No quieren reforma migratoria y es la última palabra. Por ahora.

Que sí, que no. El péndulo de probabilidades de la reforma migratoria en 2014 - y eso que estamos recién en febrero - sigue moviéndose a un lado y luego al otro. Que sí, que no. Ahora, no.
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WASHINGTON, DC - FEBRUARY 06: U.S. Speaker of the House Rep. John Boehner (R-OH) speaks during his weekly news conference February 6, 2014 on Capitol Hill in Washington, DC. Speaker Boehner discussed Republican agenda with members of the media at the news conference. (Photo by Alex Wong/Getty Images)
WASHINGTON, DC - FEBRUARY 06: U.S. Speaker of the House Rep. John Boehner (R-OH) speaks during his weekly news conference February 6, 2014 on Capitol Hill in Washington, DC. Speaker Boehner discussed Republican agenda with members of the media at the news conference. (Photo by Alex Wong/Getty Images)

Que sí, que no. El péndulo de probabilidades de la reforma migratoria en 2014 - y eso que estamos recién en febrero - sigue moviéndose a un lado y luego al otro. Que sí, que no.

El último empujón hacia el lado del no lo acaba de dar John Boehner, el republicano de Ohio que preside la Cámara de Representantes desde 2010. En su conferencia de prensa semanal, Boehner aclaró que a menos el presidente Obama se ponga serio y comience a poner en efecto las leyes migratorias actuales, será difícil convencer a los congresistas a que aprueben este año la ley de inmigración.

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"Miren, hay amplias dudas acerca de si se puede confiar en esta administración para poner en práctica nuestras leyes. Y hasta que ello no cambie será difícil llevar adelante cualquier legislación migratoria".

Es decir, los congresistas republicanos no están convencidos, desconfían del Presidente, y esa es la principal razón de que un acuerdo no es posible en estos momentos.

De esa manera, Boehner se hizo eco de las afirmaciones, la semana pasada, del senador republicano Marco Rubio de Florida: no hay reforma porque desconfían de Obama.

Respecto a poner en efecto las leyes, difícilmente haya un punto de asidero en la realidad para las quejas de Boehner. Barack Obama ha sido - para la desilusión de sus seguidores en la comunidad inmigrante y proinmigrante - el deportador en jefe, con alrededor de 400,000 deportaciones, año tras año, quebrando récords y acercándose a los dos millones de deportaciones desde que inició su presidencia.

Bajo su gobierno se fortificó la frontera entre Estados Unidos y México. Se enviaron decenas de miles de agentes de la patrulla fronteriza, se redoblaron las inversiones en elementos de separación, desde alambres de púa hasta aviones sin piloto o cámaras de control remoto, se incrementó la cantidad de "jueces" de inmigración - en realidad son funcionarios del ministerio de Seguridad Interna y no jueces verdaderos para expeditar las deportaciones...

Combinado con un repunte de la economía mexicana y la persistencia de la crisis laboral estadounidense, los cruces disminuyeron dramáticamente, y con ello, es de esperar, las deportaciones.

La administración, al dispensar esas medidas punitivas obviamente intentó reducir la validez de las afirmaciones de quienes se oponen a la reforma migratoria sobre la invasión, o la marea de indocumentados que siguen viniendo, sobre la seriedad de su decisión de aplicar las leyes, sobre su simpatía a las demandas de la comunidad latina.

Error garrafal. Porque esas críticas, protestas y quejas no se basan en la realidad de los números, sino en una realidad interna, políticamente configurada, en un mundo de constante campaña electoral en el cual Obama siempre es el malo, los números mienten y cuanto más duro, intransigente y supuestamente fiel a la ideología un político sea, mayor apoyo tendrá dentro de su agrupación.

Es un mundo en el que la transigencia es traición y la unidad dentro del núcleo republicano es más importante que el buen gobierno. Es imposible ganarle.

Pero Boehner sabe que Obama es más que "serio" en la implementación de las leyes migratorias. De hecho, hace una semana, su oficina publicó los principios de la propuesta de reforma republicana, que incluía la legalización de los 11 millones de indocumentados que se calcula viven en el país, aunque sin posibilitar que se conviertan jamás en ciudadanos y participen en elecciones. Esa publicación llevó a muchos a pensar que llegaban los tiempos del Mesías, que algo había cambiado de pronto y que un acuerdo, si no inminente, no era ya imposible.

Pero ni bien el documento vio la luz del día se levantaron quejas y protestas dentro del GOP - el Good Old Party. Un documento del Eagle Forum, una de las instituciones más conservadores y de mayor oposición a Obama publicó un informe de 48 en el que estableció que los inmigrantes son liberales y de permitírseles, votarán por los demócratas, lo que será el fin del conservadurismo en Estados Unidos. Se puede leer el informe aquí.

A Boehner le alcanzó. Pese a la buena voluntad de llegar a un arreglo antes de las elecciones congresionales de noviembre, el camino es largo, muy largo. Y como dice Associated Press, "un grupo de republicanos conservadores dijo el miércoles que el Congreso debería esperar hasta el próximo año para legislar sobre el tema migratorio con el argumento de que no tenía ningún sentido discutir un tema que genera división entre ellos en un año electoral".

Unas elecciones en las que, esperan, podrán recuperar la mayoría en el Senado, conservarla en la Cámara Baja, y dictar los términos de la legislación en los próximos dos años.

¿Entonces? Son todos reflejos del fenómeno político más importante de nuestros tiempos: la lucha interna dentro del partido republicano entre el ala intransigente y militante identificada con el Tea Party y activistas blancos en el interior del país, y el partido tradicional con su base financiera y su presencia en los centros del poder. A veces, un lado prevalece, a veces el otro, y Boehner es simplemente la esponja que lo absorbe y procesa y refleja en documentos y comunicados.

El presidente tiene las opciones limitadas. Su decisión, antes de las elecciones de noviembre pasado, de postergar por dos años las deportaciones de los DREAMERS le atrajeron la desconfianza republicana. Si siguiera los pedidos de los grupos migrantes, detendría las deportaciones, sepultando con ellos la posibilidad de apoyo republicano por años. Si aceptara las condiciones de los republicanos intransigentes, en un intento repetido de exacerbar el conflicto interno en esa agrupación, estaría motivando un nuevo endurecimiento de éstos.

Finalmente, hasta que esa lucha no se abra y haga pública - llevando entonces a que se decida - la situación no va a cambiar. Que sí, que no. Una vez más, y otra.

John Boehner

John Boehner al desnudo

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