Paco Cabañas, el primer medallista olímpico mexicano. Round 2

La última moneda iba cayendo despacio mientras las luces de la arena se reflejaban con cada giro. Paco seguía en el mismo lugar. Estaba asombrado mirando hacía el público y de reojo veía una lona que se había cubierto de metal. "Félix Vega, un manager, me llevó a la Arena Nacional. Debutaba Chucho Nájera y ahí pidieron la cooperación del público para que pudiera ir (a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1932). Ese día aventaron centavos, monedas y el anunciador dijo que esas monedas eran para mi boleto a la Olimpiada".
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La última moneda iba cayendo despacio mientras las luces de la arena se reflejaban con cada giro. Paco seguía en el mismo lugar. Estaba asombrado mirando hacía el público y de reojo veía una lona que se había cubierto de metal. "Félix Vega, un manager, me llevó a la Arena Nacional. Debutaba Chucho Nájera y ahí pidieron la cooperación del público para que pudiera ir (a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1932). Ese día aventaron centavos, monedas y el anunciador dijo que esas monedas eran para mi boleto a la Olimpiada".

paco cabanas ¡Eran los cuatrocientos pesos que le faltaban para ir a los Juegos Olímpicos!. Escuchaba, sentía las porras y los gritos de aliento que llevaría consigo en su viaje hacia Los Angeles.

¡Váaamonos!

Los pistones de la potente locomotora subían y bajaban provocando exhalaciones de vapor. Con las carboneras llenas el tren ordinario México-Ciudad Juárez se había convertido en el tren olímpico. El reloj de la estación de Buenavista marcaba la pauta. El itinerario de los ferrocarriles era parte de la tradición de viajar en ellos. Había que ser puntual porque al grito de ¡váaamonos! la máquina comenzaba a tirar del convoy sin detenerse. Eran las ocho de la noche con quince minutos del 18 de julio de 1932 cuando el maquinista puso en marcha al tren olímpico. Minutos antes Doña Ana le había echado la bendición a Paco. Por él, por aquellos que arrojaron las monedas en la Arena Nacional y por su madre, su sueño fue esa noche una realidad. "Ya me imagino yo, lo que la hice sufrir", nos dice nuestro primer medallista con un nudo en la garganta.

Durante tres días el ferrocarril cruzó el bajío, las sierras, los valles y las tierras áridas del norte hasta que llegó a la frontera. Al llegar a Ciudad Juárez los 72 atletas mexicanos cruzaron la línea y en El Paso, Texas, abordaron otro tren por la mañana. Sintiendo el calor que sintió hace tantos años Paco recordó que para llegar a California cruzaron el insoportable desierto de Arizona. "No podíamos abrir las ventanas del tren porque el aire nos quemaba", rememoró. Pero en la noche de ese día contemplaron la Ciudad Olímpica.

30 de julio de 1932

El Coliseo de Los Angeles estaba a reventar. Más de 100 mil espectadores presenciaron la inauguración de los Juegos Olímpicos. Los contingentes marchaban uno a uno. Pasaron 18 delegaciones cuando 72 deportistas vestidos de blanco desfilaban encabezados por una bandera verde, blanco y rojo. Eran los mexicanos, uno de los siete grupos más numerosos del evento. En el cielo, un gigantesco dirigible de una compañía llantera se posaba como un vigía mientras una antorcha iluminaba el rostro de los atletas. El fuego olímpico ardería en el pebetero del estadio hasta el 14 de agosto.

Malas noticias

Para el 11 de agosto de 1932 "El enviado especial" del periódico La Afición, en su columna "Desde la Ciudad Olímpica", daba malas noticias a los lectores mexicanos. "Y ahora vayamos con el boxeo, que mucho interesará por allá. Desgraciadamente tenemos que darles muy malas noticias. Por malas decisiones o por lo que ustedes quieran, es el caso que nos han eliminado a tres a la hora que escribo ésta. Y no ha peleado México sino tres peleas, es decir, hemos salido a las primeras de cambio".

Sabino Tirado, Miguel Araico y Al Romero estaban fuera. Romero era la gran esperanza, a él sí le pagaron todos sus gastos y perdió porque supuestamente cometió foul. En aquel entonces el periódico fue el único medio de comunicación que mantuvo informada a la afición en México. Una breve nota en los diarios decía lo siguiente: "Ninguna compañía que hace trasmisiones por radio quiso pagar los 100 mil dólares que por derechos de exclusividad pidieron los organizadores de la Décima Olimpiada. En consecuencia no hubo trasmisiones directas, aunque sí dieron cuenta del desarrollo de los eventos más importantes tomando las impresiones de los despachos de prensa".

Nada se sabía de Paco Cabañas, el joven de 20 años que pagó su boleto para ir a los Juegos Olímpicos. No era favorito, no había esperanzas depositadas en él. En el Comité Olímpico lo tiraban de loco, pero el 10 de agosto de 1932 comenzó su ascenso hacia la gloria.

Esta historia continuará...

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