Los estudiantes universitarios, protagonistas de una sociedad decadente

Hay un miedo en particular que es un cáncer en nuestra sociedad. Me refiero al miedo de no ser como los demás. Algo que tendría que ser una virtud, la propia independencia, el ser único, el ser diferente, pasó a ser un defecto.
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El famoso pensador británico Aldous Huxley dijo una vez: "Sólo hay un rincón del universo que puedes estar seguro de poder mejorar, y es tu propio yo". O como bien dijo Oscar Wilde: "Sé tú mismo, los demás puestos están ya ocupados".

Las nuevas generaciones en su generalidad, es decir en su mayoría ni mejoran su propio universo ni tratan de mejorar su propio yo, sino todo lo contrario. Donde hay una mayoría hay una minoría, y es precisamente en la minoría donde podemos encontrar más sabiduría, intelectualidad y futuro.

Es decir que antes de ofenderse, lean el artículo hasta el final.

Eruditos en smartphones, pasan las noches de sus fines de semana tomando alcohol en los diferentes pubs. Las nuevas generaciones, de acuerdo con distintos estudios, consumen mucho más alcohol que las generaciones anteriores, y particularmente esta característica se da más en mujeres que en hombres.

Por ejemplo en una investigación realizada a mediados del 2014 por la Universidad de Queensland en Australia, compararon el cambio en el consumo de alcohol a través de una generación de mujeres jóvenes nacidas entre 1981 y 1983 con la de sus madres a la misma edad. El estudio incluyó a 1.053 madres e hijas, y tuvo un largo seguimiento de 21 años.

Las hijas resultaron tener mayores probabilidades de consumir niveles altos y moderados de alcohol que sus madres. Hijas entre las edades de 18 y 25 tenían más de cinco veces las probabilidades de consumir el mayor grado de nivel alcoholico (más de 30 vasos de alcohol por mes).

Un dato alarmante que arrojó el estudio, es que mayor educación no tuvo ninguna influencia en el consumo alcohólico de estos estudiantes. Es decir que si bien podrían tener buenas notas en la Universidad, esto no les ayudaba a poder tomar mejores o peores decisiones.

No hay que ser un entendido en la materia ni un investigador. Basta observar como todos los fines de semana cientos (por no decir miles) de estudiantes van masivamente a alcoholizarse a los pubs. Todas las mujeres con minifaldas compitiendo para ver cuál es más corta, y los muchachos utilizando un lenguaje súper cool a la moda. Una condición fundamental es nunca perder de vista el smartphone. Caminan, manejan, hablan, discuten, comen, siempre mirando el smartphone.

Yo vengo de la generación que no tuvo ni smartphones, ni teléfonos celulares, ni internet durante mis años estudiantiles. Recuerdo que para hacer un llamado de larga distancia, podía pasar una hora o más hasta que la operadora me comunicaba.

Hoy en día la gente no puede esperar unos minutos para leer un mensaje de texto mientras manejan, arriesgando así su vida y la de los demás. No solo mi generación sobrevivió sino que tengo los mejores recuerdos de años vividos a pleno, sin la necesidad de acudir al alcohol ni drogas como escape o diversión.

¿Escape de qué? Y es acá donde comienza el problema.

El alcohol tomado con moderación puede ser un placer, tanto como usar un smartphone en forma útil e inteligente pasa a ser una buena herramienta. Pero el abuso y el mal uso traen consecuencias muy negativas. Esto no es novedad. La novedad sin embargo es la necesidad de tanta gente joven de escaparse de la realidad. Si tener buenas notas y ser un buen estudiante no ayudan a mejorar al individuo, significa que hay otros temas a solucionar.

Sin dudas una gran responsabilidad la tienen los padres de estos jóvenes. Pero tampoco podemos cargar toda la culpa a ellos, ya que un individuo pasada la adolescencia tiene que buscar y encontrar con sus propios medios, vivir una vida sana y feliz. Tengo que volver entonces a la pregunta del escape. Generaciones que actúan como autómatas no son dignas de admiración sino todo lo contrario.

Pensemos juntos entonces. ¿Qué está pasando con las nuevas generaciones?

Hace un par de semanas charlando con un par de estudiantes de la universidad FAU en Boca Ratón, les pregunte si cada tanto iban al cine de la universidad, llamado Living Room, en donde se pueden ver películas excelentes, muchas de ellas premiadas internacionalmente. Es decir, un cine que no se dedica a mostrar las películas comerciales, sino aquellas que contienen un valor artístico.

Los estudiantes me dijeron que no solo nunca fueron a ver un film a dicho cine (que está dentro de la Universidad), sino que ni siquiera lo conocían.

¿Me pregunto si la juventud de hoy en día lee libros? ¿Qué leen? Ah, los libros académicos. Esos libros que los estudiantes tratan de memorizar y no de entender. De acuerdo con los estudios del gobierno Americano, desde 1984, el porcentaje de adolescentes de 13 años de edad bajó del 70 por ciento al 53 por ciento, y el porcentaje de jóvenes de 17 años de edad pasó de 64 por ciento a 40 por ciento. El porcentaje de aquellos de 17 años de edad que nunca o casi nunca lee triplicó durante este período, pasando del 9 por ciento al 27 por ciento.

