Y ahora que le quité el celular... ¿Qué?

Luego de que se publicó aquí en HuffPost Voces mi blog sobre cómo me vi envuelta en una maraña de emociones y problemáticas a resolver por todo lo que descubrí en el celular de mi hija de 11 años, Pedro Sevcec, quien ha sido uno de mis mentores en mi carrera periodística, y es además conductor del programa de análisis y opinión "Sevcec a Fondo", en América TeVe, la empresa para la cual ambos trabajamos, me invitó a su programa para hablar sobre lo que me había pasado.
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Luego de que se publicó aquí en HuffPost Voces mi blog sobre cómo me vi envuelta en una maraña de emociones y problemáticas a resolver por todo lo que descubrí en el celular de mi hija de 11 años, Pedro Sevcec, quien ha sido uno de mis mentores en mi carrera periodística, y es además conductor del programa de análisis y opinión "Sevcec a Fondo", en América TeVe, la empresa para la cual ambos trabajamos, me invitó a su programa para hablar sobre lo que me había pasado.

La base de la conversación fue el peligro al que se enfrentan los chicos cuando se les da un teléfono celular a una edad muy temprana. El programa tuvo una gran sintonía y la respuesta del público ha sido verdaderamente apabullante.

Junto a la sicóloga Isabel Alacán, quien fue un gran apoyo en mi toma de decisiones para manejar la situación con mi niña, tuvimos una amena y profunda conversación sobre lo que había vivido. Resulta que descubrí hace unas semanas, que mi hija se texteaba con sus amigos de la escuela, algunos de los cuales se estaban cortando el cuerpo lo cual es un fenómeno llamado "cutting" en inglés, y mediante el cual adolescentes, literalmente, se hacen cortadas para mitigar miedos, problemas emocionales o depresión. Increíble, pero cierto.

Además, a través de YouTube, el canal de Internet de videos, mi niña se había contactado con un muchachito, quien supuestamente tiene 13 años de edad, vive en Inglaterra, y quien enseña en su propio canal de YouTube a "como cortarse el cuerpo... sin que tus padres se enteren". Por si fuera poco, mi hijita también mantenía conversaciones junto a sus amigos con una profesora de su escuela, quien les dobla la edad. Aún no me recupero de la impresión que sentí al descubrir tantas cosas juntas. Y todo por un celular y la tecnología.

El caso es que hablar de lo sucedido y escribir sobre el tema revolucionó mi muro de Facebook, y cientos de personas han compartido el blog de HuffPost Voces, y el link del programa de televisión. Algunos me han escrito mensajes de textos, correos electrónicos o me han contactado precisamente a través de las redes sociales para darme las gracias porque jamás habrían pensado que algo así me podría pasar a mi, y que esto ahora los ponía sobre alerta.

Pensaban que como se supone estoy a la vanguardia en estos temas por mi profesión como periodista, pues yo me las sabría de todas todas... pero la realidad es que solo soy una mamá divorciada que trabaja de tiempo completo, sin familia en este país, y muchas otras circunstancias que hacen de mi responsabilidad maternal una tarea titánica, justo como le pasa a millones de personas.

Creo que es parte de mi misión en esta tierra, contar cosas graves que me pasan con la finalidad de que no las viva nadie más, y sobre todo, que ningún otro niño termine siendo protagonista de algunas historias de horror que yo misma he tenido que reportar.

Confieso que he sentido mucha pena de hablar del asunto porque, de una u otra forma, siento que representa una clara falla en la forma en que he educado a mis hijos. Tal vez se les ha dado demasiado, quizá no los he vigilado lo suficiente, o simplemente las tantísimas tareas de las que me hago cargo no me permitieron darme cuenta que algo pasaba en la vida de mi hija.

Aunque por otro lado, fue precisamente mi instinto de reportera lo que me llevó a darme cuenta que se estaba ocultando para usar su celular, y eso me dio que pensar. De esto me hablan muchos de los padres que se han comunicado conmigo. Varios han vivido situaciones parecidas, algunos, como en mi caso, nos dimos cuenta lo suficientemente a tiempo para evitar una tragedia o un daño mayor a nuestros niños, pero otros me han hablado de amigos o vecinos cuyos hijos adolescentes han muerto por culpa de la depresión, y porque no pudieron darse cuenta con antelación de que algo andaba mal.

Yo estoy muy lejos de ser la madre que quisiera ser, pero de corazón, hago el máximo esfuerzo para protegerlos igual que hacen, creo yo, la mayoría de los padres de este planeta.

He aprendido que no podemos librar de todo mal a nuestros hijos, que estos nos ocultan muchas cosas y que lamentablemente no podemos tenerlos en una burbuja esperando por la vida. La vida está ahí... arrastrándolos de frente. Por eso, lo único que puedo agregar es que no debemos tener miedo, ni a ellos, ni a nadie.

Los adultos somos nosotros, es nuestra responsabilidad protegerlos al máximo, y darles bases sólidas para que sean gente de bien. ¿Cómo se logra esto?... la verdad es que no lo sé, supongo que las mismas experiencias, negativas o positivas nos darán las pautas, y como siempre he dicho yo repitiendo la extraordinaria frase de Santa Teresa de Ávila: "Nada te turbe... nada te espante... todo se pasa... Dios no se muda".

Junto a la especialista Isabel Alcalán
Cortesía Diana Montaño
Aquí en el programa de Pedro Sevcec
Cortesía Diana Montaño
Solo puedo darles gracias
Cortesía Diana Montaño

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