Juegos Olímpicos: El récord mundial mexicano olvidado

A sus 16 años, Guillermo era el tercer mejor nadador de resistencia del mundo. Había dejado la escuela y sólo terminó la secundaria. Su padre, Manuel, se la jugó con él. "Era mi amigo, era mi compañero, era mi fuerza, era mi espíritu", recuerda el nadador. Los mil 500 metros libres representaban la prueba máxima de la natación.
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"¡No hay tiempo que perder, las costillas fracturadas le perforaron el pulmón!. Hay que hacerle una traqueotomía. Por el golpe en la cabeza está inconsciente, vámonos a Puebla", dijo uno de los paramédicos. El accidente fue terrible. La tarde lluviosa, la carretera Puebla-Orizaba estaba completamente mojada. Cuando se choca contra un trailer poco se puede hacer. En la ambulancia iba un hombre casi sin vida. Guillermo Echevarría decía su licencia. No reaccionaba, sólo el corazón latía débil pero constantemente. Ese día, el 3 de julio de 1981, Guillermo entró en un coma profundo. ¡Qué paradójico!, una máquina sustituyó a sus poderosos pulmones. Aspiraba y exhalaba, mientras sus recuerdos cobraban vida en su inconsciente.

Tokio 1964
echevarriaA sus 16 años, Guillermo era el tercer mejor nadador de resistencia del mundo. Había dejado la escuela y sólo terminó la secundaria. Su padre, Manuel, se la jugó con él. "Era mi amigo, era mi compañero, era mi fuerza, era mi espíritu", recuerda el nadador. Los mil 500 metros libres representaban la prueba máxima de la natación. Sólo los hombres de pulmón, los más fuertes recorrían un kilómetro y medio en menos de 17 minutos.

Los Juegos Olímpicos de Tokio eran su momento. El entrenamiento fue extenuante. Iba bien alimentado. Listo. Pero las cosas no salieron como se esperaban. "No sé a quien se le ocurrió que lo mejor fuera que yo llegara lo más justo a la competencia, que por los glóbulos rojos, los blancos y no sé que tanta tontería, que me iba a ayudar mucho por la altura y llegamos 4 días antes de la competencia. Se nos olvidó un pequeño detalle: que en el día iba a estar durmiendo y en la noche despierto y eso en el deportista es la muerte".

Nadó dormido y quedó en noveno lugar. Por una décima de segundo ni siquiera calificó a finales. "Fue una experiencia que no me amargó". Dos años después llegó la revancha. Compitió en 1500, 400, 200 y 100 metros libres. En 200 metros mariposa, 400 metros combinado y en todos los relevos. "En 1966, en los Centroamericanos de Puerto Rico, competí y gané diez medallas: ocho de oro, una plata y una de bronce".

D.F. agosto de 1981

Guillermo seguía en el limbo. Había perdido más de 20 kilos. El corazón estaba débil pero latiendo. Un pulmón, muy dañado y los médicos dicen que no hay nada que hacer, sólo esperar porque en México la eutanasia no era ni es legal.

Lágrimas en el agua

Veinte kilómetros diarios, en tres etapas: mañana, tarde y noche. Esa era su rutina, su entrenamiento. Desde las seis de la mañana hasta donde cayera la noche. Guillermo Echevarría lo quiso todo y así se entregó. "Daba todo mi ser, yo nada más pensaba una cosa: nadar, nadar. Ser el mejor".

En julio de 1968 tuvo que conseguir su boleto a los Juegos Olímpicos de México. El selectivo se realizó en Santa Clara, California. Lo mejor del mundo en la alberca y entre ellos él. "Una tarde antes de ir a Santa Clara le dije a mi papá llorando: ¡estoy tronado!, voy a hacer el ridículo en Santa Clara".

Primero compitió en 400 metros libres. "No era nadie, me había estancado durante dos años. Yo nadando me estaba dando cuenta que estaba en primer lugar, te puedo decir que fue tanta mi emoción que me solté llorando, me puedes decir "oye, no seas mamón ¿dónde sentiste esas lágrimas?" pero simplemente mi respiración no era la misma porque yo sentía que estaba sollozando, nuevamente estaba dominando una competencia internacional. Pero fui un pendejo, perdí la concentración y me ganaron. Perdí y quedé a siete décimas de segundo de romper el récord mundial. Esa noche me dio chorrillo del coraje. Me decía pendejo, pendejo, ¿por qué no te concentraste?".

