Mi dolor de mamá: Nada ni nadie nos libra de todo mal

"Ella tenía colgando en el cuello la medalla de la Virgen de Guadalupe que le compré con muchos sacrificios... pero la virgencita no cuidó de mi niña y dejó que se muriera", me dijo llorando la mamá de una joven brutalmente asesinada en Ciudad Juárez, México.
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"Ella tenía colgando en el cuello la medalla de la Virgen de Guadalupe que le compré con muchos sacrificios... pero la virgencita no cuidó de mi niña y dejó que se muriera", me dijo llorando la mamá de una joven brutalmente asesinada en Ciudad Juárez, México.

Yo quería decirle que la Virgen si había estado con su hija quizá ayudándola a exhalar su último suspiro o dándole la bienvenida al cielo... pero no pude. Nada me impresiona más que una madre llorando la muerte de un hijo.

Muchos años han pasado desde que entrevisté a esa mujer y al igual que ella creía que si uno tenía fe nada malo le pasaría a mis hijos, y Dios los libraría de todo mal... pero me equivoqué.

Recientemente una situación con uno de mis niños me hizo pensar que a veces, no hay nada ni nadie que pueda evitarles dolor y lágrimas. No importa que tanto los cuides, ni que tanto reces por ellos. Tampoco importa si pasas mucho o poco tiempo a su lado, a veces las cosas malas pasan... porque tienen que pasar.

"Tu no tienes la culpa de nada. Eres una gran mamá y no puedes tener los ojos en tus niños 24 horas al día. Haces tu labor lo mejor que puedes bajo tus circunstancias", me dijo un buen amigo a quien llamé a media noche mientras los sollozos apenas me permitían hablarle.

Pero igual, te sientes un fracaso como padre. Vienen entonces las recriminaciones y los lamentos. ¿Qué hice mal? ¿En qué he fallado? ¿Seré una mala madre? ¿Será que estoy tan cansada que no puse atención? Las preguntas nos agobian y las dudas nos atormentan hasta que de pronto te das cuenta que en verdad es muy difícil predecir un mal momento o una mala decisión de tus hijos, y que al fin de cuentas tu labor como guía tiene un límite.

Y si bien creo que nada ni nadie nos puede librar de todo mal, como reza la preciosa oración del Padre Nuestro, (la que por cierto siempre repito con devoción), los que tenemos Fe sabemos que nada es para siempre, que todo pasa y que hay una presencia divina en nuestro existir que nos ayuda a salir de cualquier preocupación o situación por mala que esta sea.

Ya lo dijo Santa Teresa de Ávila: "Nada te turbe, nada te espante".

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