Ha vuelto al debate el sargento Bowe Bergdahl con su oscura historia. Pero la diferencia ahora es que el final agridulce parece haber llegado.
Ese hombre pálido, que pestañeaba constantemente, y que como en las mejores escenas de película de Hollywood, fue canjeado por cinco talibanes, que se encontraban detenidos en la Base Naval de Guantánamo en Cuba, volvió a ser noticia esta semana, pero ahora el final no es tan victorioso ni heroico como en mayo del 2014.
Bergdahl estuvo cinco años prisionero de los talibanes en Afganistán. Después de conversaciones en secreto o negociaciones -aunque a nivel oficial no se quiere utilizar este último término- fue intercambiado en una operación a cargo de las Fuerzas Especiales de Estados Unidos.
Las circunstancias de cómo desapareció Bergdahl y cómo cayó en manos de los talibanes, así como del cautiverio que vivió durante esos cinco años son confusas y han llevado al típico enfrentamiento en Washington y, por supuesto, al ataque a Obama en relación a si el presidente fue asesorado correctamente o no, y si el precio por este canje fue muy alto para la seguridad y la imagen internacional de Estados Unidos.
Bergdahl enfrenta actualmente acusaciones y cargos por deserción, mal comportamiento en las filas militares y las preguntas son: ¿Debió haberse rescatado? ¿Valió la pena el intercambio de este soldado por talibanes acusados de terrorismo? ¿Se debió poner en riesgo la vida de otros oficiales y personal de seguridad por un individuo, quien aparentemente abandonó su posta de servicio mientras cuidaba de su unidad militar en Afganistán?
Hubo eventos desafortunados desde el punto de vista político en relación a cómo se manejó la liberación de Bergdahl en Washington. Se le trató como un héroe, cuando ya había información contradictoria que apuntaba a que el joven de 28 años estaba lejos de este título.
¿Hacía falta ese evento en la Casa Blanca y el discurso del presidente Obama junto a los padres de Bergdahl? ¿Era necesario que el entonces Secretario de Defensa, Chuck Hagel, volará hasta Afganistán para conmemorar la ocasión? ¿Era imprescindible que Susan Rice abriera su boca para asegurar que la liberación del sargento significaba un "gran día para Estados Unidos?
Todo apunta a que la liberación de Bergdahl implicó riesgos para otros soldados, que la intervención de Qatar como mediador solo dio un plazo de un año para albergar a los talibanes en ese país, pero que no fue una garantía a largo plazo. Dos de los talibanes ya han regresado al campo de batalla y otros tres viven como príncipes con todo el lujo en Qatar.
El héroe se desinfló porque nunca hubo tal héroe, pero cuestionar si debía o no haberse rescatado y traerlo a su país de origen, no debería estar en duda.
¿Dónde queda el deber humano de rescatar a un hombre que sus captores sometieron a castigos corporales y torturas mentales?
El deber era traerlo aunque sea para enfrentar la justicia. Bergdahl le debe a sus compañeros de batallón, al país, muchas respuestas. Tendrá que pagar por sus acciones.