Tras la sombra del triunfo

Una de las noticias deportivas de más relieve en los últimos días en España está siendo las diferentes acusaciones hacia Anna Tarrés, la que es ya la ex-entrenadora de la selección española de natación sincronizada, a raíz de diferentes declaraciones que han tomado la luz tras su destitución del cargo que ocupaba. Acusada de emplear métodos de entrenamiento excesivamente duros, que se han tachado de inhumanos, e incluso considerados como maltrato hacia sus nadadoras, la entrenadora más laureada de la natación española ha declarado que presentará una demanda contra el presidente de la Federación Española de Natación, Fernando Carpena, a quien apunta como principal culpable.
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The team of Spain and winner of the bronze medal poses during he medal ceremony for the women's team synchronized swimming free routine at the Aquatics Centre in the Olympic Park during the 2012 Summer Olympics in London, Friday, Aug. 10, 2012. (AP Photo/Michael Sohn)
The team of Spain and winner of the bronze medal poses during he medal ceremony for the women's team synchronized swimming free routine at the Aquatics Centre in the Olympic Park during the 2012 Summer Olympics in London, Friday, Aug. 10, 2012. (AP Photo/Michael Sohn)

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Una de las noticias deportivas de más relieve en los últimos días en España está siendo las diferentes acusaciones hacia Anna Tarrés, la que es ya la ex-entrenadora de la selección española de natación sincronizada, a raíz de diferentes declaraciones que han tomado la luz tras su destitución del cargo que ocupaba.

Acusada de emplear métodos de entrenamiento excesivamente duros, que se han tachado de inhumanos, e incluso considerados como maltrato hacia sus nadadoras, la entrenadora más laureada de la natación española ha declarado que presentará una demanda contra el presidente de la Federación Española de Natación, Fernando Carpena, a quien apunta como principal culpable.

La polémica está servida, y en innumerables intercambios de opiniones en los foros y en las tertulias informales de café, se discute sobre la veracidad de las acusaciones que caen sobre la entrenadora, existiendo opiniones de todo tipo.

Algunos otorgan veracidad y se acercan a la postura de las ex-nadadoras que han redactado una carta revelando sus angustiosas experiencias vividas a lo largo de los entrenamientos con la ex-entrenadora de sincronizada. Sin embargo, otro sector de la opinión pública pone en tela de juicio dichas declaraciones, abogando por la presunción de inocencia de la entrenadora y sus métodos de entrenamiento.

Sin ánimo de presentar un posicionamiento hacia alguna de las dos posturas, sí me parece, interesante reflexionar, no únicamente desde del punto de vista del deportista, sino hacerlo también desde el del entrenador.

Durante los Juegos Olímpicos del pasado mes de agosto en Londres, me maravillaba ver el rostro de los deportistas que subían al podio. Ser laureado por una medalla olímpica, independientemente del color del metal, puede considerarse el mayor sueño de la mayoría de deportistas. Tras esa medalla hay infinidad de horas de trabajo, de sufrimiento, de afrontamiento a la adversidad, de superación, y todos los amantes del deporte admiramos a estos superhombres y supermujeres tanto por las hazañas y el espectáculo que nos ofrecen, como por lo mucho que nos hacen vibrar competición tras competición.

Alcanzar un privilegiado lugar en uno de esos tres codiciados peldaños es el colofón, el reconocimiento y el justo premio a una carrera deportiva y a una inversión personal que pocas personas son capaces de realizar. Y la mayoría de nosotros sabemos valorar y alabar su gesta al conseguir esa medalla, al alcanzar una final, e incluso simplemente al lograr la clasificación para la propia competición. En cambio, tras la sombra de esa medalla, de ese triunfo, hay muchas otras personas que quedan detrás, y que la mayor parte de las veces no tienen tal reconocimiento, cuando su implicación, su esfuerzo y su sacrificio, como mínimo, está al mismo nivel. Hablo de los entrenadores y del staff técnico que acompaña día a día al deportista y que tan desafortunadamente queda relegado a un segundo puesto.

Los profesionales del deporte centramos nuestras actuaciones, nuestra investigación, principalmente hacia la figura del deportista. En cambio, el trabajo con el entrenador muchas veces se limita al asesoramiento sobre cómo deben ser sus acciones, su comunicación en pro al deportista. Sin embargo, raras veces el enfoque es a la inversa, tomando en consideración las dificultades de los entrenadores, su dedicación plena a un deporte desde el más puro anonimato.

El maltrato y el abuso de poder de un entrenador hacia sus deportistas son indefendibles y me parece indiscutible tanto su regulación, como abrir canales que permitan dar voz a los deportistas para que puedan sentirse protegidos y destapar semejantes acciones. Sin embargo, me parece también apropiado realizar una reflexión desde el contexto del deporte de máximo rendimiento, en el que tanto los deportistas como los entrenadores, técnicos y demás personal implicado, deben asumir un rol de profesionales, especialmente en un momento social donde un deporte cada vez más espectacularizado demanda la superación de nuevos límites y el alcance de nuevos récords.

Probablemente, algunos de los aspectos que desde el deporte debemos tomar en cuenta, hacen referencia a la transformación de una actividad que en sus inicios trataba de ser lúdica, educadora y trasmisora de valores, pero que en cambio, cada vez más se aleja de aquellos ideales que refería el Barón Pierre de Coubertin, quien soñaba con una competición como signo de unión y hermandad entre los hombres y en el mero placer de competir por competir.

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