"Por amor a Joy... cuando un padre decide acabar con la vida de su propia hija"

Cuando mi amigo, Barney Brown, me contó la historia de Charles Griffith, pensé que me estaba narrando una historia de terror. Brown, quien estuvo preso durante 38 años por un crimen que no cometió conoció a Griffith en una prisión en la Florida. Griffith estaba preso...por haber dado muerte a Joy...su hija de 3 años.
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"La mató de dos tiros en el pecho".

Cuando mi amigo, Barney Brown, me contó la historia de Charles Griffith, pensé que me estaba narrando una historia de terror. Brown, quien estuvo preso durante 38 años por un crimen que no cometió conoció a Griffith en una prisión en la Florida. Griffith estaba preso...por haber dado muerte a Joy...su hija de 3 años.

"Lo hice porque ya no soporté verla sufrir más" me contó un hombre apesadumbrado por el dolor y la angustia acumulada durante tantos años.

Entrevistar a Griffith ha sido uno de los momentos más duros en mi vida profesional. Soy madre de dos hijos y simple y llanamente no sabía cómo iba a enfrentar a un hombre que estuvo condenado a cadena perpetua por haberle asesinado a su niña.

"Joy era mi alegría, mi vida, todo. Un día estaba bajo el cuidado de su madre en casa de sus abuelos. Trató de subirse a un sillón reclinable y su cabecita quedó atrapada en el reposa pies...cuando los paramédicos llegaron, la declararon con muerte cerebral...pero su corazón seguía latiendo".

Los médicos que atendieron a la niña les dijeron a Griffith y Becky, su esposa (de la que estaba separado en el momento del accidente) que la chiquita quedaría en ese estado el resto de su vida, les recomendaron desconectar los aparatos que la mantenían con vida. Ambos se negaron.

"Como pude conseguí que se le hiciera un tratamiento experimental con medicinas que estaban probando en pacientes comatosos en Inglaterra...pero no funcionaron en mi hija. Yo veía como todos los días le limpiaban el aparato que tenía conectado en la traquea para darle oxígeno y mientras la mantenían así, yo también contenía la respiración hasta que no podía más...pero a mi hija la mantenían sin aire...y sus manitas empezaban a temblar....y yo veía en su cara el dolor....era una tortura verla sufrir de esa manera".

Mientras me contaba la historia, yo imaginaba a mi Ángela, mi hija de 9 años sufriendo así...y mi corazón se estrujaba. Yo llegué a entrevistar a Griffith con la idea de que me encontraría frente a un hombre hosco y violento. Pero cuando lo vi por primera vez me encontré con un señor muy amable que seguramente había sido muy guapo en sus años mozos.

"Luego de ocho meses y medio en estado vegetativo, yo quería que la desconectaran. Los doctores me dijeron que su cerebro se estaba encogiendo y llenándose de agua. A mi niña le daba neumonía. Estaba ciega, sorda, muda, paralizada. A cada rato había que cambiarla de posición para que no le salieran llagas. Le daban espasmos y temblaba toda. Le rellené su camita con muñecos de peluche para que no se lastimara con el metal. Me estaba volviendo loco ver a mi criatura en ese estado tan espantoso".

Según me contó, su angustia era tan grande que buscó ayuda siquiátrica en un hospital de Miami Beach, Fl. Ahí le recetaron Valium...para que pudiera dormir".

Una tarde de 1984, un médico lo llamó para decirle que sin querer, una enfermera había movido bruscamente a la niña y le había roto el brazo....pero que estaba bien.

"En ese momento pensé: 'ya fue suficiente'".

Enloquecido, tomó una botella de Valium y pulverizó las pastillas. Tomó una pistola y se fue para el Miami Childrens Hospital donde su hijita estaba internada.

"A la primera enfermera que vi, le puse la pistola en la cabeza y le dije: 'tu me vas a ayudar a sacar a Joy de este infierno...o voy a matarte de un tiro'...y lo hubiera hecho".

Se dirigieron a donde estaba la niña y la enfermera hizo lo que Charles le pidió. Ponerle las pastillas dentro de la sonda por donde alimentaban a Joy. Pero luego de casi 45 minutos, la niña seguía viva. La enfermera le dijo a Griffith que lo que pasaba es que ellos le daban Valium y tranquilizantes a la chiquita para que pudiera dormir...y no sintiera dolor".

"Quise enloquecer Diana. Durante mucho tiempo me habían dicho que mi hijita no sentía nada pero yo no podía estar seguro de eso. Entonces la mujer me dijo que me fuera, que iba a llegar el siguiente turno y que no quería que me viera ahí. Pero yo estaba fuera de mi y le dije a la enfermera que saliera del cuarto y llamara a la policía".

Mientras lo escuchaba, yo hacía el intento de contener las lágrimas. Ese hombre estaba frente a mí, reviviendo los momentos más horribles de su vida.

"Me levanté, le dije adiós a mi niña y le disparé en el pecho dos veces. Luego la abracé y le dije 'ya no vas a sufrir Joy. Ya puedes estar en el cielo, jugando, viendo, oyendo".

La policía lo arrestó y fue condenado a cadena perpetua, pero 10 años más tarde, Ben Kuehne, un prominente abogado del sur de la Florida logró sacarlo libre luego de seis años de trabajar en el caso.

"Como ser humano, el caso de Charles me conmovía profundamente, es un buen hombre que no soportó ver sufrir a su hija. Como abogado, son de esos casos en los que cualquiera querría trabajar" afirma Kuehne.

Durante muchos años, Griffith fue adicto al alcohol y las drogas en un intento de olvidar su pesadilla, su tragedia. Hoy por hoy, luego de jurar ante la tumba de su hija que sería un hombre del que ella podría sentirse orgullosa, dirige "Joy's House", una casa para mujeres que han sido víctimas de las drogas y el alcohol y que están en proceso de recuperación.

"Quiero en honor a Joy...devolverle a un padre a su hija".

"Lo más terrible ha sido intentar perdonarme a mi mismo".

Si tu hija pudiera oírte... ¿qué le dirías? Le pregunté.

Con lágrimas en los ojos me dijo:

"Que lo siento mucho. Que ojalá las cosas hubieran sido diferentes".

Todo...por amor a Joy.

Para más información sobre este caso:

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