El pequeño deshollinador que ganó la Tour de France

Su trabajo era bastante sucio. El pequeño deshollinador entraba con destreza en los tiros de las chimeneas de Reims. Apenas tenía 15 años y estaba lejos de su pueblo y separado de sus ocho hermanos y sus padres, quienes estaban perdidos en quien sabe que lugar de la enorme Francia. Maurice Garin (23 de marzo de 1871) había nacido al otro lado de Los Alpes, en un pequeño pueblo del Valle de Aosta llamado Arvier. El personaje, entonces, era italiano de nacimiento y hablaba una lengua románica, particular de la región, conocida como arpitán. En 1885 emigró con su familia, en un misterioso escape.
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"Antes que campeón soy un hombre del pueblo. No sabía que estas dos nociones se harían consustanciales al deporte ciclista", Maurice Garin

Su trabajo era bastante sucio. El pequeño deshollinador entraba con destreza en los tiros de las chimeneas de Reims. Apenas tenía 15 años y estaba lejos de su pueblo y separado de sus ocho hermanos y sus padres, quienes estaban perdidos en quien sabe que lugar de la enorme Francia. Maurice Garin (23 de marzo de 1871) había nacido al otro lado de Los Alpes, en un pequeño pueblo del Valle de Aosta llamado Arvier. El personaje, entonces, era italiano de nacimiento y hablaba una lengua románica, particular de la región, conocida como arpitán. En 1885 emigró con su familia, en un misterioso escape.

Los Gerin, padre, madre y nueve hijos, buscaban llegar cerca de la frontera con Bélgica. Para eso tuvieron que sortear las heladas montañas alpinas. Ahí, Maurice vivió una cruda experiencia que lo separó de su familia y lo tuvo limpiando chimeneas durante su juventud. Cuenta un relato que ante la miseria y la preocupación de sus padres, un infame embaucador les cambió al niño por una pieza de queso y los sedujo con la promesa de enseñarle un oficio que le permitiera al joven ganarse la vida. Además, un guía ayudaría al resto de la familia a cruzar las montañas. En ese entonces, estaba de moda que los niños fueran explotados por estas mafias y Garin pudo haber sido una de las víctimas.

Supo que un hermano suyo había muerto cien kilómetros al norte de París y que su padre había vuelto a Arvier, para morirse poco tiempo después. De su madre y el resto de los suyos no hay datos concretos. Pero encontró a dos de sus hermanos, Ambroise y César, y se instalaron en Roubaix. Ahí abrieron un taller de bicicletas y comenzaron a pedalear los tres.

Maurice no tenía en mente la competencia a pesar de que conducía su bicicleta tan rápido y con tanta temeridad que le decían el loco. Ante tales cualidades, en 1892 lo convencieron de correr como amateur. Recorrió 200 kilómetros entre Maubeuge-Hirson-Maubeuge y llegó en quinto lugar. A partir de entonces siempre quiso más hasta que optó por ser profesional.

Garin medía un metro con 62 centímetros y pesaba 60 kilogramos. Comparado con el resto de los ciclistas parecía un jockey montando a un flaco jamelgo de tubos y ruedas. Esta desventaja hizo que las aventuras del pequeño deshollinador fueran de antología. En 1893 corrió una carrera de 24 horas en París y la ganó. Para delicia de las crónicas compartió sus secretos. Garin rodó 701 kilómtros en un día completo y en ese lapso se alimentó con 19 litros de chocolate caliente, siete litros de te, ocho huevos cocidos, mucho vino tinto del fuerte, 45 chuletas, una extraña mezcla de café con champaña, cinco litros de tapioca, dos kilos de arroz y unas cuantas docenas de ostras. A partir de 1895 se convirtió en un ídolo que sorprendía a sus seguidores con estas hazañas llenas de emociones.

Por aquellos tiempos pensar en una carrera de bicicletas de casi dos mil quinientos kilómetros, atravesando valles y montañas, y recorriendo Francia era una locura absoluta o una aventura digna de ser relatada por Julio Verne en sus célebres viajes extraordinarios. Aunque el escritor aún estaba vivo, la idea no fue de él, fue de un periodista. Géo Lefévre, colaborador de L'Auto, convenció a sus jefe, Henri Desgrange, y juntos creyeron y apoyaron la odisea que arrancó el primer día de julio de 1903. Desde luego que el primer bribón en apuntarse fue el pequeño deshollinador. De París a Lyon, de Lyon a Marsella, de Marsella a Toulouse, de Toulouse a Burdeos, de Burdeos a Nantes y de Nantes a Paris. Garin volvió a recorrer Francia como lo había hecho buscando a su familia, pero ahora sobre una bicicleta y compitiendo contra otros sesenta pioneros de esta carrera que puso a prueba a la especie humana. Sólo terminaron 21 competidores con Maurice Garin al frente, simbolizando a aquellos ciclistas dispuestos a llegar al límite de todo su ser.

El 9 de julio de 1903, Maurice Garin recorrió dos mil cuatrocientos veintiocho kilómetros en seis etapas, pedaleando a un promedio de 25.6 kilómetros por hora, con un coraje y una resistencia excepcionales. Medio siglo después de su gran hazaña, con 82 años encima, el viejo y pequeño deshollinador recordaría lo siguiente, justamente al arrancar la Tour de Francia de 1953: "Mis jóvenes amigos, jamás podréis comprender las dificultades que tuvimos que afrontar con nuestras máquinas rudimentarias, sobre carreteras imposibles. Éstas eran más hostiles que nuestros enemigos y, sin embargo, cuántos bellos recuerdos han dejado en mí. El recuerdo de una gloria jamás empañada, de una vida que no hubiera alcanzado sin la bicicleta y, sobre todo, de una promoción social inesperada".

Pero fue la Tour de Francia la que provocó el lastimoso retiro de Maurice Garin. Al año siguiente, en 1904, volvió a ganar la carrera. El pueblo lo vitoreó como a los grandes héroes y el comité organizador no pudo enfrentarse a la pasión desenfrenada. El ciclista más querido de la época había hecho trampa. Hizo parte del recorrido en un auto motorizado y fue descalificado unos meses después. También lo sancionaron con dos años de castigo y fue ahí en donde reflexionó sobre su destino. Optó por volver a Lens y abrió un garaje que mantuvo hasta que pudo. Sus últimos años las pasó en la confusión y el olvido que posiblemente le generó el Alzheimer. Vagaba por las calles preguntando donde estaba el puesto de control que siempre buscaban los ciclistas en los tours. Muy frecuentemente acababa en la oficina de policía sin saber quien era ni en donde estaba. Murió a los 85 años, el 19 de febrero de 1957.

Su recuerdo es tan poderoso que cada año llega una peregrinación de franceses hasta el pueblo de Arvier, habitado tan solo por 850 personas, y en donde dicen que aún subsisten las ruinas de la casa en donde nació el primer campeón de la legendaria Tour de France.

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