Si Muero Lejos de Ti: ¿Y quién juzga a Benedicto?

Ratzinger pasará los últimos años de su vida en una residencia en El Vaticano sin recibir castigo por el encubrimiento de casos de pederastia, y algunos continuarán elogiando que siendo Papa haya pedido perdón. Pero pedir perdón no basta: para que éste llegue, se necesita justicia.
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Pope Benedict XVI leaves at the end of his weekly general audience in the Paul VI Hall at the Vatican, Wednesday Feb. 13, 2013. Looking tired but serene, Pope Benedict XVI told thousands of faithful Wednesday that he was stepping down for "the good of the church," speaking in his first public appearance since dropping the bombshell announcement of his resignation. The 85-year-old Benedict basked in more than a minute-long standing ovation when he entered the packed audience hall for his traditional Wednesday general audience. He was interrupted by applause by the thousands of people, many of whom had tears in their eyes. (AP Photo/Alessandra Tarantino)
Pope Benedict XVI leaves at the end of his weekly general audience in the Paul VI Hall at the Vatican, Wednesday Feb. 13, 2013. Looking tired but serene, Pope Benedict XVI told thousands of faithful Wednesday that he was stepping down for "the good of the church," speaking in his first public appearance since dropping the bombshell announcement of his resignation. The 85-year-old Benedict basked in more than a minute-long standing ovation when he entered the packed audience hall for his traditional Wednesday general audience. He was interrupted by applause by the thousands of people, many of whom had tears in their eyes. (AP Photo/Alessandra Tarantino)

benedicto

En abril de 2010 trabajaba como reportera del diario angelino La Opinión, cuando me tocó cubrir una asignación cuyo recuerdo conservo hasta ahora. Era una conferencia de prensa frente a la catedral de Los Ángeles, en la que un grupo de víctimas de pederastia por parte de sacerdotes católicos anunciaba una demanda en contra de los cardenales Norberto Rivera de México, y Roger Mahony de Los Ángeles, por encubrir a Nicolás Aguilar, el cura que en aquel momento se encontraba en México y llevaba encima cerca de 60 acusaciones de abuso sexual en los dos países. Aguilar tenía una orden de extradición, pero con la intercesión de Rivera, al gobierno mexicano no se le dio la gana detenerlo. Esta demanda era la tercera en contra de Rivera en Estados Unidos; las dos anteriores no prosperaron, pero los acusadores veían en ésta una posibilidad de lograr justicia porque se había planteado utilizando una ley internacional que permite que las cortes estadounidenses tomen casos que involucran a ciudadanos mexicanos.

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Desde luego no era la primera vez que se hablaba de pederastia en la Iglesia Católica. Durante años, integrantes de la Red de Sobrevivientes de Abusos Sexuales de Sacerdotes (SNAP) han presentado evidencia y testimonios sobre los centenares de casos de niños violados por sacerdotes en varios países, sin que llegue el castigo para los perpetradores, ni la justicia para las víctimas. Entre estas últimas, se encuentran hombres que hoy tienen cincuenta, sesenta años, y que toda su vida han cargado con las secuelas del abuso físico y psicológico del que fueron víctimas, incluidos los 200 hombres sordos que siendo niños en una escuela especial en Wisconsin fueron abusados repetidamente por un sacerdote al que nunca se castigó.

Por décadas, las autoridades de la Iglesia Católica supieron de estos casos y encubrieron a los responsables. En la mayoría de las ocasiones se recurrió a la intimidación y la descalificación de las víctimas, y en otras, cuando el escándalo se asomaba, algún jerarca optaba por transferir al victimario a otra sede, en donde repetía el patrón de abuso y violación, tal como pasó con Nicolás Aguilar. Aunque en los últimos años el asunto se ha vuelto más público, ninguno de esos sacerdotes ha sido llevado a prisión y las autoridades encubridoras no han recibido el juicio que merecen.

Y entre esas autoridades se encuentra el Papa Benedicto XVI, Joseph Ratzinger.

