Si muero lejos de ti: En tus manos, ciudadano

"Los políticos no van a cambiar, los narcotraficantes no van a cambiar, los que tienen el poder nunca, entiéndanlo, nunca van a cambiar. Si por ellos fuera se quedarían ahí de por vida. Para que las cosas cambien, los que tenemos que cambiar somos nosotros". La periodista mexicana Anabel Hernández habla con voz fuerte y de manera directa, sin medias tintas.
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"Los políticos no van a cambiar, los narcotraficantes no van a cambiar, los que tienen el poder nunca, entiéndanlo, nunca van a cambiar. Si por ellos fuera se quedarían ahí de por vida. Para que las cosas cambien, los que tenemos que cambiar somos nosotros". La periodista mexicana Anabel Hernández habla con voz fuerte y de manera directa, sin medias tintas. Con ademanes firmes que acompañan sus palabras, responde a la pregunta de uno de los 300 asistentes a la mesa de debate "México, ahora o nunca", celebrada en Los Ángeles.

Después de escucharla a ella y a los académicos Lorenzo Meyer y Miguel Tinker-Salas, la gente quiere saber: si la situación en su país está tan dura, si el PRI regresaría a hacer las mismas trastadas que hizo durante setenta años, si el PAN decía representar el cambio pero nos salió peor, si el PRD mete a sus filas a gente como el priísta Manuel Bartlett, ¿qué nos queda para lograr un cambio? "Cambiar nosotros", dice Anabel. "Tomar nuestro país en nuestras manos".

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En Arizona, en 2009, una pareja de trabajadores indocumentados, los Figueroa, son arrestados por agentes del Sheriff de Maricopa, Joe Arpaio. Katherine, la hija de los Figueroa, de nueve años y ciudadana estadounidense, inicia una cruzada por la liberación de sus padres. Los medios se enteran, el video con la imagen de Kathy se vuelve un hit de YouTube. La niña organiza lavados de autos y otros eventos para obtener dinero y pagar los servicios de un abogado para defender a sus padres. Viaja hasta Washington para dar un testimonio sobre la situación de su familia. El mundo se conmueve, manifestaciones en apoyo a la familia Figueroa se multiplican, la gente protesta contra Arpaio. Tras el furor mediático, los padres aceptan su culpabilidad por suplantación de personalidad, los sentencian a tres meses de prisión, y tras solicitar una audiencia en una corte de inmigración, quedan en libertad mientras su proceso transcurre. Han vuelto a casa y se desconoce si el juez procederá contra ellos.

"Queda claro en la historia de la familia Figueroa que cuando un caso como este sale a la luz a través de los medios, cuando la gente se organiza, hay un impacto", me dijo Valeria Fernández, periodista uruguaya radicada en Arizona quien es codirectora del documental "Two Americans", en donde se sigue de manera paralela la historia de Kathy y la del Sheriff Arpaio. "Ellos (los Figueroa) fueron un ejemplo para compartir sus experiencias con otras personas cuando empezó la organización tras la aprobación de la ley SB 1070: cómo protegerte si te arrestan, a quién dar la custodia de tus hijos, cómo buscar un abogado. Es una cuestión de ciudadanos en las dos partes, porque también en el poder de Arpaio la gente es clave: la gente lo ha reelegido y por eso está ahí".

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"El punto fundamental es la defensa de la libertad. La gente piensa que la lucha es por papeles, pero los papeles no sirven de nada. Los papeles no te liberan de la cárcel, o de que te maten, o del acoso policíaco; porque tal vez les enseñas tus papeles y te dejan en paz, pero lo que queremos es no tener que enseñar nada, que no tengamos que estar siendo acosados por la autoridad".
Isabel García lleva toda una vida en la defensa de los derechos humanos en Tucson, Arizona. Ha encabezado tantas luchas a favor de los inmigrantes y los trabajadores indocumentados, que ya perdió la cuenta. Pero en todos los casos, la premisa es una: ellos nos tienen miedo. "Nos tienen miedo porque saben que somos el 99%, ellos son sólo el 1%. Nos tiene miedo porque saben de nuestro poder".

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Este año tendrán lugar dos elecciones importantes para los mexicanos que vivimos en Estados Unidos. La de México, en la cual se determinará si permanece en el poder el grupo político que ha llevado al país por un camino de sangre -60 mil muertos en cinco años-; si regresan quienes durante 70 años ejercieron la "dictadura perfecta" (Vargas Llosa dixit), o si una izquierda que tropieza y se enreda, y con trabajos se levanta, recibe una oportunidad para levantar también al país. Y la de Estados Unidos, en donde está en juego la continuidad del proyecto demócrata que tanto ha quedado a deber a nuestra comunidad, o si regresa la cerrazón republicana que se muestra cada vez más radical.

Debido al desalentador panorama en ambos países, es cada vez más común escuchar que hay gente que ha decidido no votar. En Estados Unidos se espera una elevada cifra de abstencionismo en los comicios de noviembre, mientras que en México ya hay una corriente que invita a anular el voto, o de plano a no votar, para manifestar el hartazgo que siente la población con respecto a la clase política.

Sin embargo, y a pesar de su imperfección, el voto es la herramienta legítima de la democracia, el instrumento para que el ciudadano ejerza el poder. No se trata de quitar a unos políticos y poner a otros, porque, en efecto, los políticos no van a cambiar. Se trata de exigir que quienes están a cargo de gobernarnos -o de protegernos, o de hacer justicia- hagan bien su trabajo; y de tomar acción si esto no ocurre. De involucrarnos como ciudadanos no una vez cada cuatro o seis años, sino siempre; de vigilar, de ser constantes.

De agrupar a nuestro 99% y tomar por sorpresa al 1% que sabe que tenemos el poder. De tomar, pues, el poder en nuestras manos.

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