La decadencia de la ópera como expresión artística

Es momento de dejar de culpar a los críticos, a la economía, a la audiencia y empezar a corregir los garrafales errores que los mismos directores artísticos, managers y directores de escena han cometido.
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La ópera está pasando por una crisis de personalidad muy seria. Está como perdida en un mundo que le da sugerencias y recomendaciones, y la pobre cada vez se aleja más de su propio ser, es decir de su propio yo. La ópera entonces busca mostrar diversas caras con el objetivo de complacer a quienes son los responsables de esta crisis.

De golpe es como que no se entiende más qué es una ópera, porque cada producción puede ser una sorpresa para la audiencia.Seguramente Verdi nunca imaginó que el Teatro Alla Scala presentaría una version de La Traviata en donde el tenor mientras canta su aria famosa "De miei bollenti spiriti" estaría cocinando una pasta dentro de una cocina country style, o que el Metropolitan Opera presentaría Rigoletto en versión de La Vegas Cabaret show, o que la ópera Macbeth fuera presentada en Bavaria con el coro en ropa interior y mujeres topless orinando en el escenario.

Si bien no todos los teatros del mundo están siguiendo este mal gusto, la gran mayoría pone el peso en la parte visual y no en la auditiva. Es decir que la ópera pasó a ser un "show" para los ojos.

Sin embargo, cuando escuchamos las grabaciones de grandes artistas podemos incluso cerrar los ojos y recibir las más profundas emociones del arte vocal y dramático al punto de hacernos saltar las lágrimas.

Yo creo que de una vez por todas hay que terminar con la hipocresía de echarle eternamente la culpa a la economía o cualquier otra excusa, y hay que hacer una profunda evaluación autocrítica.

Evidentemente algo ha cambiado en los últimos años en las producciones operísticas, y no es solo la economía, sino que es haberle dado demasiado peso e importancia a la parte visual, abandonando como consecuencia la importancia de la parte musical y sobre todo restando importancia al ingrediente fundamental de una ópera: las voces.

En el pasado se hablaba del director de orquesta, mientras que hoy se habla del director de escena, como si el director de escena fuera la persona más importante de una obra escrita por Verdi, Puccini o Mozart. Durante los gloriosos años de grandes cantantes como Caruso o Gigli entre tantos otros, la gente en Italia se preguntaba y trababa de averiguar quiénes iban a ser los próximos cantantes de las óperas venideras.

Quién será el tenor, quién la soprano, y corrían rumores de pueblo en pueblo. La gente pagaba para escuchar a aquellas grandes voces bajo la dirección de seguramente una gran batuta, con coros y orquestas magníficas muy bien preparadas.

Evidencia de esto son las grabaciones que por suerte podemos todavía hoy seguir disfrutando. No voy a entrar en el tema de los salarios desmedidos que muchos directores artísticos hoy en día reciben, porque no es ese el tema que quiero tratar, si bien forma también parte de la crisis.

Miles de cantantes realizan audiciones en todo el mundo buscando oportunidades para cantar. Pero cabe preguntarse si son audiciones o visualizaciones. ¿Qué buscan estos directores artísticos o managers?

Buscan grandes voces o buscan caritas y cuerpos lindos? ¿O buscan las dos cosas? Pero si no encuentran las dos cosas entonces, ¿a quién contratan, al que tiene una gran voz o al que tiene una figura de modelo?

Todos los meses hay algún crítico musical que señala que tal cantante está gordita o tal otro tendría que bajar de peso, o que el vestuario no le quedaba muy bien.

Al leer estas notas la gente (sobre todo en el mundo operístico) reacciona con enojo. La gente se enoja y se queja. Los cantantes reaccionan y todos comienzan a alarmarse. Sin embargo es un error echar la culpa a los críticos musicales porque es el propio mundo de la ópera el que reemplazó la importancia de las voces y la música por la parte estética. Si lo que venden es estética, por la misma estética serán juzgados.

Es momento de dejar de culpar a los críticos, a la economía, a la audiencia y empezar a corregir los garrafales errores que los mismos directores artísticos, managers y directores de escena han cometido y siguen cometiendo. ¿No les parece que sería un desafío mucho más importante valedero tratar de representar una ópera tal como el compositor la escribió y la imaginó?

Si hay algo que conmueve a una audiencia es la capacidad vocal y expresiva que puede brindar
un ser humano con su propia voz. La gente no se va a emocionar porque el director de escena haga que los cantantes realicen un movimiento u otro, ni tampoco la gente se emociona porque
hayan gastado cien mil dólares en la puesta de escena. La cortina se abre, y luego hay tres horas de un clímax artístico o sufrimiento.

El resultado de toda esta mediocridad artística es que cada vez va menos gente a los teatros, y olvídense de atraer a gente joven. Si los teatros de ópera quieren atraer a gente joven vuelvan a crear un clima de arte, un ambiente en donde entren en juego los sentimientos, las expresiones profundas dramáticas que llevamos adentro, y vuelvan a darle el lugar que las voces merecen. No creo que falten voces importantes. Al contrario, voces buenas siempre hay.

Lo que falta es un cambio drástico en quienes manejan el timón del género operístico.

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