Entre 1981 y 2005 Ratzinger fungió como prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, una de las nueve congregaciones de la Curia Romana -que en sus orígenes fue conocida como Suprema Santa Congregación de la Inquisición Romana y Universal, o Santa Inquisición-, creada en 1542 con el fin de velar por la integridad de la doctrina de la Iglesia Católica. De acuerdo con el documental "Mea Maxima Culpa: Silencio en la casa de dios", producido por la cadena HBO y dirigido por Alex Gibney, Ratzinger convenció al papa Juan Pablo II para que a partir de 2001, la congregación a su cargo atendiera todos los casos y las investigaciones en torno al abuso sexual por parte de sacerdotes para buscar una solución eficiente al problema. Gibney hace una compilación de testimonios de víctimas, abogados y expertos en derecho canónico para llegar a la conclusión de que Benedicto XVI y su equipo dedicaron los años siguientes a reformar la legislación a fin de que fuera posible imponer sanciones más rígidas y expeditas a quienes incurrieran en este delito, pero al mismo tiempo instruía a cada obispo para que los reportes de violación y tortura fueran tratados únicamente al interior de la jurisdicción de la Iglesia, y prohibía estrictamente la difusión de información relacionada con estos casos a las autoridades legales o a miembros de la prensa, "bajo pena de excomunión".

Es decir, nadie hasta el momento ha sido excomulgado por la violación y la tortura de niños, pero existe la amenaza de serlo en caso de exponer los abusos al interior de la iglesia.

Benedicto XVI realizó esta semana el histórico anuncio de su renuncia y, aunque he leído textos en torno a su polémica gestión porque el tema de la pederastia fue abordado abiertamente por el pontífice en varias ocasiones, pidiendo perdón a nombre de la Iglesia y pidiendo "tolerancia cero" hacia los sacerdotes pederastas, hasta el momento ni uno de estos sujetos ha sido puesto en prisión por los crímenes cometidos. El propio Ratzinger, demandado por SNAP ante la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad en 2011, no ha sido llamado ante la justicia para rendir cuentas sobre su complicidad y corresponsabilidad en el encubrimiento de estos delitos. Ratzinger pasará los últimos años de su vida tranquilamente en una residencia en El Vaticano sin recibir castigo por su propio delito de encubrimiento, y algunos continuarán elogiando que siendo Papa haya pedido perdón. Pero pedir perdón no basta: para que éste llegue, se necesita justicia. Benedicto XVI evitó que miembros de su iglesia fueran juzgados en cortes penales; y a Benedicto, ¿quién lo juzga?

En aquella conferencia de prensa que refiero al inicio de este texto, hubo un momento en el que un hombre tomó el micrófono. Era Manuel Vega, quien durante varios años fue víctima de un sacerdote en California. Entre el barullo de las explicaciones jurídicas de los abogados y las preguntas de los periodistas, Vega, con voz pausada, nos recordó a los presentes la parte más importante, la que muchos se han olvidado de ver.

"Yo sólo quiero decir algo más", soltó de pronto, parado ante una decena de cámaras y varias grabadoras. "Yo creo que ustedes, como medios de comunicación, tienen que mandar un mensaje muy directo, porque la gente no quiere ver este problema. Si sabemos de un caso de pederastia en la casa de un vecino, inmediatamente denunciamos; pero la gente va a la iglesia cada domingo sabiendo que esta institución encubre estos hechos y no hace nada. Todos sabemos lo que es la penetración, la cópula y la masturbación. Bueno, en este caso estamos hablando de penetración; del pene erecto de un hombre entrando en el recto de un niño sin ningún tipo de lubricación. Estamos hablando de heces fecales, de sangre y de semen. Lo digo así porque de eso se trata esto; pero por alguna razón la sociedad no quiere escuchar".

Los casos de pederastia son eso: el delito cometido por sacerdotes vistiendo una sotana y una estola, bajándole los pantalones a un niño y penetrándolo. Quien lo sabe y lo calla, es cómplice de quien lo perpetra.

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