Un grupo de indocumentados que cambian la historia

Estos jóvenes parecen distintos. Entraron voluntariamente - dos veces - a un centro de detención para informar sobre lo que ahí sucedía. Otros se autodeportaron para luego tratar de regresar legalmente, estipulando su derecho a volver adonde estaban viviendo. Y parece que su movimiento, a base de arrojo, crece.
This post was published on the now-closed HuffPost Contributor platform. Contributors control their own work and posted freely to our site. If you need to flag this entry as abusive, send us an email.
Wearing graduation-style cap and gown, U.S.-raised immigrant Alberto Peniche, 20, born in Mexico City and raised in Boston, waves and shouts as he and nearly three dozen youth prepare to present themselves to U.S. immigration officials as they cross the international bridge in Nuevo Laredo, Mexico, Monday, Sept. 30, 2013. Peniche's sister Maria Ines was part of the original "Dream Nine," a smaller group that attempted to enter the U.S. at Nogales, Arizona, in July. (AP Photo/Christopher Sherman)
Wearing graduation-style cap and gown, U.S.-raised immigrant Alberto Peniche, 20, born in Mexico City and raised in Boston, waves and shouts as he and nearly three dozen youth prepare to present themselves to U.S. immigration officials as they cross the international bridge in Nuevo Laredo, Mexico, Monday, Sept. 30, 2013. Peniche's sister Maria Ines was part of the original "Dream Nine," a smaller group that attempted to enter the U.S. at Nogales, Arizona, in July. (AP Photo/Christopher Sherman)

La primera vez que lo hicieron, fueron nueve. Y así llamaron al grupo: #DREAM9. Fue el 22 de julio de 2013. Los arrestaron y llevaron al Centro de Detención privado en Eloy, Arizona.

Luego llegó el segundo grupo. "El lunes 30 de septiembre, los #DREAM30 se entregaron en el puerto de entrada de Laredo (Texas) pidiendo permiso para que se les permitiera volver a casa", lo describe el sitio DreamActivist.or.

Se prepararon, escribe Eileen Truax, autora del libro "Dreamers, la lucha de una generación por su sueño americano", en la Casa del Migrante Nazareth, de los misioneros scalabrinianos, en Nuevo Laredo, Tamaulipas, al otro lado de este lado. Allí se congregaron, se entrenaron, se hermanaron para partir.

Uno tras otro, los 30 indocumentados - en realidad fueron 34 - se presentaron ante las autoridades - agentes de la Patrulla Fronteriza - y pidieron permiso de entrada humanitaria. Uno tras otro los subieron en vehículos oficiales y llevaron a centros de detención.

¿QUÉ PIENSAS? SI TIENES ALGO QUE DECIR, HAZ CLICK AQUÍ: NOS INTERESA TU COMENTARIO

"Los llevaron de ahí al Centro de Procesamiento en El Paso", nos dice uno de los activistas. Es una distancia de más de 600 millas. "Es que querían prevenir que organicemos a los demás inmigrantes detenidos. Nos alojaron a todos juntos, aislados del resto".

Pero igual lograron establecer contacto, dicen los activistas, y cuentan que "poco tiempo después otros detenidos organizaron una huelga de hambre".

Ahora, dice Mohammed Abdolahi, preparan un tercer grupo de al menos sesenta personas, incluyendo niños, que este 10 de marzo intentarán entrar a Estados Unidos - en realidad, volver a un país en el que han estado viviendo ilegalmente - por los cruces de Tijuana.

Sí: organizan a indocumentados que han vivido aquí toda su vida, que ya están deportados o todavía no, para tratar de regresar.

El aspecto quizás más extraordinario de su actividad: que el cruce que intentan es perfectamente legal. Llegan a la garita fronteriza y se anuncian. Aquí estamos.

"Así le contestamos a los que dicen que están por la inmigración en general, pero no por la ilegal," dice Abdolahi.

