La Luciérnaga brilla en Los Angeles

La Peña literaria La Luciérnaga, que acaba de cumplir su reunión mensual número cien, este enero de 2014.
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la luciernaga

En el corazón del Valle de San Fernando, al norte de Los Angeles, tres docenas de personas de todas las edades leen y escuchan: poesía, cuentos, música, ensayos, aforismos. Debaten, analizan. Ríen. Alguien canta acompañado de su guitarra. O toca un tango en su violín. Alguien expone y explica sus pinturas. Alguien comenta los eventos de la semana.

Es la peña literaria La Luciérnaga, que acaba de cumplir su reunión mensual número cien, este enero de 2014.

Aunque en eso, es como muchas mujeres bellas: esconden la edad, u ocultan que hubo otra La Luciérnaga, otras generaciones previas de grupos de inmigrantes de primera generación que en el Sur de California se reunieron para expresar su cultura.

Sí, porque este grupo de amigos que se congrega para redimir su humanidad y su espíritu existe como reflejo de una diáspora diversa, como la suma de las historias personales de quienes la componen.

Toda enumeración de sus miembros peca a la justicia, porque deja detrás a otros de los centenares que durante años participaron y con su presencia mantuvieron viva la llama de la creación artística hispana en un país que habla inglés.

Quien firma estuvo como testigo, como periodista entrevistando al grupo, como participante, como miembro, como visitante, también imbuido por los pesados recuerdos del pasado y por las esperanzas.

¿Qué es La Luciérnaga? "Una institución de inmigrantes de primera generación", escribe el argentino Néstor Fantini, uno de los 12 fundadores, sin cuyo esfuerzo el grupo no existiría y en cuya casa en Northridge se llevan a cabo muchas de las reuniones

En 1990, un grupo de latinoamericanos - inicialmente argentinos y chilenos pero luego de casi todos los países al sur del Río Grande - se reunieron para leer la literatura que escribían y escuchar la música que componían. En esos años había un taller literario. Participaban bailarines profesionales. Actores de teatros vocacionales. Más poetas, de los épicos y de los trágicos. En 1997 publicaron un libro de cuentos: Mirando hacia el Sur. Con el tiempo se mezclaron y crearon allí amistades de toda la vida, lazos románticos, amores y desamores, más memorias, pero por sobre todo una subcultura peculiar: la creación en español, urbana, propia, con los sonidos del sur de California pero en el idioma de Cervantes. Aquí se forjaron palabras nuevas, que revolotearon bajo el cieloraso para intentar salir al uso cotidiano.

Y no se integraron con la literatura chicana, con la gran corriente literaria que crece aquí en torno a la presencia mexicoamericana, algo que Fantini explica en un reciente texto académico que se debe a que "estos escritores surgen en un período histórico en el que el discurso nativista limita los espacios culturales y políticos de las minorías etnoculturales".

Se expresan en reuniones mensuales y a través de su sitio de internet La Luciernaga Online, editado por Cecilia Davicco.

Siguieron así hasta 1997, cuando el grupo se disolvió. En 2005, comenzó a reunirse nuevamente en Northridge, dice Fantini, quien hace 25 años enseña historia en la secundaria James Monroe de North Hills. Estaban allí también José Manuel Rodríguez Walteros, Mixtli Goitia, Elsa y Ander Frausto, Norma Villanueva, Alberto Villalobos, Rafael Carvajal, Cecilia Davicco, Wenceslao Zapatero, Agueda Cabrera, Sofía y Enrique Auza, Oxy Lebrán, Natalia Zelaya, Damián Martin, Edith Fedezcko...

¿Qué es La Luciérnaga para sus miembros?, les pregunto.

"Es oxígeno para el cerebro", dice Mercedes Ibarra, y lo sabe: es su primera vez.

"Es un grupo de amigos que conduce una peña cultural con el arte como medio de comunicación", explica Julio Benítez, escritor cubano, maestro en Los Angeles, que así pasó de la soledad intelectual a la pertenencia. "Volví a nacer", dice. "Yo no hablaba de literatura por 10 años".

Una pertenencia que describe el poeta Raúl Arredondo, que llegó de Colima, México:

"Fijaste tu mirada de sal
Besaste la carnosa mejilla de mi soledad
Y me recordaste que existía".

Benítez fue prisionero político en Cuba. Fantini fue prisionero político de la dictadura militar argentina de los 70. Aquí se hermanan.

