Si muero lejos de ti: Dreamers

El año 2013, con la posibilidad de aprobación de una reforma migratoria que resuelva la situación de once millones de indocumentados en Estados Unidos, ha marcado el momento oportuno para empezar a comprender a esta comunidad que busca su inclusión legítima en la sociedad, desde su base mas noble, que son sus niños y sus jóvenes.
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Transcurrían los primeros meses de 2004 cuando, cargando un par de maletas y un proyecto para realizar un documental, mi esposo y yo llegamos a la ciudad de Los Ángeles. Como es común escuchar entre quienes han migrado a este país, nosotros también veníamos "por un año, máximo dos". En nuestro caso ya han pasado nueve años; hay otros que llevan veinte, treinta años viviendo aquí, y hay quienes llegaron apenas hace unos meses jurando que vienen sólo por un año o dos. A éstos hemos aprendido a sonreírles de manera condescendiente tal como otros lo hicieron con nosotros en decenas de ocasiones.

Hasta ese momento mi vida periodística y personal había transcurrido en la ciudad de México, de donde soy originaria. A los pocos meses de vivir en Los Ángeles empecé a trabajar como reportera en el diario La Opinión, el periódico en español con mayor influencia en Estados Unidos, en donde fui asignada a la cobertura de asuntos relacionados con la comunidad mexicana en este país, frontera e inmigración

El trabajo diario me trajo decenas de historias de inmigrantes, unas de éxito y superación, otras francamente dolorosas. Y entre ellas, tuve la suerte de conocer a la generación más joven de estos inmigrantes, niños y adolescentes que vinieron a Estados Unidos traídos por sus padres tras una toma de decisión en la cual ellos no participaron. Son chicos involuntariamente indocumentados, que carecen de un número de seguro social o una evidencia de residencia que haga legal su estancia en el país que consideran propio; que están privados de acceder a los apoyos para estudiar, para obtener un trabajo digno, para viajar libremente, o para conducir un auto; que viven bajo la sombra de la deportación a un país del que salieron siendo niños, que no recuerdan y cuyo idioma a veces no dominan. A estos chicos se les conoce como Dreamers.

Durante estos años, y en parte gracias a mi contacto con los miembros de esta generación, me he dado cuenta de que la única manera de entender el tema migratorio es a través de la gente que se ve afectada por las políticas vinculadas al problema, o por la falta de ellas. Decenas de organizaciones gubernamentales y no lucrativas hacen análisis estadísticos, perfiles sociodemográficos y cálculos políticos sobre los inmigrantes indocumentados, pero la vida no se vive así. Es preciso asomarse a la diaria realidad de uno de estos individuos para entender su pequeño drama cotidiano y también sus logros, la conquista de sus mínimos Everest a pesar de tenerlo todo en contra; todo aquello que no se puede apreciar cuando se está sentado en un cómodo sillón de piel en una oficina de Washington, D.C.

La identidad, el estigma del indocumentado, es algo inherente a la persona, algo que se lleva encima cada día, cada hora, a todas horas. Para quienes viven esta situación, la marca indeleble del ser indocumentado como la elección entre el menor de dos males, pesa a cada paso que se da. Y para quienes la viven a pesar de no haber sido su elección, la vida bajo ese peso podría volverse insostenible.
Por eso creo que la única manera de lograr en el mediano plazo una política migratoria justa es permitirnos voltear a ver a los inmigrantes a través de sus propios ojos.

Este sábado 18 de mayo se presentará en la Feria del Libro en Español de Los Ángeles, la LéaLA, mi primer libro: Dreamers, la lucha de una generación por su sueño americano.. Cuando decidí que escribiría este libro, uno sobre aquellos chicos que viven bajo ese estigma no elegido, pero que en lugar de dejarse vencer han decidido luchar contra él, me enfrenté a la posibilidad de escribir sobre las decenas de reportes con cifras y estadísticas, resaltando la conveniencia económica de la legalización de millones de indocumentados. Pero eso sería preservar la naturaleza política del asunto, que en el caso de los Dreamers me parece lo más lejano a la cotidiana realidad. Decidí entonces que este libro estaría formado por las voces y el espíritu de estos jóvenes que, ante la falta de voluntad política para resolver su situación desde la legislación, decidieron tomar en sus manos la lucha por su sueño americano.

El año 2013, con la posibilidad de aprobación de una reforma migratoria que resuelva la situación de once millones de indocumentados en Estados Unidos, ha marcado el momento oportuno para empezar a comprender a esta comunidad que busca su inclusión legítima en la sociedad, desde su base mas noble, que son sus niños y sus jóvenes. Durante los últimos años estos chicos dieron a este país y al mundo una lección de organización y estrategia, de valentía y sensibilidad, que debe servir como motor al movimiento de inmigración por venir.

Algunas de esas historias están contenidas en el libro que presentaré este sábado, y que constituye mi propio sueño personal que hoy comparto con ustedes. Mi mayor deseo es que cada persona que lo lea descubra que estos chicos somos nosotros. Que las sociedades se construyen con base en la solidaridad y la comprensión de la realidad del otro. Que no existe una mejor manera de construir una política migratoria apegada a la realidad, que viéndola a través de quienes luchan por su sueño.

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