Cuando ser fuerte es tu única opción

Una amiga, a la que quiero mucho, me llamó contándome que tenía cien mil cosas que hacer pero estaba enferma y sencillamente no daba más.
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Una amiga, a la que quiero mucho, me llamó contándome que tenía cien mil cosas que hacer pero estaba enferma y sencillamente no daba más.

"Tómate el día", le dije. "No puedo. Si no voy a trabajar no me pagan el día laboral. Y entonces me hará falta el dinero", respondió en medio de los estornudos.

Mi amiga se divorció hace algunos años, su expareja no le pasa una pensión alimenticia, y en verdad se las ve negras para sacar a los muchachos adelante.

Su situación se parece a la de miles de hombres y mujeres, incluyendo la mía o tal vez la tuya.
Si sus hijos se enferman es ella la que debe llevarlos al médico y atenderlos. Si se descompone el auto en medio de la calle, no hay un esposo a quien acudir, pero si un jefe a quien explicar la demora o el percance. Si hay un gasto imprevisto... toca pedir prestado a quien se deje. Vivimos al día económicamente hablando, y en el aspecto emocional... uy, nos salen debiendo. Nos enfrascamos en una charla que más bien parecía una oda a las lamentaciones.

"Yo no me puedo enfermar. No puedo faltar a mi trabajo. No me puedo ir al cine. No me puedo ir de compras. No tengo derecho a llegar a casa y tirarme en el sofá. ¡No puedo decir que no! Si lo hiciera... ¿quién le daría de cenar a mis niños? ¿con quien los dejo?... Solo cuentan conmigo y yo... no cuento con nadie. Estoy verdaderamente exhausta".

La conversación me llevó a recordar un precioso pasaje del libro de Melody Beattie "El Lenguaje del Adiós" donde habla de la fortaleza.

"No siempre tenemos que ser fuertes para ser fuertes. A veces, nuestra fortaleza se expresa siendo vulnerables. A veces, necesitamos deshacernos en pedazos para rehacernos, y seguir sobre el camino.

Todos tenemos días en que no podemos empujar más duro. En que no podemos contener las dudas en nosotros mismos, en que no podemos dejar de concentrarnos en el miedo, en que no podemos ser fuertes. Hay días en que no podemos concentrarnos en ser responsables.

Ocasionalmente, no queremos quitarnos el pijama. A veces, lloramos delante de los demás. Exponemos nuestro cansancio, nuestra irritabilidad o nuestra ira.

No tienen nada de malo esos días. No tienen nada de malo. Parte de cuidar de nosotros mismos significa darnos permiso de "deshacernos" cuando lo necesitamos. No tenemos por qué ser torres perpetuas de fortaleza . Somos fuertes. Lo hemos probado. Seguiremos siendo fuertes aunque tengamos el valor de permitirnos sentirnos temerosos, débiles y vulnerables cuando necesitamos experimentar esos sentimientos".

La autora agrega:

"Hoy, Dios mío, ayúdame a saber que está bien que me permita a mí mismo ser humano. Ayúdame a no sentirme culpable o a castigarme a mí mismo cuando necesito 'deshacerme'".

Es muy cierto, todo podemos venirnos abajo y decir "no puedo más"... que el mundo gire. Pero, también es real que para muchos la única opción es ser fuertes, seguir adelante sin detenerse ni mirar atrás. "Desbaratarte" solo unos minutos, tal vez unas horas, llorar con fuerza, ponerte el traje de "invencible" y entonces continuar tu caminar. A esos... hay que aplaudirles de pie.

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