Tal vez y seguramente los padres de estos estudiantes tampoco leen. Pero repito, no es excusa.

Pocos leen, muchos toman alcohol y son adictos al smartphone. ¿Por qué? Si no logramos entender la razón de esta decadencia social, nada cambiará. Y en realidad no va a haber ningún cambio, a menos que ese cambio se produzca en el yo personal de cada individuo, como bien observó Aldous Huxley. Generaciones de autómatas, es decir jóvenes que no tienen voluntad propia, que se dejan manejar por otras, o que simplemente actúan en forma mecánica, sin pensar.

Para lograr entender la problemática de nuestra sociedad, tenemos que entrar en una habitación oscura, a la cual pocos se animan a entrar. Es en esa habitación en donde están todas las respuestas. Me refiero a la habitación de los miedos.

Es precisamente ahí en donde están los problemas. Y nada va a cambiar, nada va a mejorar en el mundo, hasta que los seres humanos decidan enfrentar sus propios miedos. No me refiero a cada miedo por separado ni tampoco estoy sugiriendo ir al psicólogo, porque análisis es parálisis. Lo que estoy sugiriendo es atacar y desterrar completamente al miedo.

Hay un miedo central, madre de todos los miedos que tiene ramificaciones, y del cual surgen los distintos miedos que tenemos. Es decir que el problema es central y no se soluciona analizando cada pequeño miedo por separado. Tampoco me estoy refiriendo al miedo que uno puede tener en una situación de violencia por ejemplo. Yo a eso no lo llamo miedo.

Todas las especies animales tenemos un instinto de supervivencia y reaccionamos ante el peligro en una forma que podamos salvar nuestras vidas. O nos escapamos o nos defendemos. No me refiero a eso, sino al miedo interno, al miedo que controla nuestras vidas. Somos nosotros los que tenemos que cancelar al miedo y no viceversa. Hay una clara tendencia social a la búsqueda desmedida del placer. Y no hay cosa más patética que observar a estudiantes semi borrachos. Es una imagen triste realmente.

Entonces ya tenemos dos motivos: escape a la realidad y búsqueda de mayor placer. La necesidad de placer es constante, y la de escaparse también. Los miedos son tantos: miedo a la opinión que tiene los otros sobre nosotros, miedo al qué dirán, miedo a ser rechazado, miedo a Facebook, miedo a no llegar, miedo a no triunfar, miedo al fracaso, miedo a no ser reconocido, miedo a la muerte, miedo a los dioses que nosotros mismos inventamos, miedo a la propia salud y al dolor, y podría seguir y seguir.

Hay un miedo en particular que es un cáncer en nuestra sociedad. Me refiero al miedo de no ser como los demás. Algo que tendría que ser una virtud, la propia independencia, el ser único, el ser diferente, pasó a ser un defecto.

Hay que ser como los demás, escaparse como los demás, mirar como estúpidos el smartphone como los demás, y hay que tomar alcohol en forma dogmática todos los fines de semana como lo hacen los demás. Hay que creer en lo que dicen los demás, no hay que leer libros como todos los demás, no hay que escuchar música clásica como todos los demás.

Si bien es cierto que esto no es un problema exclusivo de la gente joven universitaria, no ganamos nada diciendo que los adultos cargan la culpa por dar malos ejemplos a sus hijos. Porque si seguimos cargando las culpas a los que vinieron antes, las cosas nunca van a cambiar.

Mi mensaje a la juventud universitaria es el siguiente: No sigan dogmas. No hagan cosas solo porque es 'cool' o porque el resto también lo hacen. Pienses por ustedes mismos y lleguen a sus propias conclusiones. Tal vez ser independiente no los va a llenar de amigos, pero como dijo John Lennon van a tener los amigos correctos.

El conocimiento está en los libros, no en los pubs. Ir a ver una buena película, o un concierto, o al teatro, o a escuchar buen concierto de jazz no es una vergüenza sino una virtud, tanto como compartir un café con amigos y filosofar un poco sobre la vida o cualquier tema que les interese. Ir como ovejas todos los fines de semana a alcoholizarse no solo no es una virtud, sino que es una gran tristeza, al punto que da realmente pena.

Y termino este artículo dando un reconocimiento a aquellos estudiantes que sí leen, que sí investigan, que sí son independientes y piensan por ellos mismo. Ustedes saben muy bien quienes son, y son ustedes, la minoría, quienes van a cambiar y a mejorar el mundo.

Ojalá un día la minoría pase a ser mayoría. Pero creo que no hay ejemplo en la historia del ser humano que esto haya alguna vez ocurrido. Las masas ignorantes siempre consideraron tener razón, y siempre se equivocaron. De lo contrario viviríamos un mundo con mayor amor y respeto entre los hombres.

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