Por estos días se ha celebrado en Estados Unidos la fiesta del Cinco de Mayo, que si bien nada tiene que ver con la fecha de la independencia mexicana, es una ocasión para recordar afectuosamente a uno de los países que más alegrías me ha dado: México. Sin haber pisado sus tierras aún, este país ya me bendecía con amigas del alma y con los frutos generosos de su cocina y su cultura.
Por eso me choca bastante ver que, para muchos estadounidenses, el 5 de mayo se reduce afectuosamente a un manojo de estereotipos. Es día de usar sombreros, sonar maracas, comer burritos, nachos y guacamole... y nunca falta alguien que haga un chiste sobre mariachis, Speedy González o Carmen Miranda (quien dicho sea de paso era brasileña).
Cuando me mudé por primera vez a Estados Unidos, observar estos estereotipos me causaba vergüenza ajena, sobre todo si me encontraba en compañía de mis amigas mexicanas. Pero ellas no le daban importancia: "Ni le prestes atención, Elisa, eso es una visión muy deformada de la realidad. Nuestro país es mucho más que eso, y el que se cree que México es sólo comida TexMex no sabe lo que se pierde", me consolaban.
Es cierto: México tiene una historia cultural y humana tan rica como fascinante, y no hay frijol en este mundo que pueda definirla y reducirla a una simple enchilada.
Ahora ustedes me preguntarán, ¿esto cómo se relaciona con la Psicología de la Nutrición? La verdad es que tiene mucho que ver.
Porque estas sabias amigas mías son capaces de darse cuenta cuando están frente a un estereotipo deformado de su país... pero no logran hacer el mismo razonamiento cuando están frente a otro tipo de imágenes, que son tan o más dañinas que los anuncios del 5 de mayo. Por ejemplo, cuando miran avisos de televisión, publicidad en revistas o fotos retocadas en las redes sociales: imágenes que nos muestran visiones irreales de mujeres altas y rubias con muslos imposiblemente delgados, cinturitas de muñeca Barbie y senos de embarazadas, que muy poco tienen que ver con la imagen de una mujer real y latina.
Frente a estos cuerpos retocados a fuerza de dietas, procedimientos quirúrgicos y Photoshop, ¿no deberíamos acaso reaccionar de la misma manera que sabemos reaccionar a los estereotipos del 5 de mayo? Simplemente sacudir la cabeza y decirnos a nosotras mismas "ni le prestes atención, eso es una visión muy deformada de la realidad. Yo soy mucho más que eso, y el que se cree que yo tengo que ser un cuerpo delgado y un rostro sin arrugas no sabe lo que se pierde".
Identificar estereotipos y prejuicios no es siempre fácil. Por suerte, las mujeres ya hemos sido entrenadas en muchas áreas: podemos darnos cuenta en la oficina si el jefe tiene preferencia por uno u otro empleado, y si un colega hace un comentario fuera de lugar sobre nuestra apariencia le podemos decir con tranquilidad que sus palabras no son ni aceptables ni bienvenidas. Es que años de educación y sensibilización nos han desarrollado el discernimiento en el ambiente laboral.
Pero a un nivel más íntimo todavía nos quedamos algo cortas; tal vez sea por falta de herramientas para identificar las causas externas del problema, o porque estamos tan acostumbradas a las versiones de imagen corporal irreal que nos las terminamos creyendo, sin lograr el mismo poder de discernimiento que ya hemos alcanzado en otras áreas de nuestra vida.
Por eso hoy te pido que hagas como mis amigas mexicanas en el 5 de mayo: cuando te sientas intimidada por las imágenes que ves en los medios, recuerda que se trata de estereotipos creados por alguien que no te conoce ni te comprende... y que no sabe lo que se pierde.
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