Todavía les dicen 'ilegales', como si fuesen esclavos prófugos

Dejen de llamar a los indocumentados "los ilegales". Empiecen por eso. No ha funcionado políticamente. Es injusto y ofende. Quien usa la palabra ilegal para designar a alguien denota pertenecer a un grupo que va de más a menos, y que es foráneo a la corriente de pensamiento del presente y del mañana.
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TO GO WITH AFP STORY - (FILE) An entire family emerge from the bushes on the Mexican bank of the Rio Bravo --reduced in that particular point to a narrow stream-- 11 April, 2006 near Ciudad Juarez. Mexico warned its citizens about travel in Arizona on April 27, 2010, in response to a tough new anti-immigration law that has provoked fury in Mexico and across the Americas. The law, signed by the southern US state's Republican Governor Jan Brewer, allows police to question and detain anyone they believe may be an illegal immigrant, even if they are not suspected of committing another crime. AFP PHOTO/Omar TORRES (Photo credit should read OMAR TORRES/AFP/Getty Images)
TO GO WITH AFP STORY - (FILE) An entire family emerge from the bushes on the Mexican bank of the Rio Bravo --reduced in that particular point to a narrow stream-- 11 April, 2006 near Ciudad Juarez. Mexico warned its citizens about travel in Arizona on April 27, 2010, in response to a tough new anti-immigration law that has provoked fury in Mexico and across the Americas. The law, signed by the southern US state's Republican Governor Jan Brewer, allows police to question and detain anyone they believe may be an illegal immigrant, even if they are not suspected of committing another crime. AFP PHOTO/Omar TORRES (Photo credit should read OMAR TORRES/AFP/Getty Images)

Los Ángeles, ya se sabe, es la capital de muchas cosas en Estados Unidos. Del mejor clima, sin ninguna duda. De Hollywood "whatever that means". De los terremotos. De los homeless. De los freeways. Eso, en todo el mundo.

Es también --el Gran Los Ángeles-- la capital de los indocumentados. Aquí ha estado por décadas la concentración más grande de quienes llegaron sin papeles legales, de México o de la China o de otros lares, en busca de mejor fortuna, trabajo y dinero para mejorar sus vidas y las de sus familias. Millones de almas.

Son nuestros padres, hermanos y hermanas, amigos y vecinos, clientes y conocidos. Son parte de lo que somos y de cómo vemos al mundo. En otras partes serían extraños. Aquí, no.

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Hasta hace poco, la percepción que del indocumentado se tenía en la cultura popular en Estados Unidos era negativa. El indocumentado era el paria. El nombre que muchos usan para llamarlo lo decía todo: el ilegal. Un nombre peligroso, porque una persona ilegal es una no-persona, una persona ilegal es inhumana y no merece ni derechos ni igualdades sino el escarnio, la cárcel, la expulsión, la persecución. Al "ilegal" entonces, se lo caza. En eso los han convertido.

Esta hostilidad tiene un solo paralelo en la historia de Estados Unidos. Una sola comparación posible.

El indocumentado es todavía para muchos como era el esclavo prófugo de la época de la esclavitud.

No pasó tanto tiempo: seis, siete generaciones atrás, en nuestro país se compraba y vendía gente. El color oscuro de piel de los afroamericanos fue aprovechado para cazarlos como animales: si aparecían en público, seguro se habían fugado. Ellos eran "los ilegales" de antaño.

Hasta ahora, en estados como Arizona y otros se buscaba legalizar una cacería parecida. Milicias armadas recorrían las fronteras, también en el sur de California. Unidades del Sheriff bloqueaban las calles de barrios populares. Buscaban a los de la piel de bronce.

Hasta las elecciones presidenciales, candidatos que antes favorecerían una reforma migratoria y el camino a la ciudadanía se tragaban las palabras y sólo decían que estaban un 100% contra la "amnistía". No era solamente Mitt Romney con su imposible idea de la "autodeportación". Hasta en el campo de los ganadores - del presidente Obama para abajo - la reforma migratoria era considerada poco menos que una utopía. Era algo que mejor se dejaba para los soñadores.

Precisamente. Con su lucha, los soñadores, los activistas del DREAM Act o DREAMers, trajeron de vuelta la "amnistía" desde el dominio de los sueños al de la "real politik".

El lenguaje impuesto por las opiniones políticas es lo que dificulta tanto los acuerdos. Llaman "amnistía", con una connotación despectiva, a todo: al DREAM Act, que permitiría estudios universitarios a jóvenes que crecieron aquí aunque nacieron en otros países; al plan de trabajos en el campo, favorecido por la industria del agro de California con sus 30,000 millones de dólares anuales. Aunque la última amnistía, la de 1986, la verdadera, haya sido la de Ronald Reagan.

Hasta las elecciones, el tema migratorio fue tóxico.

Eso ha cambiado. Muchas de estas palabras las escribí en 2010, ¡menos de tres años atrás! en Minutario.com, mi blog. Ahora estamos navegando en aguas tranquilas hacia una reforma. Sus alcances serán decididos en las próximas semanas. Podrían ser más o menos satisfactorios para los inmigantes y sus defensores.

Pero como mínimo, entre los acuerdos, arreglos y concesiones, un cambio debería figurar obligatoriamente.

Dejen de llamar a los indocumentados "los ilegales". Empiecen por eso. No ha funcionado políticamente. Es injusto y ofende. Quien usa la palabra ilegal para designar a alguien denota pertenecer a un grupo que va de más a menos, y que es foráneo a la corriente de pensamiento del presente y del mañana. Quien la usa ha perdido las elecciones. Quien dice a alguien "ilegal" abre la puerta para que "ilegales" sean no solamente quienes violan una regulación federal al cruzar ilegalmente la frontera. Quienes insisten en "ilegales" verán que la palabreja se extiende hacia otras violaciones. El que no paga la renta, ¿es un ilegal? ¿Y una multa? El que cruza en luz roja, ¿es ilegal? ¿El arrestado por pelearse estando borracho? Ya ven.

Lo dicho. El lenguaje es poderoso. Puede causar conflictos, o generar puentes. Tratar al otro con respeto es un comienzo para lo segundo.

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