A los dos días, una nueva oportunidad. Su prueba fuerte: los mil 500 metros libres. "Excuso decirte que cuando me pare en el banco de salida volteé a ver al campeón que tenía el récord mundial: Mike Burton. Estaba dos carriles a mi lado y lo vi enano, insignificante, lo vi jodido y dije: yo a este güey le gano porque le gano. Me sentía poderoso, con el control total de todo esto. Le consentí, nadé al paso de él -¡fíjate que güey!- a los 800 metros dije: ora sí, ahí te ves y me pelo, me voy. Yo estaba dominando la competencia. Mi padre me hacía señas con el pulgar hacia abajo. Me decía que iba bien, que iba por abajo del tiempo. Yo sentí que iba ganando la carrera. El sonido local anunciaba que yo llevaba parciales negativos para romper el récord de Burton. Los americanos empezaron a gritar: ¡go, go, go!. Yo empecé a oír y dije: ¿qué pasó?, si yo voy en primero. ¿A quién le están gritando?, no es a mí, yo soy mexicano y aquí hay puro gringo. No entraba en mi cabeza que me estaban apoyando a mí. Cuando toco, escucho el clamor de la gente y en la pizarra observé que había roto el récord mundial".

El 7 de julio de 1968 nadó un kilómetro y medio en 16 minutos, 28 segundos y una décima de segundo. "Me convertí en el primer mexicano en tener una marca mundial, hacer el mejor tiempo del mundo, pero lo hice en julio. En octubre ya venía de picada, ya estaba cansado. Nos falló el programa, no calculamos bien y no pude llegar hasta octubre con esa condición". El recuerdo de la Olimpiada de México 68 le parte el alma a pesar de sus esfuerzos por superarlo.

D.F. septiembre de 1981

Con 37 kilos menos. El líquido acumulado por el coma profundo amenazaba con invadir sus pulmones. El dinero se acabó y la terapia intensiva se cobra cada vez que se registra un latido del corazón. La cuenta del Hospital Español se fue al cielo. ¡Hay que hacer algo!. Sus amigos fueron con el presidente de México, José López Portillo, buscando ayuda. Guillermo fue trasladado al Centro Médico Nacional.

México 1968: los Juegos Olímpicos

La gloria no es eterna. El récord mundial fue recuperado por Mike Burton casi un mes después. Pero en México las esperanzas estaban situadas en Guillermo Echevarría. "Vas a ganar", "la medalla es tuya" le decían todos los días.

Entrevistas con la prensa. Él era noticia: un mexicano derrotó a Burton, el más grande nadador de 1500 en la historia de este deporte. Continuaron los entrenamientos. Don Manuel, su padre, estaba a su lado día y noche. Y era en las noches cuando su almohada se empapaba de ese sudor que la inquietud provoca en uno. Guillermo no descansaba, no podía dormir.

Era ganar o ganar. Estaba en su país, en su ciudad, con su gente. Pero estaba tronado. Alcanzó su mejor nivel tres meses antes de la Olimpiada. Venía en picada y nadie se daba cuenta.
"El Tibio, el Tibio, el Tibio. Medalla de oro para México", enloquecía el cronista. Aquel 23 de octubre de 1968 Felipe "Tibio" Muñoz consiguió la victoria en los 200 metros pecho. El optimismo estaba desbocado y las esperanzas se afilaban más en Echevarría.

Para el 26 de octubre estaba todo listo. "Medalla segura". Fue tanta la expectación que hasta el propio presidente Gustavo Díaz Ordáz dejó su despacho para asistirla competencia en la alberca olímpica "Francisco Márquez".

En sus marcas, listos... Guillermo Echevarría y Mike Burton bajo el agua. Las gradas apoyando con todo. Nueve años de entrenamiento. Treinta vueltas. El cronómetro pasaba de los segundos a los minutos. Burton al frente. Echevarría tronado, cansado, con todas las ganas puestas pero al final solo consiguió el sexto lugar. Venía lo más difícil: salir del agua.

"Imagínate, yo salí con la toalla arriba de mí, con la cabeza abajo, con unas mentadas de madre y una chifladera como si fuera un deportista profesional. Un luchador o un futbolista ya están acostumbrados pero uno no. Yo salí por debajo de las gradas, agarré mi coche y me fui a mi casa. El presidente se me quedó mirando y no dijo nada. Después me mando llamar a Los Pinos y fui con mi padre. Cuando entro a su despacho me dice: "te mandé llamar porque quiero regañarte por la forma en que saliste (de la Alberca Olímpica), no saliste como el gran mexicano que eres. Tú eres un gran mexicano y muchos mexicanos estamos orgullosos de ti".

Centro Médico Nacional, finales de septiembre de 1981

Dos meses y medio en coma profundo. De aquel hombre de 80 kilos de peso no quedaba más que la mitad. Su corazón siguió latiendo y ya no tan débil. El pulmón se le estaba llenando de líquidos. Había que intervenir. Lo llevaron al quirófano. En un suspiro largo y profundo se pensó lo peor, pero regresó: abrió los ojos, salió del coma, rompió su récord de vida para implantar uno nuevo. Pasó un año más en silla de ruedas. Lo llevaron a una clínica para rehabilitarse y una mujer lo enseñó a caminar de nuevo. Salió del hospital y lo llevaron a una clínica de rehabilitación. "Bety, la terapeuta ahora es la hermosa madre de mis hijos: Andres y Lorena". Hoy en día, Guillermo Echevarría trabaja en el Comité Olímpico Mexicano y es un hombre agradecido con el deporte. Nunca consiguió el oro pero fue el primer mexicano en romper un récord mundial.

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