La inteligencia emocional del chocolate

Hasta el día de hoy no he encontrado una mujer a quien el chocolate no le guste, y menos a una a quien le de asco (no puedo decir lo mismo de otros alimentos). El chocolate presenta mil versiones distintas, y siempre encontraremos una que se adapte a nuestro paladar: chocolate blanco, con leche, amargo, en forma de barra, torta, helado, tazón caliente... la lista es amplia.
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Llegó marzo y, con él, una de las fases del año más bellas para todas las mujeres que se preocupan por la silueta. Las resoluciones de Año Nuevo ya han quedado atrás, y si todavía no hemos bajado los 20 kilos que nos habíamos propuesto, a estas alturas nos conformamos con bajar unos 20 gramos.

Además, el cambio de estación trae consigo muchos beneficios: para las que viven en el sur, se acaba el verano y ya se puede esconder el sobrepeso bajo un suéter amplio o una falda holgada. Para las que vivimos por el norte, aún es demasiado temprano para obsesionarnos por cómo se verán nuestros muslos cuando nos toque ponernos el bikini.

En conclusión: durante marzo podemos darnos un respiro y comer tranquilas, lo que para la mayoría de las mujeres significa dejar las dietas de lado y poder comer chocolate.

Hasta el día de hoy no he encontrado una mujer a quien el chocolate no le guste, y menos a una a quien le de asco (no puedo decir lo mismo de otros alimentos). El chocolate presenta mil versiones distintas, y siempre encontraremos una que se adapte a nuestro paladar: chocolate blanco, con leche, amargo, en forma de barra, torta, helado, tazón caliente... la lista es amplia.

Esta predilección por el chocolate (y por el cacao, su principal ingrediente) no ha pasado desapercibida a ciencia de la nutrición. Se han realizado numerosos estudios que indican distintos tipos de beneficios que el cacao tiene en nuestro cuerpo: desde aminoácidos que favorecen la producción de serotonina (asociada a estados de felicidad), pasando por importantes minerales (potasio, fósforo y magnesio) hasta los conocidos flavonoides. Como si esto fuera poco, se sabe que el cacao está tradicionalmente asociado a la potencia sexual, uno de los motivos por los cuales se lo asocia con las relaciones románticas.

Todos estos datos suenan muy prometedores. Lamentablemente para nuestras caderas, la mayoría del chocolate que consumimos tiene una concentración de azúcar y grasa bastante alta, pero una concentración de cacao bastante baja. Por este motivo se estima que tendríamos que comer diariamente 8 barras de chocolate oscuro (o 30 barras de chocolate con leche) para obtener sus beneficios - dejo librada a la imaginación de los lectores las consecuencias de semejante acción, y me pregunto quién se animará a hablar de beneficios después de darse semejantes atracones diarios -.

Independientemente de estos estudios, como experta en Psicología de la Nutrición, no puedo evitar observar que la propiedad del chocolate que el sexo femenino en particular encuentra más fascinante es la única que el cacao realmente no posee: la inteligencia emocional.

Pregúntenle a cualquier mujer por qué le gusta comer chocolate y (paladar aparte), verán que ninguna menciona el magnesio o los flavonoides. Más bien obtendrán alguna versión de estas respuestas: "el chocolate me calma", "el chocolate me da ánimo", "el chocolate me consuela". Estas afirmaciones son suficiente motivo para dejarnos perplejos: después de todo, hay muchos otros alimentos que tienen alto valor nutricional, pero ¿cuándo fue la última vez que oímos a alguien decir "los espárragos me entienden" o "el brócoli me alegra"? Suena bastante tonto creer que un rábano o un pepino puedan satisfacer nuestras necesidades emocionales, pero en el caso del chocolate no cuestionamos la racionalidad del argumento.

El chocolate parece ser una de las pocas sustancias legales que afectan positivamente a nuestro estado de ánimo, y sin embargo, ningún chocolate es tan inteligente como para saber consolarnos, animarnos o alegrarnos. Esas son cualidades humanas, y es justamente allí donde debemos aprender a buscarlas: en nuestra propia inteligencia emocional.

Si lo que necesitamos es una palabra de aliento, un abrazo o una pausa, debemos crear la suficiente claridad y conexión en nuestros sentimientos como para lograr cubrir esas necesidades emocionales sin tener que caer en la alacena, la nevera o el menú de postres.

Tal vez el chocolate sea la opción que tengamos más a mano, la más conocida o la que más resultado nos ha dado hasta ahora. Pero la mejor estrategia a largo plazo es darle gracias a los bombones por los servicios prestados y, en vez de confiar en su inteligencia emocional imaginaria, reclamar la nuestra propia. Cuanta más sintonía tengamos con nuestro propio cuerpo, sus emociones, sensaciones y anhelos, más poder tendremos sobre nuestras decisiones alimentarias.

Les invito a reflexionar sobre este tema y a poner vuestra inteligencia emocional en práctica, sobre todo cuando sientan la necesidad de ser consoladas por un pedacito de cacao. Les será especialmente útil practicarlo en este bello mes de marzo, pues ya se acerca abril con sus chocolates de Pascua...

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