Republicanos y voto latino: una actitud esquizofrénica

¿Cómo concuerdan los esfuerzos por granjearse el voto latino con los intentos de impedir el voto latino? No concuerdan. Intentan ganarse el voto de algunos e impedir el de muchos otros.
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romney

Decían que estas elecciones presidenciales - que se deciden el 6 de noviembre pero en donde ya se ha comenzado a votar - dependían de la decisión, a último momento, de un pequeño grupo de votantes. Los swing voters, los votantes indecisos, quienes oscilan entre republicanos y demócratas o nada, entre la indiferencia y el interés.

A ellos las campañas les rinden pleitesía, como si fuesen estudiosos de la política, analistas de la situación, que estudian cuidadosamente las dos principales opciones.

En realidad, si es que a esta altura del partido (si) no han todavía decidido, no hay otra escapatoria que caracterizarlos por su bajo interés en lo que los circunda y por la alta probabilidad de que, al final de cuentas, ni siquiera se molesten a ir a votar. A esta altura, dicen los expertos, los votos indecisos oscilan entre el 3 y el 5 por ciento del electorado. Y aunque en muchos estados la diferencia entre el caudal electoral de cada candidato es realmente mínima. Granjearse el apoyo de los votantes indecisos no alcanzará para ganar las elecciones.

¿Por qué? Después de casi cuatro años de campaña ininterrumpida, de agitación constante contra el mandatario por parte de la oposición, que exacerbó las diferencias y demonizó a Barack Obama, acusándolo indistintamente de ser musulmán, socialista, proterrorista y decidido a destruir Estados Unidos, hay pocos en el país que no tienen una opinión al respecto. En consecuencia, y dado que el electorado está casi matemáticamente dividido en dos mitades, para ganar, las partes requieren de algo más que convencer.

Por ejemplo, necesitan que su "base" esté entusiasmada de aquí hasta el día de la votación. Necesitan que quienes están ya convencidos por quién votar, pues voten. Precisan que sus acólitos se organicen el 6 de noviembre para que no solamente ellos, sino también sus familiares y amigos y hasta los desconocidos de la misma cuadra voten por la misma opción que ellos.

Para los republicanos, ello quizás tampoco alcance.

Si bien el coeficiente de entusiasmo en las filas del GOP superaba por mucho las de sus contrincantes demócratas hasta hace pocos meses, las cosas han cambiado. Esa ventaja ha mermado y quizás esté desapareciendo.

La convención demócrata, la maquinaria proselitista del partido, el mejoramiento - real o solamente percibido - de su situación económica hacen que en entusiasmo y combatividad las partes están en paridad, dicen los expertos. Y por parte de los latinos - malas noticias para los republicanos - el factor de entusiasmo no solamente alcanzó los niveles de 2008, sino que ya los supera en un 12 por ciento.

Y si convencer a los no convencidos y hacer que los míos voten no alcanza para ganar, queda una opción: impedir que los del otro lado voten, tanto en ataques personales como por medio de leyes. Hacerles la vida imposible. Impugnar ante las autoridades su derecho a votar. Reclamar que porque cuando se registraron a votar omitieron señalar el número de la casa, o porque su domicilio comparte la misma dirección con otro, o porque el local donde residen está señalado en los registros de propiedad como "comercial", pierden el derecho al voto. Este es el caso de Lori Monroe, de Cincinnati, Ohio. Allí, un grupo afiliado con el movimiento Tea Party presentó una lista de 2,100 personas que supuestamente cometían fraude electoral al secretario de Estado, un republicano.

De allí la ofensiva en al menos 31 estados por parte de los republicanos, en los lugares donde gozan de mayorías legislativas, con leyes diseñadas exclusivamente a prevenir a grupos de votantes "sospechosos" de inclinarse por los demócratas - como afroamericanos, latinos, o blancos pobres, ejerzan su derecho al voto.

