Cambiemos la noción de mascota: razones éticas para no comprar un hurón

Como cualquier amante de los animales, el camino se transita con duras experiencias que nos hacen reflexionar dolorosamente y cuestionar nuestras acciones, pero sobre todo sus consecuencias: por ignorancia somos cómplices de aquello que tanto aborrecemos, por ejemplo la explotación animal. Mi experiencia está contenida en estas líneas. Espero que en algún lugar alguien reflexione detenidamente antes de comprar un hurón.
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Como cualquier amante de los animales, el camino se transita con duras experiencias que nos hacen reflexionar dolorosamente y cuestionar nuestras acciones, pero sobre todo sus consecuencias: por ignorancia somos cómplices de aquello que tanto aborrecemos, por ejemplo la explotación animal. Mi experiencia está contenida en estas líneas. Espero que en algún lugar alguien reflexione detenidamente antes de comprar un hurón.

Mientras esperaba con mi hurona geriátrica a ser atendida en un hospital de especialidades veterinarias al sur de la ciudad de México, una persona me preguntó si era recomendable comprarle uno a su hijo pequeño. Sin pensarlo mucho y en un esfuerzo de síntesis, le conté mis experiencias con tres hermanitos hurones. Terminé el resumen de más de 7 años con esta afirmación: comprar un hurón es condenarlos a todos de a poco...

Hablé con conocimiento de causa, pues cometí -ahora lo sé- la inocente atrocidad de tener no sólo uno, sino cuatro fascinantes hurones que llegaron a mi vida en diferentes momentos, y a los que amé profundamente: mucho más cuando llegó el terrible final de los tres primeros, cada uno en condiciones peores que el anterior y curiosamente más o menos a la misma edad y con padecimientos similares. Después de tres, que murieron tras difíciles y penosas enfermedades, siento el derecho y sobre todo el deber moral de sugerir que reflexionemos un poco más sobre la tenencia de hurones como mascota: se lo debo a mis camaradas mustélidos.

Los hurones forman parte de nuestra "humana" categoría de "fauna exótica", y al igual que cualquier ser vivo, no nacieron para ser mascotas. Sin embargo son sometidos, en su mayoría, a distintos procesos antes de ser aptos para comercializarse en el circuito de la explotación animal: por lo menos son esterilizados y desglandulados (para controlar su olor) antes de las 9 o incluso sin haber cumplido las 6 semanas de edad.

En nuestro país es casi exclusiva la comercialización de hurones provenientes de enormes granjas, que crean a partir de emociones humanas nobles y legítimas como el afecto y la empatía, la necesidad de poseer uno de ellos; nos hacen parte de una industria en la que sólo el valor de cambio tiene vigencia. En los sitios de internet que promocionan su venta podemos encontrar imágenes de bebés hurones que invitan a adquirir un tierno y juguetón ejemplar "garantizado" en términos de su comportamiento y origen.

Algunas de estas granjas, ampliamente cuestionadas y atacadas en diversos foros y redes sociales, manejan un doble discurso: por un lado, las adorables imágenes de hurones bebés en la división mascotas, con la dosis recomendable de objetos que garantizarán nuestra felicidad a costa de la de los animalitos en cuestión, versus la frialdad oculta -casi cifrada- de la división "bio" que no requiere objetos lindos y coloridos, siquiera imágenes: basta con ofertar ejemplares "de calidad" para experimentación de cualquier tipo.

¿Es ético que una misma empresa tenga divisiones distintas con discursos tan contrastantes? Y lo que es más importante: Somos cómplices de la crueldad y la explotación al comprar sus productos? Para aproximarnos un poco a la respuesta, basta ver el video difundido por PETA sobre los crueles experimentos a los que son sometidos los "ejemplares de calidad" vendidos por las mismas granjas que apelan a la "nobleza" del humano, y con ello acercarnos un poco a las implicaciones morales de comercializar con vidas destinadas irremediablemente a sufrimientos largos e inimaginables, ya sea como sujetos de experimentación o como animales de compañía.

Miles de hurones están condenados a sufrir innecesariamente a causa de nuestra ciega necedad de verlos como "mascotas", cuando su organismo -como el de muchos otros animales exóticos-, no está hecho ni puede adaptarse por completo al estilo de vida humano. Basta decir que algunas investigaciones científicas plantean que el cambio de los períodos de exposición a la luz (foto-periodos) al vivir como animales de compañía afecta considerablemente la calidad de vida de un hurón. Es por todo lo anterior que, desde mi perspectiva, comprar uno es contribuir al dolor de miles y miles de seres vivos.

Cáncer, enfermedad de las adrenales, tumores, problemas en bazo, hígado y estómago son algunos de los padecimientos más frecuentes y en mucho provocados y/o potenciados por los cambios en sus organismos a causa de su alimentación, la castración y remoción de las glándulas a edades tan tempranas y los métodos que se utilizan para ello, así como la modificación de los fotociclos y la exposición a la luz artificial. Quienes piensan en tener un hurón como mascota, no advierten estos factores, ni que la atención médica especializada es poca y especialmente cara (por ejemplo, el tratamiento de enfermedad de adrenales en 4 meses puede sobrepasar los $1,200 dólares).

Mis tres hurones -por cierto provenientes de la misma granja norteamericana que los marca con tatuajes- murieron de enfermedades ligadas directamente a su condición de mascotas y no de los padecimientos que en vida libre los habrían hecho cumplir con su ciclo natural. Y después de ver tan de cerca sus pequeños cuerpos consumirse dolorosamente junto con mi corazón, con todo y la atención médica que por su puesto recibieron, no puedo evitar compararlos con la salud y longevidad de una hurona de casi 8 años a la que llevo al médico a revisión por su edad: curiosamente no presenta el tatuaje de granja que, valga la ironía, la hubiera certificado como un ejemplar garantizado.

Finalmente todo este proceso sirvió para convencerme de que no podemos seguir pensando caprichosamente en nuestro "bienestar" a costa del sufrimiento de tantos inocentes. Si este testimonio sirve para que algún "humano" que considere comprar un hurón decida informarse un poco más al respecto y saber a lo que se enfrentará o, lo que es mejor, tome la decisión de no contribuir más a la mercantilización voraz que pone precio a la vida y fomenta el dolor, la injusticia y la simulación, entonces estaremos avanzando un poco más hacia la utopía de un mundo más justo para todos.

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