Si muero lejos de ti: Bitácora del voto comprado

La compra de votos en mi país no es algo nuevo. Desde que tengo memoria, desde que la mayoría de las personas que conozco tiene memoria, en México se compran los votos. La forma más sencilla es la entrega de un bien o un servicio a cambio del sufragio.
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1. La compra de votos en mi país no es algo nuevo. Desde que tengo memoria, desde que la mayoría de las personas que conozco tiene memoria, en México se compran los votos. La forma más sencilla es la entrega de un bien o un servicio a cambio del sufragio. ¿Necesitas atención médica? Yo te doy un vale para medicinas o para una consulta, tú me das tu voto. ¿Necesitas materiales para construir tu casa? Te ofrezco un costal de cemento, unas varillas, unos tabiques. ¿Te dedicas a la agricultura? Ahí en la camioneta traigo unos costales de fertilizante. No importa si mi obligación como gobierno es darte todos estos servicios incondicionalmente; yo manejaré la situación de manera que tú sepas que sólo tienes acceso a ellos si votas por mí. De esta forma, la compra de voto es por su naturaleza, una práctica de quienes estamos en el poder.

La forma en que me das tu voto puede variar. La primera y más antigua es que tú me des tu credencial de elector a cambio de lo que yo te ofrezco. Cuando yo tenga tu credencial, enviaré a alguien que tenga parecido contigo a votar en tu lugar. Al pasar la elección te devolveré tu credencial.

Otra manera un poco más sofisticada es aplicar el "carrusel". Para ello, yo necesito una boleta válida que esté marcada por el partido al que represento, digamos el PRI, el partido creador del mecanismo que gobernó México por más de 71 años. La cita será en una casa cercana al sitio donde se ubica la casilla. Ahí, yo te daré la boleta marcada y tú la llevarás doblada y oculta contigo. Al llegar a la casilla recibirás una boleta en blanco, misma que doblarás y guardarás, al tiempo que sacas la que llevas oculta para depositarla en la urna. De regreso en la casa, me darás la boleta en blanco, yo te pagaré, marcaré la boleta en blanco por mi partido, y volveré a iniciar el proceso con la siguiente persona.

Pero a partir del acceso de la mayoría de la población a los teléfonos celulares, la práctica se ha vuelto menos compleja: Yo te pido que tomes una foto de tu boleta marcada por mi partido antes de depositarla en la urna, y a cambio de ello te doy dinero.

2. El miércoles 27 de junio yo estaba en el Zócalo de la ciudad de México, en donde se celebraba el cierre de campaña del candidato de la izquierda a la presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador, cuando me encontré a una amiga. Desde varias semanas antes circulaban los rumores de compra masiva de votos por parte del PRI para obtener el triunfo de su candidato Enrique Peña Nieto, así que ese fue el tema de conversación. Mi amiga me contó con enorme decepción lo que le confesó uno de sus maestros: aceptó el dinero que le ofrecía el partido, más una tarjeta prepagada para consumo en el supermercado Soriana, a cambio de su credencial para votar. El argumento fue sencillo: las encuestas dicen que Peña Nieto ganará de cualquier manera, y si de todas formas va a ganar, al menos a mí me toca algo. Ese mismo día entré a un baño público; la mujer encargada del aseo del baño le contaba a otra mujer que le habían ofrecido una tarjeta del mismo centro comercial, por un monto de 300 pesos (menos de 22 dólares) a cambio de su voto. "Le ofrecieron a todos en la colonia", dijo en lo que me pareció una justificación por haber aceptado.

