El niño negro con el collar rojo y la niña latina con acento

A pesar de tener un presidente negro en Estados Unidos, la "esclavitud mental" es difícil. La discriminación es como no saber nadar. Luchas por salir a flote cuando otros te tratan de hundir.
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Viviendo en Miami no me percato que soy minoría. No me importa si hablo inglés con mi fuerte acento o si el color de mi piel es oscuro revelando mi pasado negro. En realidad no se de dónde vengo.

Todos en mi familia han sido inmigrantes. De generación en generación fueron contando una historia diferente. Lo último que sé es que mis antepasados huyeron de África a España, de España a Cuba y a mí me tocó de Cuba a Estados Unidos.

Mi abuelo aseguraba que sus bisabuelos eran de Marruecos y que fueron a Islas Canarias y por eso dominaban la lengua Bereber. Mi abuela le discutía que eran italianos, sumergidos en la miseria, y que el apellido era Luzzatto y como en España no lo entendían fue más rápido en el registro parroquial colocar Lutzardo. Total, al llegar a Cuba el apellido siguió perdiendo letras y nos convertimos en Luzardo.

Total, hemos seguido siendo inmigrantes y minorías... y pobres buscando una mejor vida.

Este menudo enredo es para llegar al punto que mi hija -aunque haya nacido en Estados Unidos- es también minoría. Orgullosamente latina. Orgullosamente cubana mexicana. Aquí necesitamos marcar en "cajitas" a qué categoría pertenecemos. Necesitamos destacar la etnia hasta para cuando te van a sacar una muela.

Hace poco he tenido la oportunidad de vivir -de primera mano- cómo se siente el hecho de ser minoría al abandonar las fronteras del estado de Florida. Me atrevo a decir que he sentido la palabra "discriminación".

He empezado a conocer desde sus entrañas el verdadero sur de Estados Unidos. Ese sur, que a pesar de todos los avances en materia de derechos civiles y raciales, sigue marcado por la división entre el color blanco y negro de la piel.

Mi hija estuvo en un campamento de verano en Carolina del Sur. En esa primera semana casi todos los niños eran anglosajones de ojos claros, cabellos rubios y asistían a escuelas privadas. Mi hija -estoy casi segura- era la única latina 100 por ciento.

El trato con ella fue impecable. La experiencia maravillosa al punto que se repetirá el próximo año, pero todos notaban que mi hija también hablaba su inglés con el acento de Miami, que en lo personal, pienso que es único, auténtico, enriquecedor y abrazaron esa diversidad. Ni hablar de cuando escuchaban a la progenitora de la niña con su acento, su pelo negro, su piel oscura, y su orgullo de decir: "I am from Cuba".

Pero hubo un pequeño detalle cuando fui a recoger a mi hija el último día que me hizo reflexionar sobre las minorías y sobre ese "racismo sutil" que tiene otras "sutiles" consecuencias y ramificaciones.

Casi todos los niños anglosajones tenían un collar verde [el cual no se podían quitar] y mi hija también tenía el mismo collar. Y aclaro que eso no quiere decir "discriminación", simplemente era el código que tenía el campamento para identificar a los niños que sí sabían nadar.

Había alguno que otro niño anglosajón con collar rojo, que indicaba que no sabía nadar, pero lo que me sorprendió -y en gran medida- era que la mayoría de los niños negros tenían un collar rojo.

Y lo primero que pregunté a mi hija fue:

- ¿Por qué tienen ese collar?
- Mamá, es que me contaron que casi nunca van a las piscinas y que sus padres no tienen dinero para pagar clases de natación.

Me sorprendió y me cuestioné si también sucede en Miami. Es un tema que me comprometo a investigar.

Pero comprobé, por muchas otras personas que viven en Carolina del Norte y Carolina del Sur, que es cierto lo que me dijo mi hija en su lenguaje y análisis simple, y que es un "triste" fenómeno que aún existe, aunque cuando la abolición de esclavitud se consiguió en 1863 con el presidente Abraham Lincoln y la firma de la Proclamación de Emancipación.

Los esclavos del sur vieron una luz en el camino. ¿Pero realmente ahí se acabó? La esclavitud mental ha sido difícil erradicarla, aún en los momentos actuales.

A pesar de tener un presidente negro en Estados Unidos y de los avances en materia de igualdad de derechos, aún el acceso a servicios, a tener mejores posibilidades de vida siguen limitados para muchos negros y latinos, especialmente si son familias de bajos recursos.

Y aunque mi historia tiene que ver con un campamento de verano, una piscina, y unos collares verdes y rojos, la reflexión más profunda es que tenemos mucho que lograr en materia de igualdad.

Hace unos meses el Departamento de Justicia indicó que comenzará a analizar los datos de cuántos casos en el sistema judicial de Estados Unidos podrían estar relacionados con discriminación racial.

¿Por qué hay "sobre-representación" en nuestro sistema penitenciario de afroamericanos y latinos? ¿Por qué hay muchos que nos ven como ladrones, narcotraficantes, indocumentados sin educación académica que venimos a "molestar" a Estados Unidos?

"La sobre-representación de minorías en nuestro sistema judicial es un problema que debemos enfrentar", enfatizó Holder y de acuerdo con un reporte de la cadena CNN.

La discriminación es como no saber nadar. Luchas por salir a flote cuando otros te tratan de hundir.

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