Los activistas pertenecen a la organización NIYA - National Immigrant Youth Alliance, o Alianza Nacional de Jóvenes Indocumentados, fundada por Abdolahi, Marco Saavedra y Viridiana Martínez, originalmente miembros de United We Dream, en 2010.

Junto con Abdolahi, están aquí Dulce Guerrero, Benito Miller, Santiago García y Luis Rivera-López, un adolescente que fue parte del segundo grupo, quienes se encontraron la semana pasada con algunos periodistas en una salita en el centro de Los Angeles.

Son activistas de inmigración de un nuevo tipo.

En diciembre pasado, Santiago García infiltró el centro de detención en El Paso, Texas y se quedó allí dos semanas.

Se hizo detener para poder averiguar - y luego informar - sobre lo que sucede detrás de las rejas. Y reportó, entre otras cosas, que "una gran cantidad de los que permanecen presos en ese lugar son solicitantes de asilo que han aprobado sus entrevistas iniciales pero no han sido liberados o informados sobre su solicitud de liberación, tal como está determinado por los propios reglamentos de ICE" como escribe Pilar Marrero de La Opinión.

El servicio de Inmigración ICE negó que las afirmaciones de García sean generalmente ciertas y le pidió datos específicos para poder verificarlas.

Reclaman que al haber crecido y vivido aquí, ésta es su casa, su país. A él están volviendo. Su lema, tal como aparece en su sitio de Facebook: Bring them home. Tráiganlos a casa. Actúan, nos dicen, para que cada uno de los deportados "tenga la oportunidad de volver".

De esta manera crean conciencia de la cuestión de los Dreamers, llegan a los titulares, llaman la atención.

"¿La próxima vez van a ser 600?"

Rien por mi pregunta. Parece que les abruma. El grupo no es grande: los abogados que les ayudan no perciben pago, y su presupuesto anual total, basado en donaciones, es increíblemente bajo.

Y sin embargo, mueven el mundo.

En la reunión los lidera Abdollahi, quien llegó hace 25 años de Irán, a los tres. En su página de Twitter se define: "#Illegal #gay #Iranian living in #Amerikkka working to empower undocs to fight for w/e they want. We organize to disorganize . . . #love"

(Ilegal, gay, iraní, vive en America, trabaja para fortalecer a los indocumentados para luchar por lo que quieran. Organizamos para desorganizar... #amor)

La estrategia de NIYA es potente y simple. Pone la disyuntiva de la inmigración a la orden del día. No espera, no negocia, no pide, no trata de convencer. Y no son ni improvisados ni apurados. Truax, que ha seguido de cerca el desarrollo de los grupos de DREAMers, estipula que la estrategia detrás de los 9 y los 30 se desarrolló durante tres años.

En 2006, millones manifestantes demandaron la reforma migratoria en las calles de los centros de población hispana del país. Fueron las mayores protestas de la historia de Estados Unidos.

Una de sus principales consignas fue "Aquí estamos y no nos vamos, y si nos echan, nos regresamos".

Después, los dirigentes tradicionales de la comunidad migrante prometieron resultados si las protestas callaban y "les dejaban" hacer cabildeo en Washington . Pasaron ocho años casi, y sin reforma aún.

Estos activistas, quizás sin saberlo, llevan entonces la consigna a su conclusión lógica. "Aquí estamos", dicen al llegar a la frontera, tratando de volver a casa. "Y no nos vamos".

A ver qué haces, porque yo estoy aquí, sin irme, parecerían decir.

Son la nueva generación del activismo juvenil, aquellos que pasaron de manifestaciones y solicitadas, de cartas y petitorios, a irrupciones en oficinas, cierre de calles, desobediencia civil, al intento de devolver a los deportados, para que vuelvan.

Sin embargo, dentro del campo de los Dreamers, los activistas migratorios, políticos y abogados de inmigración, hubo censura, protesta y crítica a las tácticas del grupo.

