Nadie puede ser mamá y papá

Durante toda la vida pensé, equivocadamente, que un niño podría ser feliz mientras tuviera a su madre, y que tener papá pues, era una especie de regalo extra que la vida te daba.
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Durante toda la vida pensé, equivocadamente, que un niño podría ser feliz mientras tuviera a su madre, y que tener papá pues, era una especie de regalo extra que la vida te daba. Muchos de mis amigos no tenían papá, o bien porque estos habían abandonado a su familia, o porque ni siquiera lo conocían. Pero tenían a sus madres, mujeres trabajadoras, valientes, de una conducta intachable y pues con eso les sobraba... o tal vez, solo les bastaba.

Total, que al casarme busqué a un hombre que era el ideal para padre de mis hijos... pero nos divorciamos, y ahí fue "cuando la puerca torció el rabo", como dicen en mi Patria.

Mi exesposo se mudó de ciudad, y aunque se mantiene al tanto de los niños y siempre ha cumplido con sus responsabilidades, la convivencia ha sido complicada pues los visita muy poco. Mi hija, quien tiene 11 años, parece llevar mejor su ausencia, pero a Diego Esteban, mi niño de 8 años, no tener a su padre cerca le estaba causando estragos, no solo a nivel emocional sino de conducta. Problemas que a su vez, sin entrar en detalles, estaban afectando mi vida familiar y laboral.

"¿Por qué no tienes un novio que me lleve a jugar fútbol?"..."Mami, dile a tu amigo que me lleve a ver una película de 'boys'".... "¡No y no! Ya no voy a entrar contigo al baño de mujeres". Cada vez que mi hijo me salía con una de estas frases me llenaba de tristeza y un espantoso sentido de culpa y frustración.

Él disfrutó poco de su papá porque mi exesposo viajaba mucho desde que el niño tenía 3 años, entonces cuando lo veía se volvía loco de emoción. Lo mismo pasaba después del divorcio cada vez que lo visitaba, pero cuando se iba, Diego reaccionaba mal. Se acentuaban sus problemas de conducta en la escuela, me decía que quería estar con su padre, y poco a poco entendí, que por mucho que yo lo intentara, jamás iba a suplir su presencia. Ni yo, ni nadie. No tengo pareja por muchos motivos, pero no voy a buscarla solo para que mi niño tenga una figura varonil cerca de él.

Mi expareja me había pedido durante mucho tiempo que le permitiera llevarse al niño a vivir con él un año escolar. Tal vez el cambio sería bueno para él, y ambos podrían disfrutarse. Por mucho tiempo me negué. Hasta que mi propio hijo me dio la pauta. Su rebeldía iba en aumento en la escuela, constantemente me daban quejas, y empezó a flaquear en sus calificaciones. Tenía una especie de rabia por dentro. Entonces, cedí.

Una cosa es ser madre soltera y tener que sacar adelante sola a los hijos por no contar con esa figura paterna, cosa que admiro profundamente, y otra, ser egoísta como yo lo estaba siendo, negándole a mi criatura la presencia cotidiana de su padre simplemente porque yo quería tenerlo a mi lado, haciéndole a la "madre coraje", sin pensar que quizá él verdaderamente necesitaba de su papá.

Además tenía miedo de que se sintiera abandonado por mí o que como se portaba mal en la escuela, yo lo estaba sacando de mi casa y de mi vida. Luego de un problema con una persona, que me dijo "pobrecito, es que no tiene papá", sentí que estaba siendo injusta con ellos evitándoles a ambos ser padre e hijo, y tomé la decisión más difícil de mi vida: dejar mis miedos, ego e inseguridades de lado, y pensar solo en mi hijo, y en lo que era mejor para él en esta etapa de su vida. No tengo que explicar lo que ha sentido mi corazón al tener que dejarlo ir.

"Estás haciendo bien, los niños necesitan de la guía de un varón. Cambiar de ambiente, ver otra ciudad, tener nuevos amigos, es darle a él una oportunidad para retomar su aprendizaje con más fuerza. Además, va a valorar de otra forma tu propia presencia en su vida. Y lo más importante, su papá le ayudará a sentar las bases del hombre en el que se convertirá mañana", me dijo una consejera espiritual. Es que en mi desesperación por saber si estaba tomando la actitud correcta me refugié en la fe.

"Piensa también en tu hija. El niño acapara tanto tu atención que quizá la estás dejando de lado". Una experiencia con mi pequeña me dejó saber que la señora tenía razón.

"Mamá, estoy ¡feliz! Hoy me encontré una serpiente y mi papá me enseñó qué hacer cuando te encuentras una"... "Hoy vi a mi papá rasurarse, cuando me salga barba ya sé como lo voy a hacer"... "Mami, mi papi me compró la litera para mi nuevo cuarto, la que no quisiste comprarme tú por miedo a que me cayera".

Las palabras de mi hijo me han llenado de verdadero gozo. Aunque me siento triste y melancólica porque me faltan sus risas diarias, tengo la esperanza en que el tiempo pasará rápido y pronto estará de nuevo en mi hogar. Mientras tanto, espero que este año junto a su papá lo llene de experiencias positivas que le forjen para un futuro abierto a mil posibilidades.

Y como él mismo me dijo un día cuando se iba de vacaciones precisamente con su papá: "Mamá, nosotros no vivimos en tu casa... sino en tu corazón"... Así es hijo mío, aquí te tengo... bien dentro.

Cortesía Diana Montaño
Cortesía Diana Montaño
Cortesía Diana Montaño
Cortesía Diana Montaño
Cortesía Diana Montaño

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