Paco Cabañas, el primer medallista olímpico mexicano. Round 1

Una lluvia de monedas caía por toda la palestra de la Arena Nacional. Entre el ring side y el cuadrilátero estaba Paco Cabañas, un muchacho menudito que no perdía las esperanzas. Era boxeador amateur de peso mosca. Se emocionaba, sonreía, disfrutaba y se comprometía con sus paisanos. Le faltaban cuatrocientos pesos para poder viajar a Los Angeles, California. Todos los ahorros de su madre los traía en la bolsa. Eran trescientos pesos y el viaje en tren costaba setecientos. Cuatro años antes se había hecho una promesa irrompible, de honor, la prueba más grande de su vida: competir en los X Juegos Olímpicos.
This post was published on the now-closed HuffPost Contributor platform. Contributors control their own work and posted freely to our site. If you need to flag this entry as abusive, send us an email.

Me gusta buscar historias. Trabajo por intuición. Amarro una fecha, más un personaje, más un escenario, más un recuerdo que provocan contextos. Utilizo la información dura y a veces apelo un poco a la imaginación para recrear capítulos del pasado. Con el video capturo el presente. Enfoco el pasado. Vuelvo a recrear el legado de aquellos que le han dejado su vida al deporte. Procuro buscar sobrevivientes, protagonistas y testigos. Parto de que los atletas, de cualquier disciplina, se definen a sí mismos a través de instantes fugaces. El instante del triunfo, de la derrota, del hubiera o de la lesión, por ejemplo. No hago juicios de valor. No critico el desempeño. Simplemente siento la historia y la comparto. Empezamos este espacio en HuffPost Voces con el recuerdo de Paco Cabañas, el primer medallista olímpico mexicano. Se me ha sugerido escribir entre 500 y 800 palabras por entrada. Esta entrega se hará en tres rounds.

Round 1

paco cabanasUna lluvia de monedas caía por toda la palestra de la Arena Nacional. Entre el ring side y el cuadrilátero estaba Paco Cabañas, un muchacho menudito que no perdía las esperanzas. Era boxeador amateur de peso mosca. Se emocionaba, sonreía, disfrutaba y se comprometía con sus paisanos. Le faltaban cuatrocientos pesos para poder viajar a Los Angeles, California. Todos los ahorros de su madre los traía en la bolsa. Eran trescientos pesos y el viaje en tren costaba setecientos. Cuatro años antes se había hecho una promesa irrompible, de honor, la prueba más grande de su vida: competir en los X Juegos Olímpicos.

Las monedas seguían cayendo. De centavo en centavo o de peso en peso. Daba igual. El tren partía a las ocho de la noche con quince minutos del lunes 18 de julio de 1932.

Sacrificio

Por el boxeo, Paco sacrificó la escuela en 1926. Tenía 14 años cuando dejó la secundaria y empezó a pelear en el Gimnasio de Fabriles, en la Ciudadela. Se estaba forjando. La técnica se convirtió en su pasión. En aquella época los mejores boxeadores se formaban en las aulas del Centro Deportivo Internacional, la Academia del Profesor Rosendo Arnaiz. Fue el propio Arnaiz quien le dio una oportunidad. "Me dijo que fuera, que me iban a dar mi tarjeta y me pusieron a pelear a las dos semanas y me echaron un gallito muy fuerte: Chucho Nájera. Me ganó en decisión, muy apretada, pero me ganó en decisión". Desde entonces no dejó de entrenar.

Campeón Mosca

En el año olímpico de 1932 llegó el momento esperado. Con los puños se convirtió en el mejor mosca del Internacional. Después fue campeón del Distrito Federal. Era un boxeador técnico, elegante e inteligente. "No tenía punch pero mis golpes eran muy certeros, bien dados, bien marcados, en medio y rápidos", nos dice. Así se convirtió en el mejor de México. Era el Campeón Nacional de peso mosca. Paco Cabañas, por derecho propio, tenía un lugar en las Olimpiadas de Los Ángeles.

Corazón partido

Orgulloso de ser el campeón se presentó en el Comité Olímpico Mexicano, al mando del General Tirso Hernández. Estaba listo, ansioso de formar parte de la delegación olímpica. Pero esa ilusión se esfumó de pronto y el corazón se le partió en cachitos.

"Me presenté al Comité Olímpico y me dijeron: ¿sabes Paco?, no hay dinero para pagar tus pasajes, no podemos llevar a todos. Si tú consigues para tu pasaje, tu tienes ya tu puesto asegurado -se le nubla la mirada recordando la escena 68 años después- ¡Híjole!, a mí eso me cayó como bomba. Desde 1928 me hice el propósito de ir a las próximas olimpiadas. Estuve cuatro años preparándome para ir, por eso me rompieron el corazón cuando me dijeron que no iba". Noqueado por la decisión del Comité Olímpico regresó a su casa. No había nadie, seguramente Doña Ana Pardo, su mamá, estaba en la tiendita.

En 1920 (10 de mayo) había muerto su padre y con los mil pesos del seguro de vida que les había dejado, Doña Ana compró una tiendita, una miscelánea conocida en la colonia de los Doctores como "La Brisa". Fue ahí donde Paco empezó a llorar. "Le platiqué a mi mamá y me le puse a llorar, entonces sacó sus ahorros y eran 300 pesos y fui al comité olímpico y di mis 300 pesos y me dijeron que no, que tenía que dar lo demás. Eran 700 pesos de ida y vuelta."

Paco no lo podía creer. Su máximo sueño empezaba a convertirse en pesadilla. El boxeo era su vida, una vocación que construyó en los juegos de la infancia.

El gallo de la Casa Sander

Desde niño fue peleonero, era el más gallo de los chamacos de la palomilla. Vivía en el número 28 de la calle Doctor Navarro. Era una vecindad llamada la Casa Sander. Las palomillas nadaban en el río de la Piedad y después se armaban los trancazos. Poco a poco se fue haciendo popular entre la tropa. "Cualquier detallito iban por mí y los otros ya me veían y se iban", recuerda.

Paco vivió, prácticamente, todo el siglo XX. Nació el 22 de enero de 1912. Las dos guerras mundiales, la revolución mexicana, todas las participaciones olímpicas de México. Más de 32 mil días de vida pero sólo en uno conoció la gloria olímpica: el 13 de agosto de 1932.

Esta historia continuará...

Popular in the Community

Close

What's Hot