San Valentín, sin sexo

¿Cómo crees que puedes comenzar a disfrutar del proceso de seducción, si estás concentrándote en lo que no te gusta de tu cuerpo?
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Dentro de poco llega nuevamente otra de las fechas tan ansiadas y temidas por muchas de nosotras. Una de esas ocasiones que nos llenamos de expectativas y significado: la celebración de San Valentín, o el llamado Día de los Enamorados.

Para quienes estamos solas, puede convertirse en un mal recordatorio de nuestro estado civil ("¡ya se casaron todas mis amigas!") y motivo de ansiedad o depresión.

Pero para quienes ya tenemos pareja la situación puede ser igual de estresante, especialmente si tenemos baja autoestima o una imagen corporal negativa. Si éste es tu caso, seguramente planear la celebración de San Valentín sea un proceso agonizante: tal vez quieras verte bonita para esa fecha y consideres que no has bajado la cantidad de peso que te habías propuesto en Año Nuevo; o tal vez no te sientas para nada atractiva y reacciones de manera insegura con tu pareja. En mi consultorio escucho estos casos constantemente y, si te sientes identificada con esta situación, es a ti a quien quiero hablarle hoy.

Normalmente ocurre que en ocasiones especiales como lo es San Valentín, las mujeres queremos sorprender y satisfacer a nuestra pareja. Y más que nada, queremos sentirnos amadas, únicas y deseadas. No hay nada malo con eso, pero lamentablemente tendemos a utilizar las estrategias equivocadas para llegar a ese resultado. ¿Por qué? Porque nos concentramos en lo externo, en lo puramente visual, confiamos en el veredicto inapelable de nuestra imagen en el espejo y, en vez de oír nuestra voz interior, tratamos de amoldarnos a lo que creemos que se espera de nosotras.

Un buen ejemplo de estas estrategias superficiales son las boutiques de venta de lencería, que se atiborran de clientas por estas fechas. Muchas mujeres entran esperanzadas en encontrar una prenda especial para lucir. Si su autoestima es baja, terminan saliendo del negocio con las manos vacías y el corazón estrujado. Las que sí compran algo, sin embargo, no necesariamente lo hacen por tener más amor propio o mejor apariencia física que las demás.

Éstas son las razones que me dan muchas de mis clientas sobre por qué han elegido una prenda u otra:

"Si me pongo esto mi novio me verá atractiva y entonces me voy a sentir sexy". "Con este sostén parecería que tengo los senos más grandes". "El color de este camisón me esconde la celulitis". "Compré esta tanga para darle el gusto a él, a mí no me gusta".

La pregunta que cabe hacerse frente a estos comentarios es la siguiente: ¿cómo crees que puedes comenzar a disfrutar del proceso de seducción, si estás concentrándote en lo que no te gusta de tu cuerpo? ¿Cómo abandonarte al placer del momento, compartir y gozar tu cuerpo con otra persona, cuando tú eres la primera que lo rechaza? Antes de que comiences a sentirte culpable, me gustaría hacerte una sugerencia distinta para el día de San Valentín: si la quieres pasar bien con tu pareja, olvídate del sexo. Sí, así como lo lees.

¿Por qué te lo sugiero? Cuando ponemos toda nuestra atención en un resultado final, como es llegar a la cama con nuestra pareja o tener un elusivo orgasmo, nos estamos olvidando que la seducción es un proceso y no un fin en sí mismo. Por eso te invito a hacerte a ti y a tu pareja otro tipo de regalo: regálate una experiencia placentera, y no te preocupes de lo que vaya o no a pasar después. Salir a bailar, darse mutuamente un masaje, ir de picnic, subirse a una rueda gigante, ir a patinar... búscate una actividad que implique movimiento, tacto, y de ser posible también risas, aire fresco, compañerismo y mucha diversión.

Como verás, la típica cena en el restaurante más caro de la zona ha sido dejada de lado. Levántate de la silla, muévete, no te estreses contando las calorías del menú o pensando si mañana te van a cerrar los jeans. Eso no es ni sexy ni romántico.

Si te animas a poner esta estrategia en marcha y decides invitar a tu pareja a hacer algo diferente, lo peor que puede pasar es que ustedes descubran que son terribles patinando, y se rían tirados por el piso. Que les salgan chispas y ampollas en los pies de tanto bailar. Que se les manche la ropa favorita por sentarse sobre el césped húmedo. Que ambos tengan una anécdota divertida para recordar juntos y fortalezcan así los lazos que los unen. Y lo mejor que puede pasar... es que la pasen muy bien. Con o sin sexo.

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