En una de las reuniones conectan una cámara de video a la TV gigante y ésta al programa Skype y al internet, y aparece en la pantalla otro grupo, de Cali, Colombia, u otro en Rosario, Argentina, y los seres creativos se hermanan fugazmente leyendo sus escritos. También organizaron lecturas en bibliotecas, escuelas, en la radio en español de Los Angeles. Lanzaron concursos literarios, ayudaron en la publicación de los libros individuales de sus miembros poetas, cuentistas, novelistas, ensayistas.

Y escriben sobre su vida en Estados Unidos, sobre el país natal, y acerca de todo lo que hay entre ambos. O, como Rafael Carvajal, con su lectura de certeros aforismos y reflexiones, sobre esa gran vía que es nuestra existencia.

"Muchos llegamos como amigos y aquí desarrollamos un español de Estados Unidos, por el poder que da el idioma y por cumplir la necesidad de congregarse", agrega el mexicano Alberto Villalobos , quien tradicionalmente cierra las reuniones con reflexiones sobre los eventos del momento.

Para el escritor José Manuel Rodríguez Walteros, nacido en Colombia, La Luciérnaga "llena dos vacíos. Como escritor el grupo es un aliciente para hacer el siguiente cuento. Y esto se une al vacío de amistades, a la presencia de grandes y maravillosos amigos". Rodríguez Walteros lee esa noche un cuento fascinante ante una audiencia silenciosa y maravillada. Sus personajes son de Long Beach, donde reside, o del mundo. Es un cuentista premiado y fascinante.

Elsa Frausto pinta el mundo con breves poemas y textos que nos lleva más allá dentro de su alma, y Ander Frausto rescata con su guitarra tonadas del folclore peruano.

El colombiano Dukardo Hinestrosa es un reconocido maestro de escritores y poetas que honra al evento con su participación: "es un foro abierto en donde [uno] trae poemas y recibe un estímulo con el aplauso generoso que ayuda y estimula. Es un foro de naciones... es un centro espiritual".

Es aquí donde se puede palpar la diferencia entre la cultura que se trajo de la casa y la adquirida . "Yo escribo en los dos idiomas y puedo compararnos a talleres en inglés", dice Elsa Frausto, "con la diferencia de que somos menos individualistas" ... "aquí es donde nos expresamos, podemos ser quienes somos, tenemos total libertad de expresión y la curiosidad, cada reunión, de no saber quién va a venir".

Por momentos, fueron pocos. Aguantaron. "Eramos siete personas en una de las peñas, pero ahora somos un punto de reunión para compañeros de todas las nacionalidades", dice el poeta y escritor Oscar Benítez, de El Salvador, autor de varios libros y condecorado por la ciudad de Los Angeles.

Jairo Duque se dedica a grabar, fotografiar y filmar las peñas de La Luciérnaga. Las documenta, transmitiéndolas por radio en Colombia, en su sitio de internet InformateNews.com y su canal de YouTube. Es entonces el epítome del testimonio: "es un espacio de privilegio donde se reproduce el talento en las letras y la cultura. Editar las grabaciones, escucharlas, me acercó a las letras, a escribir, más allá de ser lector".

Y aunque son inmigrantes, los recién llegados son pocos. Una encuesta parcial de los centenares que participaron a lo largo de los años arroja que 6 de cada 10 ha vivido en el país dos o más décadas. Y el 84% habla en inglés tanto como en español.

Un lustro atrás, escribí ésto en un comentario similar para La Opinión: "Los grupos literarios en español de Los Ángeles, que nacen y mueren y nacen otra vez, reflejan los deseos de los inmigrantes de mantener su cultura viva, es decir, en crecimiento. Los cuentistas y poetas de La Luciérnaga vienen de los paisajes de allá lejos y hace tiempo; pero pasan los años y Los Ángeles
comienza a aparecer en sus visiones y sus mil calles se transforman en otros tantos Macondos. Y así se trasluce el potencial de que surja una corriente nueva, de un milagro posible, que ésta deje de ser una generación forjada en el exilio para derretirse en una ciudad de nombre español y que ya es, casi, tan hispana como Guadalajara o Bogotá.

Las reuniones son el tercer sábado de cada mes, a las 8 de la noche.

Felicitaciones, y larga vida al bichito de luz.

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