Reforma migratoria: republicanos odian este momento

Los políticos republicanos odian tener encima los reflectores de la reforma migratoria. Pero después de que el Senado de Estados Unidos aprobó su propuesta este jueves, las miradas se enfocan en la Cámara de Representantes, donde tienen mayoría. Mirán a su alrededor: no hay escapatoria.
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bachmann steve king

Odian este momento. Lo que hagan, pierden.

Los políticos republicanos odian tener encima los reflectores de la reforma migratoria. Pero después de que el Senado de Estados Unidos aprobó su propuesta este jueves, las miradas se enfocan en la Cámara de Representantes, donde tienen mayoría. Mirán a su alrededor: no hay escapatoria.

Es obligatorio: para que una moción se convierta en ley, necesita ser aprobada por ambas cámaras, en una sola fórmula enmendada (y finalmente, claro, rubricada por el Presidente con su firma).

Pero como si fuesen un niño al que tratan de darle medicina, patalean y repiten "¡no quiero, no quiero, no quiero!"

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Es un hecho de la realidad que la Cámara Baja ha estado desde las elecciones de 2010 dominada por intransigentes y estentóreos representantes de la derecha: más de un centenar de nuevos congresistas radicales, de distritos de mayoría blanca en estados republicanos, ocuparon sus escaños.

En su mundo interior, no le deben su victoria al partido Republicano, sino a la inversa. Y si quieren ser reelectos en 2014, piensan, calculan, no pueden desviarse del dogma.

Por eso, la primera reacción de los representantes - y la de su desdibujado presidente John Boehner - fue de rechazo a la reforma migratoria. Convulsión, repulsa: esta ley está "dead on arrival", muerta antes de llegar.

Pero ya no es tan fácil. Los gritos de batalla de la línea dura ya no se oyen: sus representantes Michele Bachmann de Minnesota, Steve King de Iowa y Louie Gohmert de Texas imploraron ayuda de Glenn Beck - ¡de Glenn Beck! - para difundir su punto de vista en un evento en Washington la semana entrante. No nos escuchan, dijeron.

Eso sí, tienen algunas opciones. Pero ninguna es buena.

Si ignoran y dejan morir, como muchos de ellos proponen, la propuesta enviada por el Senado, se exponen a una presión constante desde hoy y hasta las elecciones presidenciales de 2016. Como dice Kevin Drum en Mother Jones, "matar la propuesta de ley probablemente sería bueno para los demócratas a corto plazo".

Otra opción ya declarada es que debatan, voten y aprueben ellos mismos sus propias propuestas. Que sigan jugando entre ellos a los que les gusta: cerrar la frontera, deportar cuanto más indocumentados, convertir la situación legal de éstos en un crimen (ahora es una infracción administrativa), localizar y deportar a quienes llegaron legalmente pero no se fueron al caducar sus visas (que son el 40 por ciento de los indocumentados), y en el mejor de los casos, maybe, just maybe, permitir a ciertos grupos quedarse. Pero sin que nunca puedan convertirse en ciudadanos y votar por los otros.

Pero si bien concentrarse en sus propuestas les asegurará el aplauso de los votantes de su distrito, también les atraerá el rencor de la comunidad latina, que entre otras cosillas, les privó en noviembre pasado de la victoria presidencial. Y la del público en general, que ahora apoya la reforma migratoria.

Porque después de todo, ¿no era que todo eso de la reforma era para detener la pérdida del voto latino?

Es cierto que, como escribe David Weigel en Slate.com, la mayoría republicana en la Cámara Baja no cree que necesitará, individualmente, del voto hispano en 2014. Pero el cambio demográfico es inevitable y la presencia latina en sus distritos electorales solo va en aumento. Y nuevamente, la población cambia su punto de vista. Es un péndulo.

La situación de los tradicionales o moderados no es mucho mejor. Les da asco tener que colaborar con Obama y los demócratas en avanzar la reforma migratoria, pero les da terror seguir convirtiéndose en un partido blanco, regional, populista y en la oposición.

En última instancia, la división dentro del partido Republicano sigue siendo la constante más importante en la política estadounidense en los últimos seis años. Para evitar que la fisura profundice y estalle, han adoptado el axioma de oponerse a todo lo que proponga Obama para permanecer unidos. Ya no funciona.

Para ahondar esa misma fisura como ha intentado repetidamente, Barack Obama desde Sudáfrica exhortó a la Cámara Baja este sábado a aprobar la reforma migratoria antes del receso de verano.

Además, explica el Washington Post, están los principales donantes a las campañas republicanas - magnates que contribuyen millones de dólares por año - y que ahora sí quieren la reforma.

Y también el grupo bipartidista de 7 congresistas que elabora una propuesta similar a la del Senado, como escribe aquí Maribel Hastings, no quita "el dedo del renglón".

¿Y ahora, qué hacen? Sí, odian el momento. Es que la realidad, duele.

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