Llegaron las elecciones a Estados Unidos. La gente acude ordenadamente a votar en martes. Algunos lo hacen a la hora del almuerzo, otros al salir del trabajo. Muchos prefieren enviar su voto por correo. (Imagine usted si esta última modalidad existiera en nuestros países; ¿habría un secuestro masivo de carteros con todo y sus bicicletas?)
Pero como en cualquier elección, más allá del candidato que resulte ganador, se respira un aire de esperanza y optimismo en las calles.
¿Existen razones para creer que aquellos que declaran que el país va en caída libre no son más que una bola de amargados y que los Estados Unidos seguirán siendo los amos del universo por mucho tiempo? Si me permite usted, vamos a las cifras.
Según la OCDE (Organización para el Desarrolo y la Cooperación Económica), de entre todos los países desarrollados, Estados Unidos tiene el doceavo lugar en educación universitaria y el 79 en inscripción a escuelas primarias. ¡Ouch! La infraestuctura norteamericana ocupa el lugar número 23 en el mundo. Pero, espere, también hay cifras que indican claro liderazgo: primer lugar en obesidad (disputándose un sabroso mano a mano con México), el mayor número de armas, la mayor criminalidad entre los países ricos, número uno en población carcelaria, la deuda más grande del planeta y número uno en consumo de drogas. Bueno, podría ser peor. Al menos aquí no tendrán de presidente a Enrique Peña Nieto.
De acuerdo al analista Fareed Zakaria, la causa de la debacle es muy sencilla: las empresas norteamericanas son altamente eficientes, pero el gobierno no. "Durante años se ha gastado todo el dinero en subsidios para la vivienda, agricultura y salud, y se ha invertido poco en tecnología, educación e infraestuctura que es lo que producirá empleos en el futuro".
Pero no todo está perdido. Estados Unidos, pese a quien le pese, sigue teniendo la economía más grande del mundo, es el líder en innovación y todavía concentra en sus universidades al mayor número de cerebros del universo. Y sobre todo, sigue siendo el máximo creador de modelos culturales a través de su industria del entretenimiento. ¿O qué? ¿Va a ir usted el próximo fin de semana al cine con sus hijos a ver la película Xi Jiu en 3D, con el galán de moda chino Xiao Chu?
¿Se metió usted hoy a saludar a sus amigos de Facebook? ¿Hizo alguna búsqueda en Google? ¿Navegó en su ipad? ¿Utilizó su iphone? ¿Acaso las mentes detrás de estas proezas están en Nueva Delhi, Shangai o Moscú? Eso, señoras y señores se llama innovación, y ésta es resultado de la creatividad: pensamiento original, imaginación constructiva. Estados Unidos sigue siendo un país altamente creativo. Hace sólo unos días platicaba en Starbucks con un hombre sentado a mi lado. Me llamó la atención lo que escribía: un guión de ciencia ficción que intentaría vender a una compañía productora de televisión.
El sujeto me compartió su libreto y animado por mi entusiasmo me enseñó los bocetos de los personajes de su historia que él mismo había dibujado. Eran simple y sencillamente obras de arte. Y el héroe principal, Master Oinc, un simpático cerdito chino y virtuoso en las artes marciales. El tipo había sido ilustrador y animador para Marvel Comics durante muchos años hasta que decidió renunciar a su puesto para perseguir su sueño de escritor. ¿Cuántos países en el mundo ofrecen la posibilidad de ir en pos de un ideal de esa envergadura y todavía permitirte pagar un Caramel Macchiato Grande?
Escenas como ésta las he visto al por mayor en Los Angeles. La ciudad destila talento que llega no sólo de todo el país, sino del mundo entero. Y es así, con creatividad e innovación que Estados Unidos podrá mantener un lugar preponderante en el nuevo orden mundial. El país tiene que reinventarse ya. Y para eso, primero deberá mirarse al espejo y reconocer que ya no es el mismo de antes; que ha dejado de ser una nación de blancos, anglosajones, cristianos con unas cuantas minorías invitadas, para convertirse en una exquisita malteada de los más variados colores, lenguajes e ideologías.
Es en su diversidad donde está su fortaleza, y en su capacidad de reinvención el impulso que necesita con urgencia. El país tiene que romper la burbuja en la que ha vivido durante décadas pensando que siempre sería imbatible, de lo contrario la burbuja se estrellará en el piso y se deshará en mil pedazos. La solución, al final, la tienen personajes como el que descubrí en Starbucks, capaces de escribir historias con argumentos diferentes. De lo contrario, Master Oinc va a hacernos trizas.
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