Internet y la destrucción cultural

Desde que surgieron los motores de búsqueda (search engines) y especialmente Google, los cibernautas usan menos la memoria. Se llama el "efecto Google".
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Ya conocemos las bondades de internet: nos comunica en tiempo real con personas en todas las esquinas del mundo; es el repositorio de tarabytes de información a la que podemos acceder en segundos (la misma que hubiera tomado semanas 30 años atrás); contiene herramientas para cientos de tareas prácticas o lúdicas.

En Debates.org preguntan si Internet ha hecho más daño que mejoras en la sociedad. 49% piensa que hay +daño, obviamente 51% lo contrario. Es un margen muy estrecho. Las opiniones están divididas.

Ciertamente en la gran red vemos trivialización, deconstrucción y empobrecimiento de la cultura que pretendemos potenciar con las tecnologías de información. No es la plataforma, es la gente. Pero Internet lo hace visible, lo revela. Se culpa al mensajero, pues.

Lo cierto es que más o menos la mitad de los usuarios siente preocupación por el impacto en los símbolos y los contenidos de la civilización actual. Alzan su voz lingüistas, psicólogos, maestros, padres y Vargas Llosa.

Al revés y más rápido

La información se hace más importante que lo que representa. Nos comunicamos con alguien en Japón en segundos aunque no con el vecino, el tiempo de ahora es "todo el tiempo", vemos televisión en un periódico, las audiencias tienen audiencias, hablamos por teléfono desde computadoras y manejamos computadora en los teléfonos. Somos a la vez interlocutores, emisores y receptores. Nuestras madres ven todo lo que hacemos en línea ¡auxilio!

Ese cambio tan masivo, tan variado y tan veloz de paradigmas abruma, confunde e incluso crea rechazo. Toda esa inmediatez no deja tregua. Para Álvaro Retana, un tecnólogo de Hewlett-Packard, "ese corto rango de atención es el resultado de rápidas interacciones que irán en detrimento del foco en problemas más complejos y provocará estancamiento en muchas áreas: la tecnología e incluso campos como la literatura".

Memoria transplantada, información-basura

Desde que surgieron los motores de búsqueda (search engines) y especialmente Google, los cibernautas usan menos la memoria. Se llama el "efecto Google". Reporta Science que Betsy Sparrow, investigadora de la Universidad de Columbia, ha comprobado en sus experimento que más personas prefieren no fijar un contenido nuevo dado que pueden encontrarlo en Google. La nube en vez de las neuronas.

Renace la preocupación de T.S. Elliott: "¿Dónde está el conocimiento que perdimos en la información?" Una generación que empobrece su memoria biológica, que delega en las máquinas sus propios recuerdos. ¿Qué hacen si se cae la conexión a internet?

La información disponible es inconmensurable, pero al igual de baja calidad en general. Hay noticias auténticas, generadas por organizaciones reconocidas pero los titulares y contenidos pasan por el "timeline" de miles de personas y se deforman, se les agregan o sustraen partes, por desconocimiento, por buena voluntad, por mala voluntad... Los social media exhiben una mezcla de lo auténtico y lo apócrifo, de lo sistemático y lo aleatorio, de lo propio y lo ajeno. A veces no se puede discernir.

Mario Vargas Llosa aboga por el tengan-cuidado-con-Internet. En su artículo de El País se refiere al autor Nicholas Carr quien:

Un buen día descubrió que había dejado de ser un buen lector, y, casi casi, un lector. Su concentración se disipaba luego de una o dos páginas de un libro, y, sobre todo si aquello que leía era complejo y demandaba mucha atención y reflexión...

Para Vargas Llosa escribir y leer son, en las interfaces digitales, un acto "mucho más superficial, puro entretenimiento, conformista".

Si la Internet y la computación son extensiones evolutivas del cerebro, no deberíamos dejar estos recursos a sus anchas en lo que se refiere a cultura. Y no olvidemos que las cumbres o los fallos de casi todo el contenido en línea debe atribuirse a personas, no a una "Matrix" que malévolamente pulveriza cada frase bien escrita de este mundo.

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Y encima nos espían

Si desmontamos las teorías conspiratorias (de que nos monitorean humanos y alienígenas 24 horas al día desde satélites y pequeñas moscas-robot), de todos modos queda claro que nuestra información privada no lo es tanto.

Google, Yahoo y Facebook han sido señalados de vender información "privada" de sus usuarios a empresas de mercadeo y otras. No es ilegal, porque el usuario lo aprueba al aceptar los términos de uso, pero genera preguntas y preocupaciones.

¿Y los gobiernos? El estadounidense sumido en un escándalo creado por lo que más temen los espías: filtraciones. Desde junio de este año, la National Security Agency (NSA) ha sido sindicada de espiar a empresas como Verizon y otros proveedores de Internet; de revisar información de más de un trillón de sesiones de usuario, según The Guardian.

The New York Times acusó a Skype de permitir acceso de organismos de inteligencia a las conversaciones de sus más de 700 millones de usuarios. Por su parte los británicos obtuvieron datos sobre un espectro de 2 mil millones de usuarios en el mundo.

La inteligencia francesa también monitoreó teléfonos y tráfico de internet en los últimos dos años, report Le Monde.

Si eso hacen países con accountability qué no harán regímenes y gobiernos como el ruso, chino, iraní, cubano, sin una traza de acceso público. A partir del 11A de 1991 los organismos de seguridad han ganado poder en todos los espectros políticos, por aquello de la "seguridad nacional" e internet es el canal por el cual, eventualmente, pasará el grueso de los contenidos mindiales, con llamadas telefónicas incluidas.

Y ahora es que falta

Hay muchas otras cosas. La muy difusa línea divisoria entre el derecho de autor y el dominio público de la web; el contenido deliberadamente falso; los carteles de Facebook que le atribuyen a Nietzsche o a Ghandi frases que jamás pronunciaron...

Las trataremos en futuros artículos. Sobre todo buscando formas de sobreponernos e incluso prosperar en este nuevo (y maravilloso) caos informacional y cultural.

¿Y el lenguaje, el idioma, la lengua? Oh, eso merece, no lo duden, un artículo aparte.

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Ilustraciones del autor

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