Estados Unidos Ambulantes

Quizá sólo sea mi imaginación; tal vez no es más que la nostalgia por mi natal D.F. Pero últimamente he visto puestos de tacos, tamales, pollos a la brasas, como nunca antes en la ciudad de Los Angeles. He encontrado montones de vendedores ofreciendo CDs, DVDs y aparatos electrónicos alrededor del Parque MacCarthur al más puro estilo Tepito. Señoras ofreciendo refrescos que llevan ocultos en pequeñas maletitas. Vendedores de flores al por mayor en las entradas de los freeways y como si se dieran al por mayor en esta temporada, una colorida expansión de puestos de frutas, como diría un amigo: con todo y sus amibas y chilito piquín.
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Quizás sólo sea mi imaginación; tal vez no es más que la nostalgia por mi natal D.F. Pero últimamente he visto puestos de tacos, tamales, pollos a la brasas, como nunca antes en la ciudad de Los Angeles. He encontrado montones de vendedores ofreciendo CDs, DVDs y aparatos electrónicos alrededor del Parque MacCarthur al más puro estilo Tepito. Señoras ofreciendo refrescos que llevan ocultos en pequeñas maletitas. Vendedores de flores al por mayor en las entradas de los freeways y como si se dieran al por mayor en esta temporada, una colorida expansión de puestos de frutas, como diría un amigo: con todo y sus amibas y chilito piquín.

Si bien estos negocios me parecían normales en las zonas de alta concentración hispana, hoy siento que surgen en practicamente en cualquier zona de la ciudad. Y si esto suena exagerado, tan sólo hace unos días me topé con el puesto de "Frutas el Chapín" en pleno territorio de UCLA.

¿Ha incrementado el ambulantaje en la capital de los sueños? ¿Estamos ante la posibilidad de ver puestos de ropa pirata alrededor del letrero de Hollywood? ¿O vendedoras de cocos en plena playa de Santa Mónica?

La venta callejera ha sido parte de la vida de esta ciudad por décadas, dada la incesante llegada de inmigrantes principalmente de México y Centroamérica. Como sucede en otras ciudades del mundo, el fenómeno irrita a muchos, aunque también despierta la solidaridad de otros.

El corazón de Boyle Heights, era la guarida de los denominados Super 8. Un grupo de ocho intrépidos vendores ambulantes de comida que después de sufrir constantes persecuciones policiacas y despiadados decomisos de su apetitosa mercancía, decidieron pedir apoyo al grupo The East Los Angeles Community Corporation. Después de meses de presión a las autoridades, hoy usted puede ser testigo de su victoria en "El Mercado del Pueblo". Ahí encontrará los sábados las mejores enchiladas, tacos y quesadillas de toda la región.

Pero no todo es miel sobre buñuelo para los ambulantes. Algunos aseguran que traen consigo la proliferación del crimen e indigentes. La pedrada no va dirigida sólo a los hispanos; para las autoridades locales, los legendarios puestos callejeros de Venice Beach donde usted encuentra una amplia variedad de aretes, collares, pipas, y playeras también son ilegales. De acuerdo a una ordenanza efectiva desde principios del 2012 sólo se permite el comercio de artículos que no tienen un "valor utilitario". Para que me entienda: en Venice, está permitido vender arte pero no ropa. ¿Y si le pongo a mi playera la cara de la Monalisa me darán chance? Pregunta un afligido mercader jamaiquino.

A veces las cosas se ponen calientes. En 2010, un vendedor guatemalteco resultó muerto a manos de la policía por sostener un cuchillo en las calles de Koreatown. Las protestas no se hicieron esperar. Para evitar tensiones mayores, las autoridades redujeron su hostigamiento a los comerciantes. ¿Pues cómo quieren que cortemos los mangos? ¿Con tijeras? Pregunta colérico un frutero cuyo nombre prefiere mantener en el anonimato.

Pero pocas cosas causan tanto terror a los ambulantes de Los Angeles como los "Hombres de Negro", el grupo de cinco uniformados que integran la Unidad de Problemas Especiales de la Estación Rampart del Departamento de Policía de Los Angeles. Su misión: exterminar por completo al comercio informal. ¿Se imagina usted un feroz combate entre los Hombres de Negro y Los Super 8? ¿Podrán aplacar con escudos y toletes la implacable embestida de cuchillos cebolleros?

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Según un estudio realizado en 2010 por la Universidad del Sur de California (USC), los negocios establecidos manifestaron ser los principales opositores al ambulantaje, aunque sólo un 18% de estos levantó quejas formales. En algunos casos se han logrado interesantes acuerdos, como aquel del vendedor de pupusas salvadoreñas que sólo expende sus delicias afuera de una tienda de licores y nunca en los confines de una taquería.

Aunque los puestos de comida pueden obtener un permiso de salud para realizar su actividad, es ilegal vender en las calles de Los Angeles. Las multas ascienden hasta los mil dólares o la prisión por comerciar en las aceras o a menos de quinientos pies de una escuela. Todo indica que la mayoría de los niños norteamamericanos crecerán sin los placeres de un crujiente chicharrón al salir de clases.

Los vendedores ambulantes de Los Angeles luchan al igual que sus contrapartes de todas las grandes metrópolis por obtener el status legal de su trabajo y preservar en muchos casos, el único ingreso para alimentar a sus familias. Con una tasa del desempleo del 10.2% no podía ser de otra manera.

Así pues, mientras que algunos ponen el grito en el cielo, otros afirman que los ambulantes forman parte del paisaje urbano y deben ser respetados. Un frutero gana en promedio de 70 a 80 dólares al día. Y la verdad es que después de observar por un rato al "Chapín" en plena vendimia en UCLA, me pareció que el único "enchilado" con su actividad, fue un chinito que devoraba un vaso de jícamas con mucho, mucho chile piquín.

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