Esos son los chidos

Cuando yo tenía 10 años y medio se murió Rodolfo Guzmán Huerta (5 de febrero de 1984). Tenía la misma edad que mi abuelita, aunque el nacido en mero Tulancingo, un 23 de septiembre (de 1917) era más chico que la madre de mi padre. Fue ella quien me contó la leyenda del enmascarado de plata y hasta me dejaba ver las películas del Santo, cuando las pasaban en la televisión (religiosamente cada fin de semana). A medias recuerdo cuando Rodolfo Guzmán se levantó media tapa en el programa de Jacobo Zabludovsky.
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Cuando yo tenía 10 años y medio se murió Rodolfo Guzmán Huerta (5 de febrero de 1984). Tenía la misma edad que mi abuelita, aunque el nacido en mero Tulancingo, un 23 de septiembre (de 1917) era más chico que la madre de mi padre. Fue ella quien me contó la leyenda del enmascarado de plata y hasta me dejaba ver las películas del Santo, cuando las pasaban en la televisión (religiosamente cada fin de semana). A medias recuerdo cuando Rodolfo Guzmán se levantó media tapa en el programa de Jacobo Zabludovsky.

Tenía mis luchadores de plástico, con sus capas tan delgadas como las bolsas del supermercado, y una chafísima palestra con cuerdas de liga que tronaban cuando alguno de mis monos se proyectaba desde la tercera. Nunca lo vi luchar y el enigma del doblaje de su voz me generaba dudas similares a la crisis existencial de la verdadera identidad de Santa y los Reyes Magos. Entender que el Santo tenía la misma voz que Kojak no era fácil.

Por aquel entonces, mis primos vivían en una casa que les rentaba Alfonso Arau, cerca de Miguel Ángel de Quevedo y División del Norte. A los angelitos les gustaba la onda chida. Melenudos, experimentadores, con aretes, tatuajes, y con una enorme colección del Play Boy gabacho. Eran (y son) intensos. Artistas, músicos y muy rockeros. Bajo ese contexto escuché la biografía más sencilla y precisa del único súper héroe mexicano de carne y hueso. Era una canción y la cantaban unos tipos más extraños que mis primos: Botellita de Jerez.

El Guacarrock del Santo hoy es una poderosa conexión entre varios pasados (el de Rodolfo Guzmán, el de mi abuelita, el de mis primos, el mío) con el eterno Enmascarado de Plata y mis hijos, Luis Enrique de casi siete años y Rodrigo de cuatro. Cantan la canción, se la aprendieron a la primera, pero sufren ese enigma de no comprender los tiempos remotos, ni la muerte de Rodolfo Guzmán, ni el repentino envejecimiento de los tipos raros que ahora escandalizan a mi madre cuando sus nietos se confiesan como botellos de última generación. Sin duda que para mi, esta es la mejor biografía del súper héroe y recorre sus hazañas en tan solo tres minutos con 39 segundos.

Guacarrock del Santo

Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay hombres que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero los hay quienes luchan todos los domingos, esos son los chidos. Santo, el Enmascarado de Plata.

Nació en mero Tulancingo un 23 de septiembre. Nació de muy buena mata con el Santo por nombre, enmascarado de plata. Héroe de carne y hueso, defensor de los buenos que a las mujeres vampiro, hombres lobo y enanos, el solito hizo menos.

Era de nogal el Santo. Era un gran campeón. Por eso luchaba tanto. Desenmascaró a Black Shadow y también al espectro. Con patadas voladoras. Su llave de acaballo, les dejo nuevo aspecto. Batman y Supermán, superhéroes de historieta. Nunca subieron al ring, le sacatearon al parche. El santo sí era la neta.

El Santo quemó sus naves, lo digo sin recelo porque ha bajado San Pedro para aplicarle sus llaves y se nos fue el Santo al cielo.

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