Las vueltas que tiene esta elección nos llevan al papel que están asumiendo algunas compañías como consejeros electorales de sus empleados.
El candidato presidencial Republicano, Mitt Romney, ha pedido en privado al sector empresarial que le explique a su personal el significado que tiene esta elección presidencial, tanto para la empresa como para el puesto específico de trabajo, en caso de un triunfo Demócrata.
Esto significa en la práctica lo que hizo recientemente el jefe ejecutivo de Westgate Resort, David Siegel, quien básicamente le dijo a sus 7,000 empleados que si le subían sus impuestos personales y a su empresa, habrá recortes laborales. Cuando se le preguntó porque hizo esto, Siegel dijo textualmente que quería evitar que sus empleados tomen una decisión equivocada con su voto.
Vaya arrogancia, pero esta no es única.
Lo mismo está haciendo los hermanos Koch donde comunicaron más o menos lo mismo a sus 45,000 empleados de la empresa Georgia Pacific, en Oregón. Y este ejemplo se va multiplicando.
Desde ya esto no es ilegal. Es más, el fallo de la Corte Suprema de Justicia, Citizens United, ha elevado el perfil político que puede asumir una empresa en una elección.
Pero el que no sea ilegal, no significa que sea correcto.
El poder que ejerce un patrón sobre un empleado, y su puesto de trabajo, es tan grande que la sugerencia por quién votar es en sí un acto de intimidación.
Es incorrecto amenazar con la inestabilidad laboral si triunfa un candidato contrario al que favorece la empresa.
En esto yo soy antiguo y creo como mi abuelo José tenía razón cuando decía que en el trabajo no se habla ni de religión, ni de política.
Hasta la próxima vuelta.
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