia, como todo en la vida, ha de marchar hacia adelante para evitar el caos. No podemos vivir hoy con pareceres de ayer, y el Papa Francisco lo sabe. Los retos son cada vez mayores, pero su bondad, inteligencia e influencia sabrán enfrentarlos, para el bien y el orden de la Iglesia y el mundo.

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