Los Bonos de impacto social están llegando a los trópicos

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Por David Bloomgarden y Zachary Levey

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David Bloomgarden es el Jefe interino de la Unidad de Acceso a Servicios Básicos y Crecimiento Verde y líder del programa de Asociaciones Público-Privadas del FOMIN. Antes de unirse al FOMIN fue Director Adjunto de la Oficina de Bancos Multilaterales de Desarrollo en el Departamento del Tesoro de Estados Unidos.

Los desafíos de proveer educación y empleo formal, fomentar de la autonomía de la mujer, y frenar el aumento de las enfermedades crónicas siguen siendo serias preocupaciones de los países en desarrollo y mercados emergentes del mundo. Obstáculos institucionales, desconfianza entre los gobiernos y los inversionistas, la falta de consistencia y baja calidad en la entrega de servicios, y la falta de fondos hacen, muchas veces, que sea imposible encontrar soluciones a estos problemas.

Un número creciente de países desarrollados, sobre todo Estados Unidos y algunos países europeos, están explorando un nuevo mecanismo de financiamiento llamado bonos de impacto social (BIS) como una alternativa a las formas tradicionales de resolver algunos de sus problemas sociales más difíciles. Los BIS son una oportunidad innovadora para que los inversionistas privados, organizaciones filantrópicas, organizaciones no gubernamentales (ONGs), y el gobierno trabajen en conjunto para encontrar soluciones innovadoras a los problemas sociales.

¿Cómo funcionan los BIS?

Un BIS es una sociedad en la que los inversionistas de impacto (inversionistas que buscan el impacto social, además de los rendimientos financieros) y organizaciones filantrópicas --no gubernamentales-- asumen el riesgo de financiar una solución para un problema social difícil. Una vez que las ONGs y las empresas sociales (empresas que generan tanto bienes y servicios sociales como las ganancias financieras) reciben el capital de trabajo de los inversionistas privados o de organizaciones filantrópicas, pueden trabajar directamente con sus comunidades para implementar un servicio social efectivo, por ejemplo, un programa de reintegración para presidiarios recientemente liberados. Si estas organizaciones tienen éxito, el gobierno les paga a los inversionistas privados por los resultados sociales positivos. Como resultado, los gobiernos son capaces de transferir el riesgo de probar programas innovadores pagando sólo cuando haya resultados, las ONGs pueden acceder a financiamiento flexible y de más largo plazo, y los contribuyentes reciben más rigor, responsabilidad y valor por su dinero. Por ejemplo, dos BIS que están trabajando para mejorar las condiciones de jóvenes en riesgo entre 14 y 15 años de edad en el Reino Unido se han desempeñado por encima de las expectativas y entregado resultados suficientes para devolver el capital de los inversores antes de lo esperado, según Social Finance, la ONG del Reino Unido que administra los programas.

Los bonos de impacto social tienen un potencial importante, no sólo para Estados Unidos y Europa, sino también para muchos mercados emergentes de todo el mundo. Los acontecimientos recientes indican que América Latina puede convertirse en un nuevo mercado de frontera sólida para los BIS, con un rico conjunto de ecosistemas de múltiples jugadores.

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Fondo Multilateral de Inversiones

El nacimiento de los BIS en América Latina

En México, el gobierno federal y varios gobiernos estatales han comenzado a explorar en qué lugar se pueden emplear los BIS como una herramienta para "contratar" mejores resultados sociales. Por ejemplo, el estado de Jalisco ha estado analizando el diseño de un programa para que las madres solteras salgan permanentemente de la pobreza, trabajando en colaboración con el Fondo Multilateral de Inversiones, el laboratorio de innovación del Grupo Banco Interamericano de Desarrollo. Jalisco tiene una extensa trayectoria de asociaciones con empresarios locales e inversionistas de impacto. En general, México tiene un ecosistema vibrante de ONGs y empresas sociales que pueden proveer servicios dentro del esquema de BIS. Además, un número creciente de grandes fundaciones filantrópicas locales han expresado un serio interés en apoyar el desarrollo de un sector social basado en el desempeño en México a través de los bonos de impacto social.

Brasil también ha desarrollado los inicios de un mercado de BIS. Estados como Minas Gerais y Ceará están explorando los BIS como una herramienta para hacer frente a problemas sociales difíciles, tales como la reforma penitenciaria, la mejora de la educación y las tasas de finalización de la escuela. También se están involucrando inversionistas de impacto, organizaciones filantrópicas, organizaciones de la industria y universidades, quienes están sentando las bases de un ecosistema de mercado sólido para los bonos de impacto social. Por otra parte, Brasil ha organizado su propio grupo de trabajo nacional para la inversión de impacto que pronto se unirá a un grupo de trabajo internacional bajo los auspicios del Grupo de los siete (G7, antes G8) el foro gubernamental de las economías avanzadas más importantes del mundo. En el 2013, el G8 creó el Grupo de Trabajo de Inversión de Impacto Social para promover la inversión de impacto en las agendas de sus países miembros. La participación de Brasil es una gran noticia para los bonos de impacto social en el país, pues prepara el terreno para un mercado sólido para los resultados sociales.

Los BIS requieren un cambio cultural

A pesar de que los BIS tienen un gran potencial para América Latina, es probable encontrarse también con grandes retos al adaptar el modelo a ese contexto. Como fue evidenciado por la reciente noticia del primer BIS en Estados Unidos --el cual buscó reducir las tasas de reincidencia en la isla de Rikers ,la prisión más grande de Nueva York-- que no tuvo éxito. Los BIS no son la panacea y no garantizan el éxito. Sin embargo, eso es algo bueno, particularmente para los gobiernos con problemas de liquidez, quienes necesitan rendir cuentas de los resultados del gasto social. Los BIS requieren de un cambio cultural en lo que respecta a la manera en que la que las sociedades piensan financiar e implementar servicios sociales. Y este cambio no es fácil. Los BIS rompen con la forma tradicional de colaboración entre inversionistas, organizaciones filantrópicas, ONGs y agencias de gobierno, integrando una nueva cultura basada en los datos y la gestión del desempeño en la prestación de servicios; incorporan también capacitación en nuevas habilidades para apoyar la demanda de las intervenciones basadas en resultados. Si bien estos retos son reales, no son insuperables. América Latina ha sido una región que se ha destacado en la exportación de innovación social. Un ejemplo de ello son los programas de transferencias monetarias condicionadas, que pagan a las familias en efectivo por visitas frecuentes al médico y la asistencia escolar regular. Estos programas se desarrollaron primero en México y Brasil, y ahora han sido replicados en todo el mundo.

Mientras que los países de América Latina se encuentran en la búsqueda de soluciones para sus desafíos más grandes, el financiamiento a estas soluciones puede ser aún más difícil de encontrar. El desarrollo de una serie de BIS, bien diseñados y exitosos, abrirá una nueva vía en la búsqueda de soluciones para los problemas sociales de la región. Los BIS pueden brindar el financiamiento, los incentivos y la cooperación necesarios para proveer servicios de calidad y con mayor acceso para las poblaciones vulnerables, desde el río Bravo en México, hasta la Tierra de Fuego en Argentina.

Zachary Levey
Zachary Levey se unió al Fondo Multilateral de Inversiones (FOMIN) en el 2008 donde lideró operaciones para apoyar el despliegue de tecnología de energía limpia, la innovación social y el acceso a servicios básicos. Actualmente lidera la iniciativa de bonos de impacto social del FOMIN.

Del blog Tendencias del Fondo Multilateral de Inversiones

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