Romney belicoso por fuera, cauteloso por dentro

En su respuesta, Romney, pues, sigue la línea partidista, sin capacidad de desprenderse de una posición política, porque cree que lo necesita para contar con el entusiasmo de suficientes votantes que en noviembre le podrían dar la victoria en la contienda presidencial. Y en esto, el candidato todavía podría tener la razón.
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Creemos que los coordinadores de la campaña presidencial del republicano Mitt Romney tenían ya listo el texto que el ex gobernador de Massachusetts iba a leer pocos minutos después de conocido el fallo de la Suprema Corte.

En él, Romney iba a felicitar a la mayoría del tribunal por haber declarado la reforma de salud - Obamacare - anticonstitucional, en su totalidad o parcialmente, e iba a pedir al electorado "seguir yendo adelante".

Pero algo pasó que trastornó los presuntos planes. La decisión de la Corte, sorpresivamente, dio una victoria a la administración actual, y lo que fue leído por el presidente John Roberts fue la opinión de los así llamados liberales, mientras que en minoría quedaron los así llamados conservadores. La ley fue declarada constitucional en casi todos sus incisos. La obligatoriedad de adquirir seguro médico fue rechazada si se consideraba bajo la cláusula comercial de la Constitución, pero avalada por el derecho del Congreso a imponer impuestos sobre la ciudadanía.

En su decisión, el juez Roberts dio la vuelta a la tortilla, sorprendió a izquierdas y derechas y cambió el curso de la historia - anotando de paso su propio nombre en una de las páginas.

La tormenta y la Suprema Corte

La Suprema Corte y la reforma de salud

En consecuencia, los planes de Romney tuvieron que cambiar. En vez de pocos minutos, pasó cerca de una hora hasta que se leyeron y releyeron los documentos del tribunal y se rescribieron los discursos.

Ahora, quien exhortó a "seguir yendo adelante" y olvidar el pasado, quien saboreó la victoria y pudo aparecer presidencial y nacional fue el actual titular, Barack Obama.

Romney debió entonces contentarse con declarar su desacuerdo con la resolución y con declarar su intención de - ya que la vía judicial estuvo cerrada - "repeal and replace", rechazar y remplazar la ley "en mi primer día como Presidente".

Así lo dijo Romney:

"Lo que el tribunal hizo hoy es decir que Obamacare no viola la Constitución. Lo que no hizo es decir que Obamacare es una buena ley o buena política. Obamacare fue mala política ayer, y hoy, una mala ley ayer y hoy.
"Lo que la corte no hizo en su último día en funciones yo haré en mi primer día si soy electo Presidente de Estados Unidos: actuaré para rechazar Obamacare".

Pero quien preste atención a las palabras, verá que Romney no dijo que anularía la ley, sino que lo trataría de hacer. Un análisis de las realidades políticas podría llevar a la conclusión de que así como fue para Obama casi imposible llevar a la aprobación de su plan original, que tuvo que enmendar para hacerlo aceptable para muchos de quienes, de cualquier manera, terminaron votando en su contra, será igualmente difícil para un Presidente Romney llevar a que se cancele lo ya votado y aprobado y firmado por su supuesto antecesor, si es que gana las elecciones de noviembre.

Un análisis de Ryan Lizza, el corresponsal en Washington de The NewYorker, es particularmente explícito y se titula: "Por qué Romney no cancelará Obamacare".

La explicación en pocas palabras: Romney no tendrá los votos suficientes, aún si los republicanos ganasen la mayoría en el Senado, hoy aún en manos demócratas.

Entre otras cosas, porque la misma arma parlamentaria que los republicanos han utilizado contra Obama y los demócratas desde que éste ocupó la Casa Blanca - el "filibusteo" parlamentario - ahora obrará ahora en su contra. Cualquier ley necesita hoy 60 votos o más para detener el bloqueo republicano - aunque estos poseen menos de la mitad de los puestos senatoriales, lo que explica la parálisis legislativa en el país. Es obvio que aún perdiendo su magra mayoría e incluso perdiendo la Casa Blanca los demócratas tendrán más de los 40 votos necesarios para impedir que se lleve una ley a votación. Y no lo aceptarán, mucho menos con una ley que constituye el caballito de batalla de ambos partidos.

Romney es en gran medida el padre de la reforma de salud, ya que instituyó una muy similar siendo gobernador de Massachusetts. Tan padre de la ley es, que la jueza del Supremo Ruth Bader Ginsburg, quien apoyó la resolución de la mayoría, dijo en un agregado independiente que en la ley (Obamacare), el Congreso siguió el ejemplo de Massachusetts para prevenir que solamente personas ya enfermas paguen por el seguro de salud.

Así escribió Ginsburg:

"Massachusetts [O sea, Romney], se le dijo al Congreso, solucionó el problema de la selección negativa. Al requerir que la mayor parte de los residentes obtengan seguro... aseguró que las empresas no se quedaran solamente con clientes enfermos... Massachusetts tuvo éxito allí donde otros estados fracasaron".

En su respuesta, Romney, pues, sigue la línea partidista, sin capacidad de desprenderse de una posición política, porque cree que lo necesita para contar con el entusiasmo de suficientes votantes que en noviembre le podrían dar la victoria en la contienda presidencial.

Y en esto, el candidato todavía podría tener la razón.

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