De Mujeres: Miedosos, infieles y viagrosos

Cuando se trata del amor, los hombres tienen más miedos que nosotras, pero la diferencia es que la mayoría no lo dice. Experimentan hasta los miedos que faltan por inventarse: miedo a ponerse viejos, a padecer de la próstata, a la calvicie, a comprometerse, a tener hijos, a enfrentar a las esposas y hablar lo infelices que son, a tres en una noche o simplemente a que no les funcione.
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viagrosos

Hay libros que te persiguen, y un día, ya por cansancio, terminas diciéndole: ¿Qué quieres? Desde hace un tiempo todos los de "mejoramiento personal" (self improvement) me provocan cierta apatía. Con "Fearless", uno de los libros de Arianna Huffington, me había pasado algo similar hasta que realmente pasé las primeras páginas y descubrí el laberíntico mundo del miedo manejado por las mujeres, sobre todo al amor.

Entre las muchas cosas que trata "Fearless", es el miedo lo que nos provoca culpa, y con el que a veces, nos empeñamos en andar de la mano. Y para decir verdad, como lo resume el libro, el día que dejemos de pensar en tantos miedos, ese día, absolutamente, todo nos irá mucho mejor.

Cuando se trata del amor, los hombres tienen más miedos que nosotras, pero la diferencia es que la mayoría no lo dice. Experimentan hasta los miedos que faltan por inventarse: miedo a ponerse viejos, a padecer de la próstata, a la calvicie, a comprometerse, a tener hijos, a enfrentar a las esposas y hablar lo infelices que son, a tres en una noche o simplemente a que no les funcione.

Pero eso sí, con todos esos miedos, muchas de nosotras tenemos un talento especial para cargar con la apariencia física del miedo. Y no lo digo yo, que finalmente, me dedico a escribir lo que otros me cuentan, lo dicen mujeres pensantes, que no exentas de conflictos me han regalado algunas historias de sus especímenes con miedos.

El reafirmado
Se llamaba Sebastián. Cuerpo perfecto, gozaba de los brazos más impecablemente torneados que uno pueda imaginarse. Sebastián podía ser devorado en todo el sentido de la palabra, pero su miedo era la necesidad de reafirmarse a cada segundo. Julieta, su novia desde hacía casi cinco años, era imponentemente linda, pero eso no le bastaba a Sebastián, cada vez que él podía se escapaba como perro callejero, si se daba tres o cuatro tragos mejor aún, y llegaba al punto de que tenía que ligarse a alguien, sin discriminar si era fea, gorda, alta, coja, bizca. Su asunto era sentirse rey todos los días, adorado, aunque fuera por una extraña, que le dijera lo buenazo que estaba. Por supuesto, le colmó el vaso a Julieta un día.

Hola Viagra
¿Qué se hace cuando tratas y tratas y "aquello" por más que quiera no responde? Raquel se dedica a limpiar casas, y en materia de hombres conoce todos los trucos posibles. Rolando tenía 57 años y era tanta su preocupación porque su cuerpo cada día envejecía y con éste todos los atributos, que a la hora del sexo, simplemente la cabeza de Rolando era más poderosa que cualquier miembro. Raquel tenía una habilidad especial para limpiar los más impenetrables rincones de una casa y aquella misma devoción la aplicaba con Rolando. A pesar de los movimientos y la pasión desmedida de Raquel, él no respondía. "A la mañana siguiente estaba desplomada, parecía que había corrido cinco kilómetros y aquello era todo flojo". Raquel ahora limpia las casas mejor porque no tiene a Rolando.

El laberíntico
Adolfo era un artista de pies a cabeza, creativo, siempre buscando aventuras, pero tenía pasión por quejarse, especialmente de su mujer. Estaba casado con ella "por agradecimiento" y su vida, según él, era tan carente de emociones, que cada uno en ese matrimonio vivía vidas paralelas. ¡Qué maravilla decir eso de vidas paralelas, ¿no?! Adolfo buscaba aventuras, pero vivía de la mentira -no sólo con su mujer, quien se empeñaba en no ver las infidelidades de su marido- sino del engaño con él mismo. Era tan turbio y egoísta como las mismas historias que se inventaba para salir de su supuesto aburrimiento.

El perseguido
Romario vivía con el sentido de culpa de haberle sido infiel a la madre de sus hijos, se divorció de ella y se volvió a casar, pero no era feliz porque su única preocupación era despojarse del sentimiento de "mal esposo y mal padre" que dejó en su anterior matrimonio. Vivía en un eterno sentido de persecusión.

El niño de mamá
Santiago era el hombre perfecto. Amaba y se dejaba amar, no era infiel, tenía sentido del hogar, de los hijos, y tenía pasión e interés porque cada encuentro sexual superara los anteriores. El único y gran problema que tenía Santiago era su madre. No podía desprenderse de ella o mejor dicho, él, a sus casi 40 años, no conocía la palabra NO con su madre. A dos días del viaje de luna de miel, la señora llamó a Santiago y a su mujer para darles la buena noticia que estaba en camino para disfrutar juntos en familia el momento tan especial. Total, Santigo terminó divorciado, se ha vuelto a casar, tiene un hijo y todos viven con la madre. ¿Cómo terminará este capítulo?

Y bueno, así como éstos, hay más para clasificar en el inagotable mundo de los miedos.

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