Un columnista del Huffington Post, David Leopold, dijo que lo que hacían era un ardid publicitario.

La abogada migratoria Susan Pai, escribió Luis Marentes en el Huffington Post, los acusó hasta de querer sabotear la ley migratoria.

Dijeron también que no todos los casos que se presentaron en la frontera merecen asilo y que pueden entonces poner en peligro a aquellos que realmente están en riesgo.

Y el congresista Luis Gutiérrez, promotor de la reforma migratoria en Washington, anunció en noviembre pasado que se distanciaba del grupo, por sus tácticas, por haber grabado sus conversaciones privadas.

También dijeron que fue gracias a que llevaron consigo a la prensa, que los activistas recibieron un mejor trato.

Para ellos, sin embargo, es al revés: sus logros se hacen los logros de todos, porque "nosotros podemos abrir las puertas a otros casos".

Y el apoyo solo creció con el segundo intento de los #DREAM30.

No rehuyen la controversia. Y señalan un enfoque muy propio: tanto republicanos como demócratas son responsables de que no haya pasado la reforma migratoria. Es más: aceptan la reforma por pedazos, no la integral, y si viene sin ciudadanía, bien.

Si la intención era crear conciencia de que la suerte de la reforma migratoria no se pacta en cocteles en Washington, está teniendo éxito.

Los del primer grupo, los #DREAM9 estuvieron detenidos por 17 días. Los del segundo grupo, hasta 43 días. Algunos de ellos fueron deportados, la mayoría no. Ignoran la suerte que tendrá el tercer grupo.

Quisieron acogerse a la protección del asilo, pidiendo la llamada "credible fear", la entrevista inicial para el asilo. Dijeron que en México los consideran estadounidenses, que eso los hace pasibles de discriminación, de violencia, secuestro, extorsión, como explica Luis López, el adolescente.

O como le explicó su padre meses antes a Pilar Marrero de La Opinión: "en Sinaloa, allá la violencia está a la orden del día y la gente piensa que porque alguien viene de Estados Unidos tiene dinero y se dan los secuestros".

"Nosotros afirmamos que ser DREAMER es pertenecer a un grupo social... que como tal, puede ser atacado", nos dice Abdolahi.

Pero el gobierno raramente aprueba esos pedidos a inmigrantes de México. De hecho, a menos de uno por cada cincuenta.

"Todos ellos tenían casos de asilo sustanciados, fuertes, y es la culpa del gobierno que solo aprueba menos de un 2 por ciento", explica el joven iraní.

"A una mujer le asesinaron dos hijos. La amenazaron y trató de huir a Estados Unidos. Pidió asilo político a la entrada del país y la regresaron. Tuvo que cruzar ilegalmente; la arrestaron y como ya la habían rechazado, su falta se considera delito grave o felony. Tuvo que esperar un año y medio para recibir la audiencia de "credible fear" en lugar de un par de días como lo pidió inicialmente".

Pero las probabilidades de éxito del pedido de asilo político son remotas. Es que "los jueces de inmigración son tendenciosos y tratan de obligar a los inmigrantes a autodeportarse", explican los activistas.

Y agregan que a medida que quienes piden el asilo pasan más y más días en detención, cuando esperan una respuesta y sin solución a la vista, en una situación que lleva al desánimo, la reacción natural es firmar el alejamiento voluntario, la autodeportación.

Pero estos jóvenes parecen distintos. Entraron voluntariamente a centros de detención para informar sobre lo que ahí sucedía. Se hicieron arrestar. Otros se autodeportaron para luego tratar de regresar legalmente, estipulando su derecho a volver adonde estaban viviendo. Y parece que su movimiento, a base de arrojo, crece.

Nota: este artículo fue actualizado el 17 de febrero para agregarle fuentes adicionales.

Fotografía: Cinthya Félix y Tam Tran

Sin papeles y por el sueño americano

Popular in the Community

Close

What's Hot