América Latina necesita educación de mayor calidad

Fomentar una educación de calidad para todos los latinoamericanos no puede estar limitado únicamente a la cuestión del acceso escolar, de la participación formal en el sistema educativo, desafío que las diferentes gestiones educativas han enfatizado en las últimas décadas. Tenemos que poner la calidad educativa como la prioridad.
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La inclusión de los alumnos en el aula ha aumentado considerablemente en las últimas décadas en América Latina, principalmente incorporando los anteriormente excluidos de zonas rurales, indígenas y de menores recursos. Sin embargo, a pesar del aumento de financiamiento, la calidad del aprendizaje no ha mejorado y resulta notoriamente inequitativa si ajustamos por niveles sociales, por geografía y localidad.

El último informe PISA - el estudio internacional de educación ((Programme for International Student Assessment) elaborado por la OCDE (la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) que mide el desempeño en lectura, ciencia y matemática, indica que los países de América Latina han obtenido resultados muy por debajo del promedio general. Argentina se sitúa en el puesto 58 entre 65 países evaluados, lo que en su caso particular además implica un deterioro en comparación a años anteriores y a sus vecinos regionales ya que sólo resultó mejor ubicada que Panamá y Perú, que ocuparon las posiciones 62 y 63, respectivamente. Chile fue el país mejor calificado de la región (44), seguido de Uruguay (47), México (48), Colombia (52), y Brasil (53).

Mientras el desempeño educativo es bajo, el gasto promedio en educación en América Latina se ha incrementado sensiblemente durante las últimas décadas, incluso alcanzando un nivel similar al de los países de la OCDE. Por ejemplo, en 2010, Argentina invirtió aproximadamente un 6.3 por ciento de su gasto público en educación, mientras que los miembros de la OCDE invirtieron en promedio un 6.2 por ciento, según su informe Education at a Glance 2010. Entretanto, el promedio de gasto en América Latina es 4.9 por ciento del Producto Bruto Interno, y según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) es el componente del gasto social con mayor crecimiento en la región detrás de la asistencia y Seguridad Social.

Por diferentes razones muy bien enumeradas por Jeffrey Puryear y Tamara Goodspeed del Programa de Revitalización de la Educación en América Latina (PREAL) del Inter-American Dialogue, parecería ser que los sistemas educativos han dejado de lado el aprendizaje como su foco prioritario. Ellos argumentan que si bien la región alcanzó niveles de inclusión en la escuela equiparables a los de países desarrollados, la calidad educativa y la brecha entre sectores sociales son los mayores problemas y desafíos que presenta nuestra región. Pero, los gobiernos no se están concentrando en ellos por varias razones. Los acuerdos internacionales alcanzados en el marco de organizaciones como la OEA, la UNESCO o la ONU, no incentivan a sus países miembros a hacerlo. Entre los Objetivos del Milenio establecidos por las Naciones Unidas, ninguno se refiere a la calidad del aprendizaje.

Por su parte, otras razones incluyen la dificultad de medición y el temor a las comparaciones. Así, la mayoría de los países de la región no participan de pruebas internacionales ni se permiten comparar con la realidad de otras naciones.

La necesidad de mostrar resultados de corto plazo es otra razón que desincentiva a los líderes políticos a enfocarse en la calidad educativa, ya que para avanzar hacia ella se requiere mucho más tiempo. Y en otras ocasiones, hay falta de demanda social. Los padres y alumnos tienen pocos incentivos para organizarse y demandar cambios educativos, ya que generalmente están más bien preocupados por la escuela particular a la que asisten o asistirán sus hijos, y menos por el sistema educativo en general.

Promover una mayor demanda social de los padres, de los alumnos y de la población en general, es fundamental para motivar a los políticos a realizar reformas educativas. ¿Pero hacia donde debería estar orientada esa demanda? Hacia contar con los mejores docentes, en todas las aulas, en todas las escuelas, independientemente de su condición económica y social, de su localización geográfica y la realidad familiar de estos alumnos. A su vez, como han hecho los países exitosos, definir estándares es de fundamental relevancia, estándares que sirvan como metas para la enseñanza de los alumnos. Tenemos que empezar esta exigente educación desde la temprana edad, como han hecho los países que han disminuido la inequidad de acceso a la escuela.

La calidad de la educacion tambien depende de la capacidad de medir y evaluar. Ya se trate de los resultados que obtienen los alumnos, el desempeno de los maestros, o de las escuelas como institucion, contar con información de cómo nos está yendo como sociedad educative es beneficioso.

Fomentar una educación de calidad para todos los latinoamericanos no puede estar limitado únicamente a la cuestión del acceso escolar, de la participación formal en el sistema educativo, desafío que las diferentes gestiones educativas han enfatizado en las últimas décadas. Tenemos que poner la calidad educativa como la prioridad.

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