Reforma migratoria: ¿podrán superar el odio a los indocumentados?

Responden, ya no a intereses partidarios realistas y consideraciones futurísticas, sino a algo más entronizado y poderoso: el odio hacia los inmigrantes. El que ellos mismos cultivaron como arma política contra éstos y luego contra el mismo Obama.
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Selbin Medina Castillo, right, and Melvin Javier, join dozens of immigrants, many of them Mexican citizens, as they gather in sleeping quarters at a well known immigrant shelter, as many are making tough decisions on whether to try their luck at trying to make it to the United States, by illegally crossing the border, Thursday, Aug. 9, 2012, in Nogales, Mexico. The U.S. government has halted flights home for Mexicans caught entering the country illegally in the deadly summer heat of Arizona's deserts, a money-saving move that ends a seven-year experiment that cost taxpayers nearly $100 million.(AP Photo/Ross D. Franklin) (AP Photo/Ross D. Franklin)
Selbin Medina Castillo, right, and Melvin Javier, join dozens of immigrants, many of them Mexican citizens, as they gather in sleeping quarters at a well known immigrant shelter, as many are making tough decisions on whether to try their luck at trying to make it to the United States, by illegally crossing the border, Thursday, Aug. 9, 2012, in Nogales, Mexico. The U.S. government has halted flights home for Mexicans caught entering the country illegally in the deadly summer heat of Arizona's deserts, a money-saving move that ends a seven-year experiment that cost taxpayers nearly $100 million.(AP Photo/Ross D. Franklin) (AP Photo/Ross D. Franklin)

A ojos vistas, las negociaciones por la reforma migratoria avanzan. Tanto, que la línea divisoria entre demócratas y republicanos en el Congreso pasa ahora, no por si se legalizarán o no los 11 millones de indocumentados en Estados Unidos o se los "autodeportará" como proponía el candidato presidencial republicano, sino si finalmente obtendrán o no la ciudadanía, luego de ser legalizados, y cuándo.

Detrás de la reticencia de los senadores republicanos Marco Rubio, John McCain o Lindsay Graham -a cargo de la negociación- a aceptar que quienes entraron ilegalmente se hagan finalmente ciudadanos está obviamente el bien fundado temor a que cuando eso suceda, estos nuevos votantes prefieran a los demócratas. A que el ciclo demográfico implacable convierta al Partido Republicano de una vez y para siempre, en minoritario, en un grupo regional de los blancos del Sur y sus aliados cubanoamericanos, de la gente de suburbios y áreas rurales, una mera alianza de éstos con los multimillonarios a la defensa de sus intereses.

Pero ojo: es una arma de doble filo. Igual pierden. Si aceptan que la reforma otorgue la ciudadanía, los latinos podrían votar, como los afroamericanos, por los Obama - o los Sánchez - del futuro.

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Pero si se oponen a la ciudadanía, serán acusados de haber propuesto un país con categorías legales, de ciudadanos y luego gente de segunda. Y no habrán aprendido la lección de estas elecciones, de que para la comunidad latina, que decide resultados electorales, el tema migratorio es el más importante. Y perderán a los latinos por dos generaciones.

Y sin embargo la esgrimen, esa espada política, aunque como la de Damocles pende sobre sus cabezas.

Hablan de reforma sin reforma. De algo, cualquier cosa que les sirva para acallar las voces de inquietud en sus propias filas, no en la comunidad hispana. En eso difieren de la reforma promovida por su ídolo, Ronald Reagan, en 1986.

¿Por qué le es tan difícil al Partido Republicano mostrar una faz moderada y tolerante, y apoyar la reforma migratoria general?

Es que hay fuerzas gigantescas, inamovibles, dentro de los círculos populares, que ya no pueden, orgánicamente, evolucionar, aceptar la ciudadanía, el perdón, la amnistía, el arreglo, la aceptación.

Es que responden, ya no a intereses partidarios realistas y consideraciones futurísticas, sino a algo más entronizado y poderoso: el odio hacia los inmigrantes. El que ellos mismos cultivaron como arma política contra éstos y luego contra el mismo Obama.

Porque la incitación contra los indocumentados ha sido por muchos años parte inseparable de la cultura social y política inculcada a una parte importante de la población. ¿A quienes? A quienes sufren por la crisis económica. Blancos, de los estados más corrompidos por la crisis económica. Muchos de ellos son desempleados y empobrecidos. Trabajadores sin filiación sindical. Jubilados sin pensiones.

Quieren encontrar a los responsables de su situación y se les ofrece un blanco seguro: los inmigrantes, los de afuera, las minorías, los que son diferentes.

Esto escribí, y ahora republiqué en mi blog Minutario, poco después de las elecciones presidenciales que trajeron a Barack Obama a la Casa Blanca por primera vez, a propósito de la hostilidad. A esto me refiero:

"En esta campaña más que en otras, con patrañas, mentiras o estupideces, se echó la culpa de la crisis a quienes menos pueden responder y que de hecho son sus mayores víctimas: los pobres.
Que son ignorantes y que firmaron contratos hipotecarios que no comprenden.
Que son aprovechadores, que si quedan cesantes no buscan trabajo, sino que buscan explotar el beneficio del seguro de desempleo y vivir de él.
A los blancos, si son pobres, que son holgazanes, que no quieren hacer el trabajo que los inmigrantes hacen.
A lo que aquí llaman 'minorías', es decir, negros y latinos, especialmente, que son criminales en proporciones anormales, y por ende no dignos de confianza e indeseables.
A los inmigrantes: que son malévolos sofisticados, que se embarazan a un ritmo industrial para cruzar la frontera y parir ciudadanos estadounidenses.
Que son codiciosos, que vienen aquí arteramente en busca de trabajo para luego enviar el fruto del mismo al extranjero.
Que son traicioneros, que lo que realmente quieren es reconquistar estas tierras para México.
Para ellos, una joven latina embarazada es una bomba de tiempo.
Un muchacho de los barrios con el pelo rapado, un criminal en ciernes.
El otro, en lugar de ser el prójimo, es entonces el criminal, el ladrón, el drogadicto, el malo de la película de Hollywood".

Hasta aquí la cita.

Este es el porqué, el escollo casi insuperable que los Rubio, McCain y Graham tienen que superar. ¿Quién lo erigió?

Porque, cuidado, esa hostilidad es una ola que no se detiene ante nadie, ni ante ellos mismos. Y lo último que quieren es convertirse en blanco de la hostilidad. ¿O no?

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