En el campo de los tatuajes todos nos movemos entre dos extremos muy definidos. Hay quienes transgreden todas las barreras y se tatúan cada centímetro del cuerpo en los sitios más visibles y poco tradicionales -desde la frente hasta los empeines de los pies- y los puristas, quienes nunca siquiera jugaron con los fake tattoos que se pegan con agua y se quitan con alcohol.
Entre estos dos espectros están las celebridades y estrellas de rock, los presidiarios, adolescentes, personas espiritualmente elevadas, sectas indígenas, diseñadores y artistas, gente común y corriente, como tú y yo, tatuados y no.
Y aún a estas alturas, es muy común encontrar quienes consideran que los tatuajes no son más que una marca indeseada, una transgresión al cuerpo, un acto público de rebeldía o un estigma social.
El estigma social a veces nos hace olvidar que los tatuajes son, en la mayoría de los casos un arte, una forma de mostrar nuestra identidad, de expresar sentimientos, una ventana a nuestros pensamientos.
Los tatuajes son capaces de despertar en los otros reacciones extremas, asco o deseo, interés o admiración, rechazo o desprecio. A menos que no esté en un sitio visible, un tatuaje rara vez pasa desapercibido y si estamos en la playa, descubrir el significado y origen de un tatuaje seguramente se llevará gran parte de la conversación.
Lejos de ser algo nuevo o moderno, el ser humano ha tatuado su cuerpo desde el principio de la historia. Con tatuajes se han identificado tradicionalmente miembros de tribus, castas, razas, religiones, etapas de la vida y también de grupos, pandillas y mafias. En Japón, los miembros del Yakuza llevan Dragones increíblemente elaborados que les cubren la espalda y gran parte del cuerpo.
Los grandes reconocidos tatuadores del mundo como Aaron Cain, Nick Baxter, y Anil Gupta dejan muy claro que esta profesión requiere de mucha precisión y excelente manejo de la biomecánica. Lejos de simplemente decorar la piel, sus tatuajes son obras de arte.
Lo que diferencia un tatuaje de una simple marca indeleble en nuestro cuerpo es su carácter, su cualidad como una auténtica expresión de nuestra individualidad. Cuando logramos a través de ellos externalizar nuestra identidad somos capaces de comunicar un verdadero mensaje.
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