Sí, porque entre los afroamericanos, el voto para reelegir a Obama podría llegar al 96%. . Y entre los latinos las encuestas le señalan alrededor de un 70% de intención de voto. Entre las mujeres hispanas, la preferencia por Obama llega al 74%.

Entonces, lo "sospechoso" en este caso no son aquellos votantes a quienes quieren quitar su derecho a votar, sino las motivaciones de quienes formulan esas acusaciones.

Dicen que su intención es pura y democrática: la de prevenir fraudes electorales.

Pero en Estados Unidos el fraude electoral es casi inexistente, sin contar el hecho que la empresa implicada en registros fraudulentos de votantes esta semana en Florida fue contratada por el Partido Republicano.

Aún así, el mito perdura. Y pese a que los tribunales federales hasta el momento han rechazado la legalidad de la mayor parte de los intentos de suprimir el voto de pobres y minorías, los esfuerzos siguen: de Ohio a Pennsylvania, de Texas a South Carolina, de Arizona a Mississippi.

A nivel estatal, pululan las propuestas de leyes destinadas a dificultar el voto, como las que exigen presentar un documento de identidad con foto. La demanda parecería lógica y es practicada en muchos países. Pero al legislarse tan cerca de los comicios, la mayor parte de aquellos que carecen del documento - que no es obligatorio - y que nuevamente, son los negros, los hispanos y los pobres, no tienen suficiente tiempo para obtenerlo. Y si el el porcentaje de participación ya es bajo: alrededor del 54% cuando las elecciones incluyen la presidencia y alrededor de 38% cuando no. , se intenta llevarlo aún más abajo.

Para los latinos, esto es doblemente perjudicial, porque el quid del mito es que "los ilegales" votan en hordas.

Es por eso que en algunos casos, los esfuerzos por supuestamente erradicar el inexistente fraude electoral se concentra depurar apellidos hispanos del padrón electoral.

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Suprimir la votación de los latinos podría proveer el margen de victoria necesario para los republicanos en varios estados. De esa manera, hay 24 estados en donde se restringe el voto latino, un caudal electoral que llega al 10 por ciento de la ciudadanía y al 8 por ciento de los votantes registrados.

Por otra parte y volviendo a los cálculos electorales, según ciertos políticos republicanos, alcanza con que reciban una pequeña porción del total del voto latino para cambiar el panorama en varios de los 15 estados indecisos, según el mismo Jeb Bush, republicano, exgobernador de Florida y hermano del expresidente.

De esa manera, los intentos de Romney y su grupo de conquistar votos latinos llega a su apogeo en estos días. Al mismo tiempo que piden bajar el caudal electoral de los hispanos, hasta sugiriéndoles que voten por un tercer candidato (con tal de que no lo hagan por Obama), quieren que todavía voten por ellos.

Hacen todo para recalcar la similitud ideológica entre la plataforma partidaria y la cultura latina. Se basan en lo que dijo el expresidente Ronald Reagan: los "hispanos son naturalmente republicanos, solo que todavía no lo saben". Y dicen que deberían llegar a saberlo porque son devotos religiosos, anteponen la familia a todo incluyendo su oposición al derecho al aborto y al matrimonio entre gays, valoran el arduo trabajo, prefieren la iniciativa privada, favorecen la enérgica lucha contra el crimen incluyendo la pena de muerte. Puede ser.

¿Cómo concuerdan los esfuerzos por granjearse el voto latino con los intentos de impedir el voto latino? No concuerdan. Intentan ganarse el voto de algunos e impedir el de muchos otros.

La de los republicanos es, entonces, una danza macabra, ilógica, y autodestructiva. Aunque logren emplazar en la Casa Blanca a Romney, al término de la contienda habrán perdido más terreno con las minorías - afroamericanos, latinos, asiáticos - que, juntos, están rápidamente convirtiéndose en la mayoría de la población estadounidense. De hecho, desde el año pasado, los nacimientos de niños blancos no hispanos, por primera vez en la historia del país, bajaron del 50 por ciento del total.

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