3. Veinte días antes, el 7 de junio, el periódico británico The Guardian reveló que Televisa, la empresa de comunicación más grande de México, vendió a Peña Nieto "una cobertura favorable en su principal noticiario y programas de entretenimiento", al tiempo que citaba docenas de documentos a los que tuvo acceso, incluidos comprobantes de pago por dicha cobertura. Durante las semanas previas las encuestas ponían al candidato entre 10 y 20 puntos por encima de su más cercano competidor, López Obrador. En algunos casos, como el de la encuesta Milenio-GEA-ISA, la diferencia excesiva tuvo que ser explicada y justificada días después de la elección, cuando el daño ya estaba hecho. Los medios de comunicación abonaron para que en el imaginario colectivo la imagen de Peña Nieto fuera invencible, y ni el movimiento #YoSoy132, que justamente surgió como respuesta a la manipulación informativa en los medios a favor del candidato del PRI, alcanzó para revertir esta idea.

4. La semana pasada, unos días antes de que yo regresara a Los Ángeles, me tocó ver el "truene" del caso Soriana. Filas de personas ante una de las sucursales de esta cadena de supermercados esperaban una despensa. Cuando los reporteros les preguntaron qué hacían ahí, la respuesta fue "venimos a recoger lo del PRI". Un video subido a YouTube muestra a un grupo de gente molesta porque al ir a recoger el pago prometido, éste se agotó y ya no alcanzaron a recibirlo. Uno a uno los testimonios han ido apareciendo en las redes sociales, a través de las entrevistas que realizan algunos medios independientes, en las pruebas que reúnen representantes del equipo de López Obrador para presentar una denuncia formal ante el Tribunal Federal Electoral (Trife). El propio presidente Felipe Calderón ha hecho un señalamiento condenando la compra de votos en caso de que ésta se compruebe, con lo cual Peña Nieto, tras una semana de guardar un extraño silencio sobre el asunto, ha tratado desesperadamente de descalificar las acusaciones. Este martes se dio a conocer, sin embargo, que las acciones de Soriana han caído 7.4% a partir del escándalo por la compra de votos, lo cual le representaría a la empresa una pérdida de 414 millones de dólares.

5. En las calles de mi ciudad, horas antes de mi regreso a Los Ángeles, encontré un letrero en el cual se le pedía a las autoridades del Instituto Federal Electoral (IFE) que reparara el fraude electoral. Pero lo que vi durante estos días no tiene nada que ver con el fraude que compete al IFE, el que se comete durante el conteo de los votos o realizando alteraciones en las actas o en las listas que da a conocer la institución. El mal que aqueja a México no es la manipulación del voto en las casillas, sino la práctica de la compra del sufragio realizada con parsimonia durante las semanas previas a la elección, llevada al extremo, envuelta en el cinismo y en el desprecio al votante y a la gente que ejerce su derecho a elegir.

Es una práctica que se basa en el hambre y la ignorancia de un pueblo al que durante 70 años se le hizo creer que el Estado era lo mismo que el gobierno, y que ambos eran el PRI. Un pueblo que aunque sacó a ese partido de la residencia oficial de Los Pinos, lo dejó operando en la mayoría de los gobiernos estatales del país, dejando abierta la puerta para la desviación de recursos que presuntamente habrían financiado la compra de votos. Representantes de López Obrador han denunciado que en suma la campaña de Peña Nieto podría haber rebasado los 1000 millones de pesos en gastos de campaña, incluidos los destinados a la compra de voto. Esto rebasaría por mucho los 300 millones de pesos establecidos como límite en la ley electoral.

Nadie puede saber si estos votos verdaderamente representaron la diferencia entre el triunfo de uno o de otro candidato, pero México sí sabe, porque lo ha vivido antes, que un gobierno emanado de una elección manchada y cuestionada carece de legitimidad desde su primer día de operación, y que esto representa un daño irreversible para el país. El problema es que si estos hechos se pudieran comprobar, si hubiera testimonios, documentos, datos suficientes para sostener que el PRI realizó una práctica ilegal, y asumiendo que el Trife hiciera su trabajo a cabalidad, lo más probable es que la sanción consista en una multa económica que el partido pagará para después sentar a su candidato en la silla presidencial. ¿De cuánto le gusta al lector que pueda ser dicha multa? ¿Quinientos millones de pesos? ¿Mil? ¿Cuánto calcula usted que vale la democracia de mi país?

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